POESÍA. NARRATIVA. INFORMACIÓN LITERARIA. CONCURSOS. AUTORES CLÁSICOS Y NÓVELES


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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

Los encontrarás:
En Rafaela (Santa Fe): en Librerías "EL SABER", "PAIDEIA" y "FABER".
En San Francisco (Córdoba): en Librería "COLLINO"
y en otras librerías del país.

miércoles, 27 de julio de 2011

El loco (de la autora)

El Concejo se reunió en el pueblo
por reclamos y quejas de la gente,
para ver qué hacían con el loco
que alteraba el orden permanente.

Acusado por romper la calma
en las calles con sus bailes y sus cantos,
perturbando la paz y el equilibrio
de los habitantes cuerdos y sensatos.

No hay razón para que ande sin control
regalando sus frases y sus rimas,
no hay motivo para que ande sin problemas,
no es posible que no pierda su alegría.

Y surgieron variadas opiniones
que aportaron todos los partidos,
consultaron con jueces y doctores,
magistrados, sabios e instruidos.

Decidieron formar un gabinete
que analice esta forma de locura,
no es posible que cualquiera se rebele,
ni respete las normas de cordura.

Cada uno analizó la situación
revolviendo las viejas bibliotecas
investigando en textos y tratados,
inventando remedios y recetas.

Y llegaron a una conclusión:
no había información sobre este tema,
no existían medicinas para el caso,
no se ha profundizado en la materia.

El pueblo reclamaba solución
y proclamaron un decreto urgente
-habrá que confinarlo en la prisión,
aislado y lejos de la gente-

El loco, aunque estaba confundido,
siguió cantando allí en su celda,
bailaba por todos los rincones,
escribía en las paredes sus poemas.

Avisaron reunión de gabinete
para debatir este último argumento,
era imperioso parar este desorden,
se podían contagiar los otros presos.
No hay solución, argumentaban unos,
es un problema, concluían otros,
se pasaron treinta días con sus noches
por decidir qué hacían con el loco.

No habiendo encontrado una respuesta
para resolver este inconveniente
llamaron al voto popular
para ver las opiniones de la gente.

El dilema tenía dos cuestiones:
por el “Si”, quedaría liberado,
y si el voto era negativo
viviría para siempre condenado.

Aparecieron las marchas en las calles
a favor y en contra del insano,
y entre cánticos y lluvias de panfletos
los unos y los otros se enfrentaron.

Y llegaron las fuerzas policiales
a calmar a los cuerdos y sensatos
que buscando la paz y el equilibrio
terminaron como el loco…encerrados.

Y fue entonces cuando ellos entendieron
que el más libre de todos era el loco,
que no se pueden enjaular los sueños
y ni rejas ni paredes llegarían
a recluirnos de lo que somos dueños.

Publicado en el libro "SENTATE QUE TE CUENTO". Editorial de los Cuatro Viento- Bs. As. 2009

Mención "1r. Certámen literario Flor de Poesía"- Barracas. Bs. As (2011)

viernes, 22 de julio de 2011

Por eso, Clucellas (de la autora)

 

Venían cargados de fe y esperanza,
llegaron un día en pesadas carretas,
traían los brazos llenos de trabajo,
dejaron atrás el rumor de pobreza.
Sabían lo mucho que habían perdido:
Amigos, familias, una vida hecha,
sabían, quizás, que nunca volverían
pero aquí venían a buscar riqueza.
Y vieron un cielo que los alentaba
y pidieron a Dios que les diera fuerzas,
y dijeron: Sí Señor, nos quedamos
a poblar los campos, a labrar la tierra,
a formar familias, a dar nuestros hijos,
a dar nueva vida a esta zona muerta.
Y llegaron otros, y otros los siguieron
con fuerza en las manos y con fe en las venas
y poquito a poco ya fueron  poblando
cada rinconcito de esta tierra nuestra
que está bajo un cielo que es santafecino
y al que pusieron por nombre: Clucellas...

Por eso, a cien años de tu nacimiento,
cien años de lucha, de labrar tus tierras,
quiero regalarte junto con mis versos
toda mi alegría en forma de poema
y quiero que sepas que yo para siempre
llevaré tu nombre grabado en mis venas,
llevaré la imagen de esa plaza tuya
de árboles grandes y de ramas viejas,
llevaré el silencio de paz de tus noches,
aunque muchas veces yo sentí tristeza
y la maravilla de ese cielo tuyo
donde tantas noches conté las estrellas.
Por eso, Clucellas , es este homenaje,
por toda esa gente que estudió en tu escuela,
para toda aquella que vino a quedarse,
para usted que lee o que escucha este poema,
para que con esto ya nunca te olvides
que yo soy de aquí, que nací en tus tierras,
que toda tu sangre de pueblo es mi sangre,
hasta que algún día yo en tus tierras muera.

Publicado en el libro "SENTATE QUE TE CUENTO". Editorial de los Cuatro Viento- Bs. As. 2009

1er. Premio "Concurso de Poesía del Centenario"- Clucellas (1982)

miércoles, 20 de julio de 2011

La caja roja (de la autora)

 

A Irene, que ya no está....

     No era una caja más. Me la regaló Irene, mi vecina-casi abuela-amiga-tía, nada de eso en concreto y todo eso junto. Al principio me impactó.  Me pareció  demasiado grande, demasiado cuadrada, “demasiado roja”, muy llamativa a mi gusto. Cualquiera que la viera diría que era la caja de cosméticos de alguna actriz o vedette en decadencia.
     Tenía una manija rígida por fuera, también cuadrada, y al abrirla, se veía un enorme espejo que cubría completa la parte interior de la tapa, y adentro colgaban tiras de cuero roja adosadas de sus extremos a las paredes de la caja, las que ajustándolas, servían para sostener frascos con líquidos o cremas.
     Comencé a usarla en mis vacaciones, cuando era soltera, porque era práctica para llevar todo lo que necesitaba: pinturas, perfumes, cremas, peines. Y me fui dando cuenta que cualquier cosa cabía en ella. Luego, con el paso del tiempo, me acompañó en mi viaje de bodas y los sucesivos viajes con mi marido, con lo que la ya famosa caja roja se fue completando en todos sus rincones, anexando brochas de afeitar, desodorante para hombres, etc. Nos fuimos encariñando.
      Año tras año llegaron los hijos. Cuatro en total, que hicieron que nada fuera suficiente en tamaño para guardar todo lo necesario en nuestros viajes. Así, de caja de cosméticos pasó también a cumplir la función de botiquín. Fuimos llenándola con remedios para chicos, termómetro, curitas, más cepillos de dientes, cremas para los mosquitos y protectores solares de todo tipo y factor. Además, había lugar para otras cosas como rollos para cámaras fotográficas o hilo y aguja para posibles costuras provisorias.
     Ya era insustituible. Ya no me parecía demasiado grande. Ya era parte de la familia y no salíamos a ningún lado sin ella. Todo pasaba por la caja roja, cuando alguien buscaba algo seguro que estaba allí. Y ni hablar de olvidársela.
     De pronto, el espacio no alcanzó y la caja no resistió. Luego de varios viajes, de llenarla y vaciarla, comenzó a aflojarse en sus paredes laterales. Un año más, decíamos, en un excesivo abuso de confianza. No queríamos deshacernos de ella. Nos había acompañado mucho tiempo y habíamos compartido demasiado. La seguimos llevando, aunque ya debíamos tomarla con las dos manos y de abajo, no podíamos sostenerla de la manija porque se abriría y sería el caos. Cada vez que llegábamos a un lugar y había que bajarla del baúl, todos teníamos conciencia de ello, “cuidado con la caja roja”. Bajarla  era una función que debía cumplir sólo algún miembro de la familia, quienes conocíamos en qué condiciones estaba.
     Este año fue el último. Estábamos en nuestras vacaciones de verano y nos dimos cuenta que ya no resistiría otras. ¿Cómo desprendernos de ella? ¿Cómo dejar atrás todo lo que nuestra caja guardaba?, nuestros sueños, nuestras aventuras, parte de nuestras alegrías y tristezas, recuerdos imborrables atesorados en cada uno de sus rincones. Iba a ser difícil pero algo había que hacer.
     La respuesta llegó sola. Íbamos caminando por una calle céntrica cuando en una vidriera la vimos, fue en un negocio de marroquinería lleno de bolsos, valijas y carteras, pero ésta se destacaba. Era una caja del mismo color que la nuestra, aunque un poco más moderna, con sus bordes más redondeados y además de la manija rígida, una tira larga de cuero para sostenerla de un hombro.  La decisión fue inmediata y unánime. Al día siguiente la compramos, aunque dejamos que nuestra querida caja terminara su último viaje, regresando a casa llena, como lo había hecho durante casi veinte años.
     Ahora está allí, en un rincón de la casa, esperando nuestra decisión de qué hacer con ella. Tirarla sería demasiado duro. Ya veremos.

Publicado en el libro "SENTATE QUE TE CUENTO". Editorial de los Cuatro Viento- Bs. As. 2009

1ª Mención en Narrativa Antología "La magia en tus palabras"- Ed. Andrónico. Bs. As. (2007)