POESÍA. NARRATIVA. INFORMACIÓN LITERARIA. CONCURSOS. AUTORES CLÁSICOS Y NÓVELES


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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

Los encontrarás:
En Rafaela (Santa Fe): en Librerías "EL SABER", "PAIDEIA" y "FABER".
En San Francisco (Córdoba): en Librería "COLLINO"
y en otras librerías del país.

martes, 31 de marzo de 2020

"Árboles grises" (por Alicia Borgogno) TALLER VIRTUAL 1



Lluvia que fue y no pasa...
Árboles acumulados
    donde la llovizna atardecida
         nubla y tapiza el fondo del paisaje.
Debajo, los charcos caprichosos
    entre las hojas caídas,
         aceleran las horas fantasmales
en ese gris lúgubre
         que humedece el alma.

AUTORA: Alicia Borgogno - Cañada de Gómez (Santa Fe- Argentina)

Taller virtual 1

"Secretos" (por Mirta Gaziano) TALLER VIRTUAL 2




Desde niña coleccionaba botellas, tenía por las mismas un atractivo especial, siempre conseguía que le regalasen alguna, o bien las compraba si estaban a la venta.
 De ese modo con el paso de los años había acumulado docenas de botellas de diferentes tamaños, formas y colores, hacía de esta preferencia un verdadero ritual, las acomodaba sobre repisas o sobre algún mueble o mesa, las había de boca ancha o menuda, con tapas a rosca o con apretados corchos, cada día repasaba con una gamuza cada botella, las volvía a reacomodar por tamaño, por altura o simplemente por el espacio disponible.

 Botellas transparentes, opalinas, decoradas, grabadas, con incisiones o novedosas etiquetas, la transparencia u opacidad daban un bello conjunto digno de apreciar.
 Por la noche, cuando la luz de la luna penetraba por la ventana, producían sombras largas y fantasmales figuras proyectadas en la pared, la planicie de la imagen eran producto de la sumativa de formas de las que se borraban los detalles y solo quedaban estampas acopladas, similares a ciudades exóticas con torres y cúpulas.
También escribía, sus poemas eran bellos y sensibles, surgían de sus caros sentimientos, de su particular manera de ver el mundo, desde la profundidad de su corazón comprometido con la vida.
 Su manera de comunicarse era mediante diálogos interminables con quienes quieran escuchar sus historias sobre lo que soñaba hallar si las botellas retornaban, porque practicaba una vieja costumbre que consistía en enviar las mismas con un poema en su interior en el vaivén de las olas.
 Vivía al lado del mar, tenía un vínculo especial con los elementos naturales de arena, sol, agua, viento, maravillas que atemperaban su búsqueda de la belleza, acentuaban su espontánea expresión, por lo que no cesaba de incorporar nuevos temas a sus poemas.

 Botellas, poemas, mar, una trilogía abundante a sus requerimientos, abonando sus fantasías de regalar al mundo un tesoro que para ella era parte de si, de su vida presente y pasada.
 Poemas que imaginaba eran recogidos por marinos, navegantes, nadadores, pescadores al otro lado del mundo hallados en las playas o bien flotando al costado de barcos, botes y plataformas en los puertos.
 Cada tanto, (nadie supo bien porqué, o qué impulsaba este accionar) Clara seleccionaba una botella, la limpiaba con premura, también seleccionaba un poema y con mucho cuidado, lo enroscaba e introducía dentro de la botella, luego como en un ceremonial, caminaba descalza hacia la playa, miraba con fijeza al horizonte y el ritmo de las olas, luego calculaba la ola más alta y con un ademán rápido y decidido la arrojaba, quedaba  de frente  paralizada mirando cómo las olas la llevaban al mismo vientre del mar, permanecía hasta que ya no veía más, prendada, con nostalgia y creo yo también con  la esperanza de que llegue a las manos de alguien.
 Otras veces su despedida era más lenta y dramática, acariciaba la superficie de la botella, la acercaba a su rostro y la pasaba por sus mejillas, la bañaba con un llanto suave y silencioso, luego se arrodillaba y la depositaba en la falda de la playa a modo de que las olas la recogieran.
 Proyectarse, eso deseaba, soñaba con esos anónimos qué hallasen el tesoro, los imaginaba con la ansiedad de abrirlas y encontrar su corazón en su interior dejados en total virginidad y anonimato.
 Escribía, los poemas surgían naturales y breves en un pentagrama sin notas musicales ya que poseían su propia y virtuosa música.
 Al arrojarlos y verlos partir en el universo acuático del interminable cielo-mar turquesa o enrojecido de madrugadas o venturosos atardeceres, quizás también en días de tormenta y lluvia, sentía que cumplía un sueño, una promesa como una innegable y auténtica religión.
 Una tarde en que el océano se mostraba más rojizo que nunca, en que las gaviotas danzaban en el aire cruzándose con graznidos y aleteos, en el que el poniente espectacular ofrecía un marco celestial para su ceremonia, Clara llevó la botella al mismo interior de las tumultuosas aguas sin soltarlas de sus manos, lo hizo y continúo con firmeza hasta ser atrapada por las olas.
¿EL viento habla, lo has escuchado?
 Porque el viento lee sus escritos, los pronuncia con verdadero énfasis, los lee y al hacerlo nos despeina, nos caricia el rostro, seca las lágrimas vertidas acaricia los oídos en el borde irregular de arena-agua, la sal deja dibujos inspirados junto a cromadas caracolas esparcidas.
Si encuentras una, colócala al oído y escucharás las palabras de algún poema emocionado.

       AUTORA:  Mirta Gaziano - SANTA FE capital (Argentina)

Taller virtual 2


"Francisco" - Historia familiar-(por Teresita Bovio Dussin) TALLER VIRTUAL 2

La segunda guerra hizo tambalear el mundo, Italia estaba entre los aliados, sus jóvenes fueron reclutados y embarcados con destinos desconocidos para luego enviarlos a los frentes de guerra de distintos países. Francisco era el menor de una numerosa familia que ya había soportado los rigores de la primera guerra. En el puerto de Génova se apiñaban las familias para despedir a sus familiares, Marieta lloraba abrazada a Francisco, y rezaba murmurando promesas de amor. Para hacer más llevadera la espera se dedicó a preparar el ajuar para la boda, siempre soñando con el regreso de su amor. Los primeros meses las noticias eran pocas y desalentadoras y un día el silencio destruyó todas las esperanzas. La desesperada novia cansada de sufrir decidió tirar una botella al mar con un mensaje esperanzador. Pasaron más de cuarenta años y las familias de aquellos valientes jóvenes fueron muriendo sin saber el final de sus hijos. Pero los milagros ocurren y los sobrinos supieron que la botella con el mensaje había llegado a destino , cuando la embajada de Rusia los citó para homenajear a los soldados abandonados y muertos en la tundra helada, en un reconocimiento del sitio de la batalla que nunca se libró, hallaron enterradas en la nieve plaquetas con nombres y mochilas. La odisea de la botella que llevaba la ilusión de una novia desesperada llegó a destino demasiado tarde.
AUTORA: Teresita Bovio Dussin - SAN FRANCISCO (Córdoba- Argentina) 

Taller virtual 2

"Flotar" (por Soledad Ayala) TALLER VIRTUAL 2



Basta, esas fueron sus últimas palabras, hasta acá llegué, necesito respirar, liberarme del sofocón que me genera tu mirada.
Así me mostró que él podía parar y respirar cuando quisiera. 
Mostrarme que a pesar del apretujón que le estaba dando y de la carga que le imponía él podía parar, respirar  y seguir girando. 
Me mostró en un suspiro, que dentro de él me parezco un mensaje encerrado en una botella de vidrio, que fue arrojada al mar. Que viaja buscando un amor, una sonrisa, un abrazo y un sitio donde pertenecer, mensaje queriendo llegar a algún lugar donde poder crecer, florecer y brillar.
Botella que entre olas y olas se lleva los mejores recuerdos y ve los  paisajes más exquisitos, pero no  el paisaje que busca contemplar. 
Un recipiente de vidrio que  llegando al fondo del mar abre los ojos, y los peces con sus aletas lo llenan de amor y lo sacan otra vez a la superficie, para que pueda seguir con su viaje.
A cuántos lugares llega y de cuántos se va hasta llegar al lugar correcto?
Cuántos ojos la han visto y de cuántos se alejó porque no eran los que buscaba? 
Pero siguió  y en su viaje por encontrarse, recorrió cientos de kilómetros,  esperando que unas manos la encuentren, la abran y  con anhelo lean lo que lleva consigo.
Quizás el mar entero hoy nos separa, pero no dejare de flotar porque sé, que esas manos me van a encontrar y  dejaré de ser un mensaje en el mar.

AUTORA: Soledad Ayala- VILA (Santa Fe- Argentina)

Taller virtual 2


"El bosque oscuro" (por Brenda Alzamendi) TALLER VIRTUAL 1



Un cielo blanco grisáceo, como una foto antigua ha cautivado el bosque, no se escuchan trinos, se fugaron los colores, solo voces que en sílabas incomprensibles trae y lleva el viento.
Fui a ver, no encontré el camino, solo algunas hojas que dejó el otoño en senderos sin huellas, invisibles, charcas heladas de aguas solitarias sin un croar de ranas. Un misterio.
Haré como hace la chicharra, me hundiré en el cieno del invierno a esperar el arco iris del encuentro.

AUTORA: Brenda Alzamendi - Montevideo (Uruguay)

Taller virtual 1

lunes, 30 de marzo de 2020

"Aislamiento" (por Jorge E. Bossa) TALLER VIRTUAL 2



Humberto sabía perfectamente cuánto tiempo llevaba en esa isla desierta (desierta antes de su arribo, obviamente). Tenía los días, semanas y meses contados en su pequeña agenda. Lo que ignoraba era la suerte corrida por el resto de los pasajeros de aquel pequeño avión que había caído al océano, cuando realizaba un viaje comercial.
Pero este cincuentón había sobrevivido al eyectarse, aunque, asustado y desvanecido, nunca supo bien cómo llegó hasta allí. Solo había recuperado unos pocos objetos que llevaba entre su vestimenta: un estuche con sus anteojos, un par de bolígrafos, una agenda de papel sin estrenar (sellada por su envoltorio de celofán) y un extraño llavero del cual se abrían numerosos adminículos (cortaplumas, sacacorchos, una pequeña tijera, etc.) que le sirvieron como herramientas para sobrevivir. Al dinero que tenía en su billetera lo recuperó y colocó sobre una piedra para que se seque al sol. Podría servirle ante un eventual rescate. El celular se había mojado e inutilizado, aunque poco le importó… Luego de recorrer el lugar en busca de vida humana y corroborar que estaba solo y aislado, comprendió que no tendría señal ni electricidad que le permitieran usarlo.
Si Humberto ya se sentía solo en la civilización (divorciado, sin hijos y con sus padres ya fallecidos), ni hablar en ese desolado lugar. Pasados unos días había perdido las esperanzas de ser socorrido. Por eso apeló a sus conocimientos como boy scout y logró subsistir. Construyó un refugio con piedras y palmas y empezó a recuperar su deteriorada salud al ingeniárselas para alimentarse.
Pero el infortunado empresario cavilaba sobre la suerte de sus negocios durante su ausencia. Ni pensar en lo que podía ocurrir si lo daban por finado. Por ello, en la misma agenda salvada por el celofán, donde contaba los días vividos en ese remoto trozo de tierra, comenzó a redactar una carta con su actual situación. Aunque no tenía la menor idea de las coordenadas del lugar, ni cuál era el país más cercano o al que pertenecía la isla, comenzó a describirla para que sea ubicada desde una hipotética vista aérea. Contó que, si bien era asimétrica, tenía una forma bastante circular no mayor a un par de hectáreas de superficie. Había mucha forestación, rodeada de un anillo de finas arenas que formaban una extensa playa, solo interrumpida en el sector del naciente por una baja cadena montañosa que se perdía en el mar.
En la esquela narraba que estaba vivo, recordaba la fecha del accidente, la empresa aérea contratada, sus datos personales y pedía ser rescatado lo antes posible. Pero olvidó un detalle… No tenía cómo enviársela al resto de la humanidad. Buscó entre sus precarias pertenencias algún objeto que le sirviera para ese fin, pero no encontró nada que le garantizara que su carta no se mojaría ni hundiría en el océano.
Nuevamente volvió a sentirse muy solo. Carecía de un amigo como Viernes, quien acompañaba al náufrago Crusoe en una novela que leyó en su adolescencia. Ni siquiera poseía una pelota de voley, como la de Tom Hanks en un film que había visto en el cine junto a su ex esposa. Tampoco disponía de la mítica botella de vidrio, protagonista de tantas leyendas, donde colocar su mensaje. Entendió de cuán poco servía su dinero si ni siquiera podía comprar algo tan básico y barato.
Así pasaban los días, las semanas y los meses, siempre marcados en su agenda. Para entretenerse, en la misma comenzó también a detallar el paisaje que lo rodeaba. Recordó que en su juventud solía escribir algunos poemas, antes de que lo devoraran los negocios, y evocó esos viejos tiempos. En sus hojas describió la belleza que tenía esa selva virgen, con sus habitantes en verde recogimiento, y narró que había aprendido a diferenciar los trinos que lo despertaban en cada nueva jornada. Contó cómo el mar, en su agonía de sal, bañaba sus desnudos pies. Comparó al horizonte con una suave línea que dividía a la azul inmensidad en sendas mitades, cuando el cielo lucía diáfano…
Llevaba más de medio año en la isla cuando recobró las esperanzas de que alguien pudiera enterarse de su situación. Para su sorpresa, el mar trajo a la costa una botella bastante grande que podía servirle para colocar su pedido de auxilio. La tomó y vio que, en su interior, había un hermoso barco hecho con papel de diario. Como una metáfora, sintió que ese pequeño navío venía a rescatarlo…
Con el sacacorchos destapó el envase. Luego, con dos trozos de finas pero fuertes ramas improvisó una pinza con la que trató de quitar la artesanía, pero, al no poder plegarla se le dificultó la misión. Al conseguir que la proa del barquillo asomara por el pico, la tomó con la punta de sus dedos y la jaló hacia afuera. Forzada, la embarcación se deterioró bastante pero Humberto consiguió sacarla. Quiso acomodarla pero varias de las pequeñas varillas de madera estaban quebradas.
Lo que lo atrajo fue ver que los recortes de periódico eran de una fecha posterior a su accidente. Sumado a ello que en los últimos meses solo leía lo escrito por él mismo, sintió curiosidad por recorrer con su vista las fragmentadas noticias que en el papel aparecían. Allí divisó palabras que ya tenía algo olvidadas: “guerra”, “atentados”, “contaminación”… Hasta se enteró de la caída de la economía mundial a causa de una nueva pandemia.
Desencantado, arrancó de su agenda la carta que había escrito y solo le faltaba firmar y fechar. Junto a todos sus billetes, la arrojó a un pequeño fogón encendido como calefacción. Tomó el barquillo y, de la misma desprolija forma que lo había quitado, volvió a meterlo en su vítreo envase y lo tapó.
Luego, Humberto se internó algunos metros en el mar y lo arrojó bien lejos. Después, agenda y bolígrafo en mano, se sentó sobre una piedra…
Dichoso, comenzó a describir en su propio diario cómo aquella botella se perdía en el horizonte que dividía a la azul inmensidad en sendas mitades… Y separaba, también, a su aislamiento de las miserias de la civilización.

AUTOR: Jorge Emilio Bossa - SAN FRANCISCO (Córdoba - Argentina)

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"Caen" (por Liliana Ravasio) TALLER VIRTUAL 2



Las hojas del calendario caen
ecuación de horas inermes
que no arrojan resultado.
Se apilan mudas e intrigantes
el viento las resquebraja
y mis dudas se lamentan.

Las hojas del calendario caen
interrogantes que no se expresan
respuestas que nunca llegan.
Colores que se vuelven opacos
voces que bracean aturdidas
para no ahogarse en mi garganta.

Las hojas del calendario caen
manos que no se extienden
abrazos que se quiebran
miradas que olvidan las palabras
pasos que no se arriesgan
al presentir cerca el abismo.

Las hojas del calendario caen
veintidós, uno, treinta,  cinco
lunes, domingo, viernes, martes
mediodía, atardecer, ocaso
se entrelazan números, días, horas
mientras el cielo con tibieza los acaricia.

Las hojas del calendario caen
vacilante y temeroso las recojo
¿qué hago con ellas si no supe detenerlas?
superpuestas y enrolladas
dentro de una botella las guardo
con el deseo de quien las recoja
pueda recuperar el valor
de este tiempo arduo.

                              AUTORA: Liliana Ravasio - Rafaela (Santa Fe- Argentina)

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"Amor y mar" (por Inés Quiléz de Monge) TALLER VIRTUAL 2



Observo las olas que arremeten en la arena,
el sol de la mañana es un abanico de luz,
el imponente mar ruge su eterna canción.
Mi mente de poeta busca una musa,
creo haberla encontrado.
Me alerta algo extraño y luminoso.
Lleva en su vientre un mensaje.
La botella se bambolea, al compás de las olas,
un recado de amor silencioso,
aletargado de su cuna de arena.
Solo los albatros en geométricos vuelos,
conocen su viaje llevando esperanzas.
Un secreto amor ansía leerlo.
Bajo un cielo diáfano, cielo de verano,
llegará a la playa, su corazón lo sabe.
Al caer la tarde en ese cuadro inmenso
de mar y de cielo, de arena y misterio,
se abrirá ese cofre, se develará el enigma.
El crepúsculo guarda nostalgias doradas.
Sus últimas luces sobre el gran espejo,
sin hablar me dicen, escribe poeta,
hoy llegó el amor, entre olas inquietas,
y en breves palabras.

AUTORA: Inés Quiléz de Monge- SAN FRANCISCO (Córdoba- Argentina)

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"Arcano" (por Celeste Fux) TALLER VIRTUAL 2




Y llegarán las cálidas brisas con aroma de tiempo y de distancia.
Mecerán a su paso un trozo de vida a la deriva.
Refugio celoso portador de un secreto atesorado.
Anhelo de extender al infinito el arte de velar sueños escritos.
De un mundo eternamente desolado.
Timón legendario lo trajo hasta la orilla y hoy yace esperando expedir gemidos prisioneros.
Emergencia en trascender su encierro y esperanza, liberar su oculta trova contenida con esmero.
Generosidad del profundo y salado de los tiempos, el derramar dolor, pasión y olvido.
verter sobre el ardiente suelo inexplorado un discurso enigmático quizás jamás leído.
Un grito desgarrado, una canción de cuna, un fragmento de amor, una quimera, aguardan
encerrados sigilosos en agónica y perpetua espera.

AUTORA: Celeste Fux  - RAFAELA (Santa Fe-  Argentina).

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"La botella misteriosa" (por Néstor Quadri) TALLER VIRTUAL 2



Luego de realizar numerosas investigaciones y operaciones, la Policía de una Ciudad Balnearia pudo finalmente capturar a una banda mafiosa que se dedicaba a pedir colaboraciones a muchos comerciantes, a los que habían puesto en jaque con sus permanentes exigencias. Cuando el Oficial de Policía encargado de esa tarea ya lo tenía cercado al capo de la mafia, éste, previo a amenazarlo de muerte, trató de huir internándose en el mar en un pequeño bote, sin que a pesar de las intensas búsquedas realizadas pudieran dar con su paradero. Finalmente se lo consideró como desaparecido.
Como esa tarea le había alterado bastante los nervios, el Oficial planificó unas vacaciones de descanso con su pequeña embarcación. Quería realizar un placentero itinerario de puerto en puerto y de río en mar, por las diferentes costas de la Región.
En una tarde muy calurosa mientras el sol intenso caía con fuerza desde cielo, se encontraba en la soledad reinante envuelto en una cálida brisa marina, navegando en forma tranquila y distendida sobre las suaves olas del mar, cuando repentinamente un reflejo luminoso le llamó la atención cerca de la playa.
Al fijar la vista muy intrigado, observó por un instante que el reflejo provenía de un objeto que estaba flotando a la deriva. Entonces, giró el timón suavemente y se dirigió lentamente hacia la playa para tratar de acercarse lo más posible hacia aquel objeto brilloso que flotaba unos metros más adelante, mientras el sol ejercía a pleno el influjo de su reinado y lo sometía sin piedad al rigor de sus rayos.
Luego de anclar la embarcación, se acercó con su pequeño bote de goma salvavidas hacia el objeto, y al llegar pudo verificar después de unos instantes de sorpresa, que se trataba de una botella de vidrio, cerrada con un tapón de corcho, y que en su interior había un papel enrollado, atado con una cinta.
Entonces, retornó al barco con la botella, y trató de extraer el tapón de corcho que estaba firmemente adherido, para verificar su contenido.
Fue allí, que al tratar de sacar el tapón con toda su fuerza, se rompió en astillas el pico de vidrio de la botella y sin saber el motivo, mágicamente se encontró de pronto inmerso en un pequeño islote rocoso en otra dimensión de espacio y tiempo. La vegetación del lugar solo le permitía verificar visualmente los alrededores y entonces, aunque sentía esa particular y ominosa sensación que produce el miedo a lo desconocido, trató de internarse en el islote para tratar de descubrir lo que había dentro de él.
En un momento dado, y encandilado por el intenso sol, le pareció ver la sombra de un hombre que se desplazaba detrás de unos árboles. Desesperado comenzó a gritarle con la esperanza que le respondiera, pero como nadie le contestaba, pensó que seguramente había sido una ilusión óptica. La situación era enloquecedora porque el tiempo transcurría y su mente se negaba a asimilar la situación irreal en la que se encontraba.
Sorpresivamente, vio algo que relucía oculto entre unas plantas y se abalanzó sobre él con ansiedad. Era la botella de vidrio con el pico astillado, que estaba tirada en el suelo. Entonces alzó la botella y la sostuvo en la mano, contemplándola una y otra vez, como hipnotizado por la incredulidad. Ella constituía la única prueba que verificaba que había estado en el barco, y era el ancla que lo mantenía amarrado a la certeza real de su existencia.
De pronto, volvió a observar otra vez esa sombra que se deslizaba tras de un árbol, y en una acción desesperada arrojó hacia allí la botella que tenía en su mano con todas las fuerzas que pudo, y casi de inmediato escuchó un alarido desgarrador que rompió el silencio de la tarde. Luego se dirigió corriendo hacia ese lugar, mientras todo a su alrededor se volvía borroso e irreal, hasta que al llegar emitió una exclamación de espanto al encontrar tirado sobre el piso de tierra el cuerpo del mafioso que tanto habían buscado. Éste yacía desgarbado, con el pico de vidrio astillado de la botella clavada en su pecho, temblando en una lenta agonía, en tanto su cuerpo, bajo los efectos de los rayos del sol, se iba derritiendo con sus ojos abiertos y una mueca macabra en su boca. Aterrorizado frente esa tétrica visión, observó cómo se diluía lentamente su cuerpo, formando un charco burbujeante y espumoso en el lugar donde se encontraba tendido.
Fue en ese momento que se recuperó de su desmayo, al despertarse tirado sobre la dura cubierta del barco y a su lado estaba el tapón y la botella rota que contenía el papel enrollado. El sol lo golpeaba sin misericordia y al poner la mano sobre su cabeza advirtió que su cabello ardía, mientras sentía la boca pastosa y la lengua reseca.
Se reincorporó como pudo y fue a protegerse del sol en la cucheta, donde tomó agua fresca para reanimarse. Luego de un tiempo prudencial, y ya bastante recuperado, desenrolló el papel que estaba inmerso en la botella y observó que se trataba del plano de la zona en que se encontraba y justamente alguien había escrito con sangre la palabra SOS sobre la silueta de un islote pequeño, que estaba emplazado muy cerca de la costa donde estaba navegando.
Entonces tomó sus binóculos y observó a lo lejos cómo la espuma del mar besaba la silueta de las playas de aquel pequeño islote en el mar, mientras que su mente lo incitaba una y otra vez, para que ponga proa hacia allí a fin de dilucidar el misterio. Al dirigirse rápidamente hacia el islote, buscó tener consigo su arma reglamentaria, intuyendo que posiblemente aquel sueño habría sido una premonición del destino. Dos días después los titulares de los diarios de la Ciudad, daban la noticia de la aparición con vida y la detención del capo de la mafia.

AUTOR: Néstor Quadri
Breve currícula
El autor es argentino y vive en el barrio Parque Avellaneda en Buenos Aires (Argentina). 
Es de profesión
ingeniero, docente universitario y autor de numerosos libros técnicos. Desde principios del año
2006, y luego de jubilarse, comenzó a escribir cuentos y poesías, participando en numerosos
concursos literarios.
Ha publicado los libros “Cuentos sin nombres” (2009), “Inquietudes literarias” (2011), “La caja
del tiempo” (2013) “Cuentos del Parque Avellaneda” (2014) en Editorial Alsina. Buenos Aires.
Argentina. Otros antecedentes y algunas obras publicadas y con mención en concursos
literarios, pueden verse en su blog:

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"Otoño" (por María de los Ángeles Albornóz) TALLER VIRTUAL 1



Contemplo curiosa , la fotografía de un BOSQUE OSCURO, le coloco un marco dorado, ahora es un cuadro, pero adónde lo cuelgo?
Estoy en ese cuadro, es otoño en Bélgica, allá en las Ardenas. La lluvia forma charcos en los desniveles del terreno. Las hojas dibujan formas misteriosas sobre la tierra húmeda.
Camino por un sendero que bordea el bosque, elijo un lugar estratégico para observar a los animales silvestres, que se acercan a beber el agua de los charcos. Por momentos una luz mortecina penetra por entre los árboles, la pálida claridad lo hace mágico. En medio del silencio y la soledad escucho voces apagadas, son soldados que custodian la frontera, para evitar el paso de tropas alemanas. Las hojas mojadas, amortiguan sus pasos. Se detienen y se sientan debajo de un añoso cedro. Sacan de su mochila un trozo de pan y queso.
Mientras comen y beben agua de una botella. La conversación se hace fluida. Escucho hablar de sus familias, a quienes extrañan, su francés es un poco raro a mis oídos, como estudiosa del idioma, lo siento menos gutural.
-La guerra está durando mucho tiempo. Los alemanes aparecen y desaparecen por todas partes. Saquean nuestros hogares, violan a nuestras mujeres, eliminan a nuestros vecinos, roban nuestras cosechas dejando vacíos los graneros.
-Van sembrando el miedo a su paso, y el clima que no ayuda!
–Aquí al menos, nuestra gente nos brinda un lugar, para pasar la noche. Comparten leche y pan.
-Tienes razón, otros compañeros son menos afortunados, se encuentran en el frente de batalla, sufren hambre y frío. Muchos mueren a diario.
- En Francia los soldados, sitiados por todas partes, caen en continuas emboscadas, el peligro está a cada paso, temen por sus vidas , muchos prefieren morir a caer prisioneros de esos chacales. Hay que reconocer el valor de los maquis, que luchan por la libertad de su país. Matan y hacen prisioneros a muchos alemanes.
-No sé cómo ni cuándo terminará esta guerra impuesta por ese loco nazi, enceguecido por el poder.
Se levantan y continúan su marcha...
Sus voces se apagan. Trato de pensar, miro a mi alrededor, ¿qué hago aquí?- me pregunto.
De pronto unos tiros de metralla sacuden la tierra.
Una mano sobre mi hombro me sacude. Después de enmarcar el Bosque Oscuro, me había quedado dormida en un sofá, frente al televisor…

AUTORA: María de los Ángeles Albornoz- Docente jubilada, cantante, escritora, locutora-
MONTEROS (Tucumán, Argentina). 
Preside América Madre, Filial Monteros. Pertenece al
Círculo Internacional de Embajadores de la Paz de Suiza/Francia y de IFLAC -Argentina y
miembro de instituciones culturales nacionales e internacionales. Tiene publicado libros
en verso y prosa. Recibió premios y distinciones por su labor cultural , social y literaria.

Taller virtual 1

domingo, 29 de marzo de 2020

"Magia" (por Alicia Igarzabal) TALLER VIRTUAL 1



En un verano de 1986 viajamos a Esquel. Parecía nuestra luna de miel aunque ya hacía varios años de nuestra boda, pero el hecho de viajar solos nos producía esa sensación. Recorrimos con entusiasmo todos bellos lugares, al llegar a este bosque el contingente del tour decidió tomarse un recreo, tomábamos fotos, alguien, quizás una audaz estudiante de astrología nos dijo que la energía de los árboles purificaba nuestros cuerpos, allí corrimos todos a abrazarnos de los rugosos y húmedos troncos, aspiramos su aroma, al pie de los enhiestos soldados había piedras que guardamos como amuletos, así estuvimos unas dos horas, riendo Raúl de mí, él más escéptico se divertía con mi credulidad. El sol filtraba poco pero me sentía feliz, rodeada de mágica música.
Hoy quise volver al mismo lugar pero ya sin mi amado, pero lo encontré triste, silencioso, gris, opaco.
La luminosidad venía de nosotros y la tristeza también. Me abracé a los árboles y sentí el abrazo de Raúl, mientras el murmullo susurraba: “Te amo”.
 AUTORA: Alicia Igarzabal- ROSARIO (Santa Fe- Argentina)

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"Sinfonía en gris dolor" (por Delia E. Fernández Cabo) TALLER VIRTUAL 1



La oscuridad penetra por mi piel,
se adhiere a mi memoria y mi presente,
llora lágrimas grises,
gotea soledad en gotas breves
y rodea mi cuerpo de neblinas.
Los árboles solemnes
elevan sus desnudas nervaduras
al cielo que una vez fue tan celeste.
Hoy todo es pesadumbre...
Apenas si un atisbo de luz puede
urdir una esperanza
tan endeble como un copo de nieve,
tan triste como lo es el estar lejos,
lejos de todos. Si,
recordando en las letras del sainete
que es la vida,
que poca cosa somos ante la muerte.

AUTORA: Delia E. Fernández Cabo- CANELONES (Uruguay)

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"Abrir el interior" (por Bruno Giménez) TALLER VIRTUAL 2



La botella firmemente sellada, queda inmovilizada en las blancas arenas de una costa desierta en algún lugar del poniente. Allí donde se descargan las vehementes olas marinas, avivadas por vientos omnipresentes. Quienes reservadamente cumplen un particular propósito. Así como hay quienes le hablan a las estrellas, quienes quedan extasiados frente al resplandor de la llama de una vela en ofrenda o inundados en el angustioso llanto frente a la imagen del ser querido. Yo, cansado de noches de insomnio y un insistente profundo dolor; improvisé una alternativa que pronto celebré y hoy quiero compartir, porque fue medicina para mi alma, alivio para el intenso malestar. Con mi ser aún angustiado, tomé un trozo de papel, y escribí aquello que me presionaba el pecho y quitaba el aire. Combiné letras intentando ponerle nombres a lo que sentía. Garabateé palabras, esas que por cobarde nunca pronuncié. Tracé confesiones, excusas y preguntas que necesitaba hacía tiempo gritar. Y sí, lloré. Lloré en cada renglón, pero fue liberador. Paradójicamente, abrirme y encerrar eso en una botella, fue sanador. Lo que salió al fin de mí, se convirtió en un bálsamo recorriendo la inmensidad de las aguas. El tapón que cubría y cuidaba el interior de esa botella, dejó libre mi interior, más liviano y etéreo. Te extraño, te siento, aunque ahora sin dolor, la paz de esa orilla desierta, esa paz que buscabas, es ahora mía también.

AUTOR: Bruno Giménez- LEHMANN (Santa Fe- Argentina)

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"A la espera de mi amor" (por Armando Ruggieri) TALLER VIRTUAL 2


El océano apenas puede retener la imagen de un cielo salpicado por nubes algodonadas. La falta de turistas en la blanca y fina arena, conforman un paisaje otoñal y triste. Como todos los días, me acerco a la playa para ver si has recibido mi mensaje… mi llamado… Te fuiste a aquella isla hace algún tiempo con la promesa de volver y desde entonces espero, día a día, en este mismo lugar, tu llegada. En un sobre de vidrio encerré mi soledad y mi tristeza y lo lancé al mar para que llegue hasta ti, lo tomes y lo dejes allá, bien lejos. Lo entiendes,  ¿Verdad? ¡Ven querida mía que estoy esperándote!
El sordo golpeteo de las olas contra las piedras del espumoso mar me llena de nostalgia, de felices momentos pasados mientras veíamos cómo el sol se escondía en el horizonte provocando el ocaso para luego apagarse en los confines del mar. Presiento apesadumbrado que el mar se ha vuelto en mi contra. Ha arrastrado nuevamente la botella que llevaba mis esperanzas quedando atrapada en la playa a merced de la arena. Me siento desquiciado y con ganas de gritarle porqué se opone a mi felicidad. La tomo y por enésima vez la arrojo al agua lo más lejos posible. ¡Ve, flota! ... ¡Flota y nada!  ¡Lleva el mensaje a mi amada para que sepa que aquí la espero!!!.  

                  AUTOR: Armando Ruggieri - LEHMANN (Santa Fe- Argentina)

Taller virtual 2

"El destino de un mensaje" (por Liliana Ravasio)- TALLER VIRTUAL 2


“No quiero más guerras en el mundo.
 No quiero ver más fotos de niños desnutridos.
 No quiero que se publiquen informes de violencia.
 No quiero más muestras de desigualdad.
 No quiero que exista la injusticia.
No quiero que el hombre continúe perjudicando a la naturaleza con su contaminación desmedida.
Si estás de acuerdo conmigo, escribíme o llamáme, juntos podremos comenzar a trabajar para que en unos años la paz, la justicia, la solidaridad  y la igualdad sean banderas que habremos de enarbolar en el mundo”
Mi nombre es ….
Mi dirección …
Mi teléfono …
Mi correo electrónico…
Con la letra propia de una niña de su edad, escribió este mensaje en el cuaderno borrador. Habían terminado las clases y las hojas no utilizadas, eran destinatarias de dibujos, frases que se le ocurrían en vacaciones o el desarrollo de algún juego propuesto por un libro o una revista.
Lo dobló prolijamente y lo guardó en la mochila que llevaría al viaje que emprendería al día siguiente con la familia.
El departamento alquilado por los padres, tenía vista al mar. Estaba algo alejado del centro comercial, pero como el propósito era descansar y disfrutar de los tres hijos aún pequeños, la ubicación resultaba ideal.
Alfonsina era una niña muy interesada por la actualidad, a pesar de sus escasos años, se preocupaba por los problemas comunes en el mundo. Leía, preguntaba y guardaba todos los recortes que le parecían importantes.
Como el viaje había sido bastante largo, al llegar, se pusieron ropa cómoda para caminar un rato en la playa y distender las piernas de tantas horas en el auto.
La pequeña disfrutó de un momento con la familia, jugó con sus hermanos, luego cenó y se retiró a descansar.
Tenía un objetivo para esas vacaciones. Sabía de la inmensidad del mar, de que sus aguas llegaban a bañar costas de otros países y también de continentes lejanos. Como le preocupaba mucho la contaminación, conocía de memoria lo que demoraban en degradarse algunos elementos que utilizamos con frecuencia. Sabía que si utilizaba una botella de vidrio, ésta demoraría más de cuatro mil años, pero corría el riesgo de que si se golpeaba, podría romperse. Elegiría una botella de gaseosa o agua mineral, eran muy resistentes a la erosión, su vida podría ser de más de cien años, y en ese lapso esperaba haber cumplido su meta.
Ni bien comprobó que se había terminado el contenido de una botella, sin que nadie la viera, la juntó, la enjuagó muy bien, la puso a secar un rato al sol para que no quede húmeda por dentro y la escondió debajo de la cama.
Segura de que todos dormían, cansados por los juegos en el mar y la arena, introdujo el mensaje en la botella, la tapó bien y descendió la escalera hacia la playa.
No era temerosa, pero de todas maneras, la luna era un farol inmenso y potente esa noche.
Caminó un rato y cuando le pareció que la fuerza del mar era suficiente como para alejar con rapidez la botella, la arrojó lo más lejos que pudo.
Desde ese momento, su vida giraría en la esperanza de recibir una llamada, un mail, un aviso de que alguien habría recogido el mensaje y estaba dispuesto a acompañarla en su iniciativa.
Pasaban los años, la situación del mundo no mejoraba y si bien ella se comportaba como una persona responsable y correcta, no recibía el aviso de que hayan leído la nota.
Eligió una carrera afín a la asistencia social, participaba de fundaciones y organizaciones que en parte la hacían sentir que algo hacía para mejorar lo que no estaba bien, pero no lograba estar satisfecha…
Jamás hubiese imaginado que ese día cambiaría su vida para siempre.
La hermana menor se había realizado estudios solicitados por los médicos, para diagnosticar una dolencia que hacía un tiempo los tenía preocupados. Necesitaba un donante de médula y Alfonsina era la única persona compatible.
Debían viajar al exterior para realizar el trasplante.
Se despidieron del resto de la familia con la promesa de que algunos viajarían ni bien ellas estén en condiciones de recibir visitas. Sólo las acompañó el padre.
Fueron horas muy difíciles, regadas de dolor e incertidumbre. Los partes con los avances se conocían esporádicamente y el tiempo avanzaba lento.
Pero todo salió bien, Alfonsina fue la que primero se recuperó y comenzó  una vida normal. La hermana necesitó más tiempo y atenciones especiales.
Extrañaba mucho a su pequeña hija, que había quedado al cuidado de la mamá y del esposo.
Por un tiempo se olvidó de la ansiedad que toda la vida la había invadido, esperando una respuesta al mensaje arrojado al mar.
Una mañana, golpean la puerta del hotel donde se alojaban, y al que se había ido a descansar, mientras su hermana aún permanecía en cuidados intensivos.
Su madre había viajado para reemplazarla, pero no voló sola, llevó consigo a la pequeña hija de Alfonsina.
Se fundieron las tres en un abrazo que resumía todo lo que se habían extrañado y toda la ansiedad acumulada por el anhelo de que la operación resulte exitosa.
Llevó a la mamá al sanatorio y salió a caminar con su hija. Conversaron, tomaron un helado y sin darse cuenta, llegaron a la playa.
Inmediatamente, Alfonsina relacionó ese mar con el de su país, aquel en el que veraneaba de pequeña.
No dijo nada, pero quedó pensativa.
Se sentaron en la arena, comenzaron a jugar, mientras inventaba historias de sirenas, de piratas, de peces mágicos y tesoros hundidos.
Cavaban túneles, construían castillos, puentes, pasaban la tarde recuperando el tiempo que habían estado separadas.
De pronto la pequeña descubre algo enterrado, bastante profundo, como que los años lo habrían guardado en la playa, bien resguardado de la erosión y del paso del tiempo.
Comenzaron a alejar con las manos,  la arena que lo cubría.
-¡Mirá, mamá! ¡Una botella con un mensaje! ¿Me lo leés?
Alfonsina lo sabía de memoria, pero lo disimuló y leyó a la niña lentamente ese deseo que expresó de chica.
El destino quería que fuera su hija la que se comprometiera personalmente a ejecutar acciones para lograr un mundo  mejor.
Ella había hecho todo lo posible, algo había logrado. Estaba segura de que la perseverancia que le había heredado, continuaría la lucha que ella inició muchos años atrás.
Se tomaron de la mano… caminaron hasta la clínica.
AUTORA: Liliana Ravasio- RAFAELA- (Santa Fe- Argentina)

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