Anoche me estaba maquillando un poco para ir a una obra de teatro en el salón de la biblioteca. Julia me miraba reflejada en el espejo.
JULIA- no parecés una abuela
YO- ¿Por qué lo decís Julia?
JULIA- porque las abuelas no se pintan.
JULIA- no parecés una abuela
YO- ¿Por qué lo decís Julia?
JULIA- porque las abuelas no se pintan.
Vine a la vida un frío junio
a escasas cuatro cuadras de
tu casa,
tú ya contabas con diez
años,
yo ni siquiera sabía de tu mirada,
tú ya andabas correteando en
las veredas,
con canicas o un balón,
o esquivando indios y
piratas,
yo, en mi llanto de bebé,
arropada en una cuna
con una sábana blanca,
con sólo unos pocos metros
entre tu casa y mi casa.
Y así, anduvimos, un trecho,
advirtiendo el mundo por
sendas separadas,
tú, con tu impetuosa
juventud,
yo, aún con la inocencia de mi
infancia,
y crecíamos,
al ritmo de los sueños,
deambulando por cornisas,
optando por senderos llanos
o cuestas empinadas,
sin percibir todavía
que estábamos allí,
a sólo cuatro cuadras de
distancia.
Y un día,
un misterioso día,
cuando confabularon duendes
y fantasmas,
la brisa del norte
me apareció de pronto
con tu frescura,
con tu picardía espontánea,
y fuimos dos en una misma senda,
dos en la noche de verano
y en lluvias de primavera
bajo un mismo paraguas,
y en tus labios y en mi tez
se despertaron calandrias,
entonces supe de pájaros,
de un catorce de febrero
de tu nombre en tantas
letras,
e insomnios de madrugada.
Hoy somos ese sol por la
mañana,
el que atrapa la ventana,
inundándonos la piel.
Somos un pedazo de la tarde,
un encuentro programado
con la taza de café.
Somos un paseo en bicicleta,
o una excursión por la plaza
a la par igual que ayer.
Somos esos hijos que
parimos,
que soltamos a la vida,
con el reto de crecer.
Somos esos nietos que se asoman
sorprendiéndonos las horas
con diabluras de papel.
Y seguimos andando,
con el cabello más blanco
y otras líneas en la cara,
y el torrente que nos lleva
nos reta y nos desafía
a sofocar las borrascas.
Pero al final del día,
cuando la luna se asoma
en las tipas de la plaza,
volvemos a programar
ese encuentro cotidiano
en tu casa, que es mi casa.
Mezcla de seducción y de mentira,
de
señales esquivas y secretas,
de miradas
que se cruzan, clandestinas,
buscando
una estrategia.
El
juego requiere picardía,
respetando
las reglas,
los
gestos generan el mensaje,
el
naipe llegará como respuesta.
Ya se
mueven los labios en silencio,
ya se
entornan los ojos, ya se encumbran las cejas,
un
rival a cada lado, y el aliado
al
frente de la mesa.
Un halo
de amistad vuela la sala
mientras
sigue la escena,
aunque
haya que plantar duda y engaño,
aunque
haya que ocultar una apariencia.
Ya se
exponen las cartas españolas
y la
batalla comienza,
el trío
de barajas se desarma
a la
orden de una seña.
Con su
orden paternal de turno,
“poné” grita el pie, mientras alienta,
será
fundamental una maniobra
que
asegure la primera.
Ya suena
“envido” desafiando puntos,
los
números vendrán por la derecha,
entonces
se anima la partida,
y el
reto finaliza con las buenas.
Y siguen
las miradas escondidas
porque
la segunda ya se allega,
al
canto de “truco” va la ronda
mientras
las trampas acechan.
Un
cuatro disimula el poderío,
y
planta confusión para la treta,
entre “quiero” y “no quiero” van los puntos,
entre
gritos y jugadas encubiertas.
Se
miden las palabras con cuidado
insinuando
prudencia,
ya
crece la tensión y el titubeo
cuando
el final se acerca.
Se
recita poesía, se provoca,
se
presiona con pasión y con destreza,
será
vencedor el más osado
o el
que porta la seña.
El encuentro no tiene sitio propio,
será la
mesa de cualquier taberna,
o tu
casa, o mi casa,
o
cualquier rincón donde las cartas quepan.
De
fiesta popular va la jornada,
tan
propio como el tango o la chacarera.
La
escuela es la calle, y es cultura,
es
acervo de tradición y herencia.
Julia- Abuela, ¿ por qué la Mora es un perro?
Yo- Y porque hay personas y animales, y la Mora es un animal.
Julia-¿ pero por qué?
Yo- (sin saber cómo darle una explicación lógica y sencilla, ya que evidentemente lo que le dije no la conformaba, busqué en mi mente lo que tenía más a mano, ya que me tomó de sorpresa. Y le contesté algo que a mí tampoco me conformaba) y porque nació perro.
Se quedó callada, quizás pensando que no tenía sentido seguir preguntando, porque yo no le iba a sacar la duda.
Quizás más adelante Julia, cuando yo también lo entienda…