POESÍA. NARRATIVA. INFORMACIÓN LITERARIA. CONCURSOS. AUTORES CLÁSICOS Y NÓVELES


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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

Los encontrarás:
En Rafaela (Santa Fe): en Librerías "EL SABER", "PAIDEIA" y "FABER".
En San Francisco (Córdoba): en Librería "COLLINO"
y en otras librerías del país.

miércoles, 29 de abril de 2020

DÍA DEL ANIMAL- "La zorra" (de la autora)


(1ª  Mención en Cuento "XXIV Concurso Literario Provincial Mario Vecchioli" - Municipalidad de Sunchales- Sta. Fe -Argentina-2012)
     Esta es la historia de una zorra, que trajeron, hace un tiempo, del campo al pueblo y no tardó en adaptarse como parte nuestra comunidad. Se instaló en un sector que, podríamos decir, es donde hay más movimiento y la entrada obligada para todo el que llega a Clucellas, un pequeño pueblito agrícolo-ganadero de la provincia de Santa Fe. Comenzamos a llamarla “La Zorri”.
     En seguida se ganó la simpatía de todos los vecinos, incluso de las sociedades canina y felina que habitaban el barrio y que la tomaron como un entretenimiento diferente, ya que frecuentemente se la veía jugar con integrantes de estos dos grupos. Era común verla transitar por patios y jardines o frentes de casas, cuyos dueños trataban de no hacer ruido para no espantarla, y mantenerla un ratito más, como si fuera su mascota. Nadie sabía bien donde dormía porque siempre “aparecía” y todos le daban de comer. Cuando veía que alguien le traía comida, se acercaba lentamente, calculando la distancia, y esperaba que la persona se alejara para recién tomar su ración. A veces, se alimentaba de los balanceados de los perros y gatos que robaba con mucha astucia, mientras el verdadero dueño de la comida estaba distraído.
     Formaba parte, también, de las reuniones sociales, durante el transcurso de las cuales comía de las sobras que “caían” al suelo. Era habitué, por ejemplo, de un club del barrio donde semanalmente un grupo de amigos se reunían a comer y donde ella era también protagonista, pasaba casi desapercibida alrededor de la mesa, sin acercarse demasiado, hasta que alguien le tiraba algún pedacito y entonces salía a gran velocidad con el preciado trofeo. Por las mañanas, asistía al izamiento de la bandera en la escuela primaria, lo que distraía la atención de los alumnos que cantaban “Aurora” parados en la fila. Y por las tardes concurría al “campito” donde los chicos se juntaban a jugar al fútbol, ella los provocaba e intentaba quitarles la pelota sin ninguna intención de atacarlos o se quedaba en un extremo de la canchita observándolos mientras jugaba con algo que había encontrado.
     Para los extranjeros era una novedad y un atractivo pintoresco del pueblo. La radio y el cable local hicieron un informe especial que luego transmitieron a localidades vecinas, informando sobre nuestro simpático individuo. También fue motivo de fotos para quienes queríamos tener un testimonio de que lo salvaje puede convivir en armonía con lo doméstico y cotidiano.
     Solitaria, distante y observadora, siempre midiendo las distancias, no se dejaba tocar, como sabiendo que estaba en un lugar que no le correspondía. Pero rondaba libremente las calles del pueblo y ya todos sabíamos que formaría parte de la historia de Clucellas, por eso, la cuidábamos. Cuando pasaba un auto o cualquier vehículo por esa zona, el conductor reducía la velocidad si veía que la zorra estaba cruzando. Y cuando hacía unos días que no aparecía todos preguntábamos por ella y sólo nos quedábamos tranquilos cuando alguien afirmaba con seguridad “yo la vi ayer” o “estaba jugando en tal o cual esquina”.
     De a poco y no sabemos por qué, se fue cambiando de barrio. Y algunos decían que la habían visto peleando con otros perros, varios de ellos acostumbrados a cazar. Muy rara vez se asomaba por el centro del pueblo y su habitual ausencia ya nos preocupaba.
     Un día pasó lo imprevisible, o quizás lo previsible. La zorra volvió al barrio, herida. Se recluyó en el rincón de un patio y casi no se movía. Fue en esos instantes cuando permitió que se le acercaran y la tocaran, acaso en señal de agradecimiento por todo lo que habían hecho por ella los humanos. Un agradecimiento silencioso y profundo, reflejado en su mirada, que poco tenía de salvaje. Había invadido un espacio equivocado, el de los animales domésticos, y la naturaleza, sabia y perfecta, se lo reclamó. A lo mejor, llamó demasiado la atención de los hombres para que los otros animales soportaran su presencia. Celos, lo llaman algunos, competencia, le dicen otros, la supervivencia al fin.
     Ni siquiera el veterinario la pudo salvar, las heridas ya habían hecho lo suyo, en ella… y en nosotros.
 Publicado en el libro “Sentate que te cuento”- Editorial de los cuatro vientos- Bs. As.- 2009.

"Mensaje del destino" (por Silvia Cottura) TALLER VIRTUAL 2



     Me levanto temprano, enojada, dolida, sabiendo que ocultarme la noticia es parte de no hacerme sufrir, pero me duele, transcurrió una semana de aquel día y todavía mi orgullo no me permite perdonarlo.
     Salgo descalza a recorrer la playa, camino despacio como dejando transcurrir el tiempo, el sol resplandeciente pega en mi cara y una suave brisa me roba un suspiro, el agua fresca que roza mis pies me aliviana, me tranquiliza, detengo mis pasos para disfrutar del paisaje...en ese momento veo un resplandor en la arena que llama mi atención, me acerco, y para mi sorpresa, es una botella, de esas que llevan mensajes, pienso - ¿que hago? correspondería leerlo- luego decido que sí, que de todos modos quizás a la persona indicada nunca  llegue el mensaje. Es una sensación rara, me siento una intrusa, saco el mensaje y allí leo:


“Te quiero más que a nadie, si el tiempo, la vida o el destino deciden que volvamos a encontrarnos, ya no dejaré que te alejes de mí.
                        Tu amor por siempre."


     Mis lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas, enrollo el papel, lo pongo en la botella y lo arrojo al mar. Salgo corriendo para llamarlo y decirle que todo estará bien, y con un gran alivio en el alma me quedo pensando, a quien más le llegará el mensaje.

AUTORA: Silvia Cottura- Clucellas (Santa Fe- Argentina)

Taller virtual 2

martes, 28 de abril de 2020

Antología "Bosque oscuro" - TALLER VIRTUAL 1




PREFACIO

     Este taller surge con motivo de la pandemia mundial de coronavirus, que comenzó a fines de 2019 en China, y se extendió al mundo entero, imponiendo una cuarentena en distintos lugares.
     La necesidad de escribir es siempre una salida en los momentos de crisis, y un espacio compartido es siempre un lugar de encuentro. Algunos asocian lo que escriben con la realidad; otros apelan a la ficción, para escapar de ella.
     La imagen seleccionada despertó nostalgias, travesuras de la infancia y recuerdos. El bosque oscuro fue tomado como metáfora, como sitio para una aventura o un cuento de terror, como resultado de sueños o pesadillas, y en contados casos, como un espacio para el humor. Allí aparecen duendes o fantasmas, ocurren milagros o tragedias. También hay cuentos con finales abiertos, que seducen al lector a inventar un desenlace.          
     Con gran sorpresa, un total de 78 textos llegaron desde distintas provincias de Argentina,  desde otros países de América (Chile, Uruguay, Costa Rica, Cuba y Colombia), y desde Europa (España y Alemania).
     La idea de recopilar los escritos en una antología aparece como forma de valorar el esfuerzo de los escritores, y apreciar los distintos géneros, temas, tonos y enfoques que se pueden aplicar a través de una misma imagen.
     El orden de las obras- cuentos, poemas y relatos- responde al orden en que fueron recibidas y publicadas en el blog:
beatrizchiabrerademarchisone.blogspot.com.
     Los invito a sumergirnos en el bosque oscuro, y a atravesarlo, a través de las palabras de sus autores.


Beatriz Chiabrera de Marchisone
Recopiladora 

Taller virtual 1

viernes, 24 de abril de 2020

"En una botella azul" (por Sonia Rovegno) TALLER VIRTUAL 2



Tu carta llegó hoy
el mar la dejó en la arena
en una botella azul

Quizás aún perdure
la huella de tu mano
en el papel
testimonio resabio del ayer

Ya es muy tarde
nos perdimos
mi corazón
ha roto su embalaje
de llorar.

Hubo un día,
todo era tan limpio
cristalino
¡tan querido!
Hoy solo hay tristeza
soledad, vacío.

Nos perdimos
el tiempo compartido
apasionado
aquél,
de sábanas ajadas
se ha esfumado.

Tu carta llegó hoy
no voy a abrirla
he ensayado tu ausencia
tantas veces
que archivé
la costumbre mendiga
de creer todo
lo que digas
por fin
he comprendido
nos perdimos.


AUTORA: Sonia Rovegno- Montevideo (Uruguay)

Taller virtual 2

"Jángala" (por Carlos R. Marchese) TALLER VIRTUAL 1



Está en algún libro

hubo una selva

hace tiempo

Allí
en el crepúsculo
transcurrían los días

pero con frecuencia
la noche
llegaba de improviso
descendía con el agua
como pequeñísimas flores
esa lluvia, que en alguna época
derraman los árboles

pero al cesar
y muy de tanto en tanto
una flecha
incandescente
perforaba
esa penumbra
y sobre los charcos
reflejaba pétalos
plumajes
de color inexplicable

Al fin
la oscuridad
se adueñaba de todo
sólo en los ojos ciegos
vueltos hacia la altura
titilaban por instantes
insectos
inalcanzables
monstruosos

Quienes allí habitaron
por ver las inasibles flechas
su luminosa fuente
se aventuraban
sobre el ramaje débil
entonces
caían a tierra
y en un hálito
expiraban
sin poder expresar
con  palabras
aquello
apenas entrevisto....


AUTOR: Carlos R. Marchese- Buenos Aires (Argentina)

Taller virtual 1

miércoles, 22 de abril de 2020

"Adentro de la botella" (por Yanet Helena Henao Lopera) TALLER VIRTUAL 2




Sobre la arena,
atrapando prismas,
esa botella espera.

¿Qué trae, adentro?,
es la pregunta.

¿Una nota cautiva?
¿Un viejo pergamino,
que busca librarse
de la resaca?

¿La confesión
de un fugitivo
—y su sentencia—,
entre la marejada?

¿La carta de un suicida,
y su grito
desde el acantilado?

Aún no adivinan,
mis ojos,
la ignota respuesta
sobre la arena.
  
Atrapando prismas,
esa botella,
aún espera…

AUTORA: Yanet Helena Henao Lopera -Medellín  (Colombia)

Taller virtual 2

"Sueño inconcluso" (por Nélida Baros Fritis) TALLER VIRTUAL 2



A Manuel  Torres  Blumell, el amor de mi vida.
Manuel  había partido embarcado en el "Ulises"   y vivía con la esperanza del reencuentro  con su novia Yaren, quien  permanecía  en el puerto de Valparaíso. El joven  sufrió  un accidente, cayó de una escalera  en barco, estuvo en coma un largo  tiempo .Se fracturó  la pelvis y piernas,  su recuperación era lenta.      Permaneció seis meses   hospitalizado en Madrid después del coma, quedó con secuelas  una amnesia disociativa. Él ignoraba que Yaren lo esperaba y que seguía escribiéndole a  diario, enviando cartas que nunca llegaron.
Cuando volvió del coma tenía vagos recuerdos, mediante la terapia recobró su estado físico y siguió en tratamiento  para recuperar su memoria. Su familia  no se enteró del accidente. Cuando  estaba mejor de salud  regresó  a Chile para continuar el tratamiento.
 Uno de sus primos que vivía en Caldera lo visitó en su casa  meses después, le llevó de regalo una botella que encontró en la playa de Bahía Inglesa.
Al abrirla, había un rollo de cartón envuelto en plástico, contenía  una foto donde aparecía  una muchacha  con un vestido amarillo y una rosa en los cabellos, cogida de la mano de un joven. Al reverso de la foto decía Manuel y Yaren, se aman.
Manuel comenzó a leer, su madre, su hermana y el primo estaban impresionados que estuviese recuperando el habla. Decía por favor tienen que buscarla y decirle que venga a casarse conmigo. Recuerdo que en mis sueños veía en una playa una muchacha de vestido amarillo. Siempre aparecía como un ángel, le comenté al siquiatra y decía que los sueños inconclusos no siempre se cumplían, pensó que estaba loco. El joven comenzó a llorar, a llorar y nadie hablaba. Todos recordaron en silencio que, la muchacha de la foto fue encontrada muerta, se había ahogado  en Año Nuevo del 2001.
El mutismo de Manuel  por segundos los dejaba perplejos, se miraron y la madre habló:-Hijo mío, te prometo que buscaremos a la muchacha y si todavía vive en Valparaíso la invitaremos a visitarte.-Gracias mamá.
Cogió la carta y leía en silencio. Todos comprendieron que debían dejarlo sólo. 
“Perdí a mi familia cuando abandoné el convento en Santiago. ¡Manuel ¡Fuiste mi gran elección. No puedo olvidar ese verano de amor y poesía. “Aunque pasen mil noches de silencio te seguiré amando.  ”Eres la estrella de mis sueños amado mío, si soplaras mi corazón, sonaría una campana  que borraría la nostalgia.”  Amado mío, son tantos recuerdos que  nunca te olvidaré. Cuando mañana despunte el sol, llegaré de nuevo  al muelle a ver si  aparece el “Ulises”. Yo soy la que  espera,  una palabra, una sonrisa tuya, y la ausencia se hace insoportable. Voy  a la playa, círculo recogiendo caracolas y les pregunto, ¿dónde estás? No hay respuesta para mí. Converso con los pájaros, vuelo en su vuelo de una roca otra  y mis ojos se zambullen en el agua junto a ellos. Me adhiero en la arena, la siento correr en mi piel, me adormece el calor. Tus besos van en mi sangre y mi boca descarga los besos en tu pecho, amor mío. Siento las olas   lamiendo la  piel de mis  brazos y es tu boca, abro los ojos  y estas  de pie sonriente con un mechón de cabellos rubios sobre la frente. Al levantarme  tu figura se va alejando y se pierde entre las olas. Grito, corro desesperada, llegó al borde del agua, los pequeños ríen, los hombres y mujeres miran. La mirada mía se pierde  en el horizonte y vuelvo a desandar mis pasos como una gaviota perdida.
Amor mío, sigo esperando tu regreso, asoma la luna y vuelvo a casa con los ojos cansados, la noche se hace infinita  contando las estrellas, la tierra  no cambia en días y horas, pero si ríes junto a mí, abrirías las puertas del cielo..."
Autora: Nélida Baros Fritis- Copiapó (Chile).

Taller virtual 2

"Al otro lado del miedo" (por Yanet Helena Henao Lopera) TALLER VIRTUAL 1




Quédate allá,
al otro lado del miedo…

Antes de la bruma,
los fantasmas
se asfixian de tedio.

No regreses.

Amígate con la muerte:
¡Ya habitas su mundo!
Exhala —por fin— tu nombre
en su silencio.

Antes de la bruma,
las hojas secas
callaron tus pasos,
¡No los míos!

Es que yo…
voy de regreso.

AUTORA: Yanet Helena Henao Lopera- Medellín (Colombia)

Taller virtual 1 

"El bosque" (por Claudia Fernández) TALLER VIRTUAL 1



     Claroscuros del bosque que me rodea.
     Luna que ilumina escabulléndose sobre la trama de la frondosa vegetación que lo cubre todo y solo deja entrever retazos de un cielo negro en la noche.
     Sonidos de los búhos y las lechuzas que anuncian su presencia, avisando que no quieren ser molestados. La noche es de ellos, como también lo es mía.
     La noche es mi mundo. El bosque es mi lugar. La sabia vegetal corre por mis venas. Soy una con el bosque, con las plantas, con el agua del pequeño arroyo que corre con suavidad, que me habla con el susurro de sus aguas, que me dice que éste es mi lugar. Y que, al ser iluminado por la plateada luz de la luna, refleja mi rostro cual espejo.
     Hace tanto que estoy aquí, años, muchos años. Al principio me buscaron. Todos me buscaban. Los veía pasar desde el lugar donde él me había dejado. Quería hablarles, quería tocarlos. Quería gritar ¡Estoy aquí! Pero no me oían, no me veían…
     Después de muchos días de buscarme dejaron de hacerlo. Ya no me buscaron más. Al verlos irse corrí tras ellos ¡No me dejen, estoy aquí! Les grité. Pero no pudieron oírme, siguieron su camino. Aunque luché mucho por seguirlos el bosque no me dejó salir de sus límites.
     Tardé en entender que nunca saldría del bosque. Que por toda la eternidad mi lugar sería éste y que, en forma incorpórea estaría siempre junto al arroyo, los árboles, los búhos y las lechuzas.
     Cada año viene él y deposita una flor en el lugar donde dejó mi cuerpo enterrado.

AUTORA: Claudia Fernández- Balcarce (Buenos Aires- Argentina)

Taller virtual 1


"Camino de ida" (por Cristina Gioffreda) TALLER VIRTUAL 1



La espesa niebla dificultaba mi visión de lo que parecía
ser un bosque, un charco que se asemejaba a una
pequeña laguna, reflejaba un gran espejo de agua.
Yo miraba desde lejos esa escenografía desolada, el
horizonte no se veía, solo se escuchaba el sonido que
deja la lluvia al deslizarse por los árboles.
No sabía que había detrás de ese paisaje inhóspito y
solitario, pero a pesar del miedo que me producía, su
atracción era tal, que me dispuse a transitarlo.
A medida que me acercaba esa perspectiva iba quedando
atrás, se observaba una gran plaza con senderos de
piedra mojada, y sus bancos de madera oscurecida,
también producto de la lluvia, más adelante vì la imagen
de una niña cubierta con harapos, lo que había sido un
vestido colgaba desecho de su figura, sus ojos eran
grandes , muy grandes, su cara y cuerpo sucios revelaban
que había estado allí mucho antes que la lluvia azotara el
lugar, esa geografía ambiental me recordaba una
melancólica pintura de Cézanne.
Quise preguntar pero no pude, mi voz se había silenciado,
mis brazos se estiraron para poder tocar su piel que
presentaba un color cetrino, intentaba llegar a ella con la
punta de mis dedos, pero aunque inmóvil, parecía
impedírmelo.

El manto de hojas mojadas que tapizaban el lugar
humedecían mis zapatos, por lo que decidí seguir sin
ellos, no podía verme pero sentía que mi cuerpo estaba
sucio y mi vestido en jirones, la niña de ojos grandes me
hizo un lugar junto a ella en el frío banco que ocupaba,
con un gesto, que rápidamente entendí, nos miramos
sobre el espejado y ya pequeño charco de agua, éramos
idénticas, los ojos grandes infinitamente tristes,
descalzas, con ropas sucias que colgaban deshiladas, solo
pronunció unas breves palabras --“no se puede volver”-- ,
entendiendo muy bien el significado de las mismas, le
respondí --“no quería venir”--.
Una luz comenzó a señalarnos el camino, al final de esa
plaza con disfraz de bosque temible nos esperaba un
jardín de rabiosos colores, un sol cálido besando nuestros
cuerpos, una senda de pastos verdes y un vestido nuevo
para acompañar la entrada a ese camino de ida.

AUTORA: Cristina Gioffreda-  Capital Federal (Buenos Aires- Argentina)

Taller virtual 1


"Para Alfonsina" (por Mery Salum) TALLER VIRTUAL 2


Por  la ancha playa caminó descalza.
   ¿Soñaba el reencuentro?
Gaviotas curiosas rozaban
 las huellas de sus pies desnudos.

¿Encontró  respuestas, indagando al oleaje?
La vieron los barcos, escribir un mensaje.
 La vieron las aves, no traer equipaje.

 Guardó  en la botella palabras intensas
que no pronunció antes de partir.
Quiso ser la roca, dura, indiferente.   
Pero es el recuerdo perenne del mar.


AUTORA: Mery Salum- Río Cuarto-  (Córdoba. Argentina).

Taller virtual 2

"Paisaje" (por Georges René Weinstein) TALLER VIRTUAL 1



Bosque…
atrapado en la niebla,

Charca…
rebosada de agua,

¡ni peces, ni ranas!,

¿habrá…
soledad  en mis ojos?


AUTOR: Georges René Weinstein-  Medellín (Colombia). 

Taller virtual 1

"Mensaje esperanzado" (por Griselda Morand) TALLER VIRTUAL 2




            El sol estaba en su cenit y producía un calor intenso. Aún en malla, estaba transpirada y molesta. Se levantó de la arena de la extraordinaria playa que encontró en un pueblecito perdido e ignoto donde estaba pasando sus vacaciones.
            De pronto una ola le besó los pies y le acercó algo brillante, que flotaba a los tumbos y atrajo su mirada. Se agachó y recogió una hermosa botella verde…¡tapada!. La puso a contraluz y descubrió el contenido. Con mucho esfuerzo retiró el tapón y con mucho cuidado  extrajo un rectángulo de papel ajado, que tenía escrito el siguiente mensaje: “Papá Fabián: Vení a buscarme. Oscarcito”. Se fijó en la letra insegura de un niño ¿de unos ocho años, más o menos?
            Tardó unos minutos en recomponerse, impactada por la misiva, imaginando distintas situaciones, con la mirada perdida en el horizonte marino. Luego se calzó la bata, se puso las ojotas, recogió presurosamente la loneta y su bolso con los accesorios personales, se aseguró el sombrero y partió hacia el cuarto que le servía de hotel en aquel paraje.
            Le salió al encuentro el locador, preguntándole si había disfrutado de la mañana, pero no atinó a responderle cuando de sus labios salió la pregunta:¿Conoce a un hombre llamado Fabián? El viejo respondió con otra pregunta: ¿Alguien la molestó en la playa? Negó con la cabeza y se introdujo en el cuarto, asombrada de su reacción.
            Luego de ducharse y vestirse con ropa de calle, partió hacia el viejo y pequeño bar que tenía pretensiones de restaurante. Pidió una comida rápida y cuando se la trajeron se sorprendió a sí misma preguntándole al improvisado mozo: ¿Quién se llama Fabián en este pueblo? La negativa le produjo cierta desazón.
            A la mañana siguiente se instaló con sus bártulos en la pequeña pero encantadora playita. Se acercó a darle los buenos días el playero, que también cumplía el oficio de rescatista. Entablaron una conversación sin pretensiones y de nuevo le surgió la pregunta: ¿Usted conoce algún hombre llamado Fabián?  El muchacho recorrió con la mirada a los pocos bañistas que estaban allí a esa hora.-No me refiero a un turista, sino a alguien que vive aquí- le dijo. El joven le respondió con un gesto negativo y como todo pueblerino quiso saber el motivo  del interrogante. Se hizo la desentendida y colocó los auriculares, dándole a entender con la actitud que se disponía a escuchar música.

            En los días siguientes pasó lista a los hombres del entorno. Se permitió el juego de ponerle imaginariamente el nombre “Fabián” en la frente, pero no resultaba. -Tiene que ser del villorio o de algún paraje vecino- dedujo.
            El viernes había algunos nubarrones en el cielo, pero el viejito que le alquilaba el cuarto se apresuró a tranquilizarla: -No son nubes de lluvia, Dentro de un rato sale el sol- Lo saludó y marchó lentamente hacia el mar. Se tendió cuan larga era y dejó que la brisa la acariciara. Al rato salió débilmente el sol y le aportó tibieza. Pero tenía una sensación extraña, un desasosiego. Se sentó para alcanzar la radio y tropezó con unos ojos que la miraban con insistencia. Repasó su vestuario y no halló nada llamativo. Hizo caso omiso y buscó en el dial su onda favorita. Cuando sintonizó, nuevamente los ojos del caballero estaban prendidos en ella. No recordaba haberlo visto en los días anteriores. Su coquetería femenina le hizo pensar que había hecho una conquista. Siguió disfrutando de sus vacaciones, desentendiéndose del asunto. Cuando la mañana concluía se preparó para partir. El joven seguía en el mismo lugar, sin perderla de vista. Lo miró con fijeza y se acobardó cuando lo vio venir hacia ella.
            -Usted busca a un hombre llamado Fabián?-
            Afirmó con la cabeza y le disparó: -¿Tiene usted un hijo llamado Oscarcito?- Las lágrimas en sus ojos se lo corroboraron. En silencio le extendió la cartita y le explicó cómo había llegado a sus manos.
            Con la parquedad de la gente sencilla le aseguró: -Estoy con problemas con su madre, pero estoy arrepentido de mi actitud. Le prometo que iré a buscarlo.
           AUTORA: Griselda Isaida Morand- Villa Ángela (Chaco- Argentina)

Taller virtual 2

martes, 21 de abril de 2020

"En el bosque" (por Mari Betti Pereyra) TALLER VIRTUAL 1



Proyección de luz enneblinada,
el bosque impenetrable que fue nuestro.
Ceniza humedecida, nuestra fronda.
Los árboles estiran su talle hacia la luz
definiendo los años que plantamos.
La sombra es firme, define las esencias.
No es mala esa oscuridad
que permite reconocer el rumbo entre la niebla.
Como cuando cerramos los ojos en la noche
para delinear la imagen de los sueños.

No nos hemos perdido. Nos alejamos del sendero
para contemplar el claro del agua estacionada.
En la copa de lo vivido se estrechan los ramajes.
Inmovilidad de brazos que se buscan sin buscarse
en el lienzo gris de la tristeza.
Hojarasca quieta de lo que fuimos.

Los ojos se pierden en un suelo sin relojes.
Allí empalidecen las flores vencidas
por la boca del tiempo que sopló nuestro amor.
Algunas se empeñan en flotar sobre las aguas;
otras, agonizan su blancor en nuestra orilla.
Atrás de la presencia recortada, se esfuman los otros,
que también crecieron con nosotros,
atestiguando el ciclo fértil de los días.
Aún podemos vernos aunque nos alejemos
en la mudez crepuscular del tiempo.
El recuerdo es ese charco vivo, esa laguna
con destino de espejo, a pesar del lodo.
A ella me asomo por buscarme.
Y te encuentro, copiado en mi costado
como en el cuadro de aquel oscuro bosque.

AUTORA:  Mari Betti Pereyra- La Carlota (Córdoba- Argentina)