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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

Los encontrarás:
En Rafaela (Santa Fe): en Librerías "EL SABER", "PAIDEIA" y "FABER".
En San Francisco (Córdoba): en Librería "COLLINO"
y en otras librerías del país.

miércoles, 23 de octubre de 2019

"El faro"- (De la autora)

     Llegué al faro con el único motivo de visitarlo. Nunca había visto uno de cerca y siempre me habían parecido misteriosos, como si en su interior se guardaran historias de marineros y barcos fantasmas. Pero en el fondo, una parte de mí me alertaba que quizás había visto demasiadas películas de Hollywood.
     Yo sabía que muchos faros habían dejado de funcionar por la invención del GPS, algunos de ellos fueron remodelados y transformados en museos, otros, en observatorios de vida silvestre o en centros de investigación atmosférica, cambiando así su función, pero siempre manteniendo el atractivo pintoresco para los visitantes de la zona.
     Y allí estaba ante mí, imponente, desafiante, vigilante, pintado de azul y blanco a rayas, erigido sobre una punta de tierra elevada que entraba al mar y terminaba en un acantilado. Llegué sola, en el jeep que habíamos alquilado para el fin de semana, escapándome de mi familia que había quedado en la playa. Quería recabar datos que pudieran ayudarme en la novela que estaba escribiendo, y para eso necesitaba hacer preguntas a alguna persona idónea del lugar. Supuse que podría encontrar a algún cuidador o encargado que estuviera allí en ese momento.
     Estacioné sobre la arena firme, cerca del sendero principal y me dirigí hacia la puerta blanca de madera un tanto gastada por el viento marino, que hacía de entrada al mismo. Mientras tanto, las olas rompían contra el acantilado desgastándolo cada vez un poco más, en un vaivén constante y perpetuo. Golpeé dos veces con mi puño cerrado y el sonido retumbó en el interior delatando su altura hueca. Miré a mi alrededor y como nadie aparecía toqué la manija y, ante mi sorpresa, la puerta se abrió sin dificultad, la empujé suavemente y se quejó con un chirrido agudo que alertaría a cualquiera de mi presencia. Deduje que el lugar estaría vacío porque no escuché ningún movimiento. Entonces, decidí recorrerlo por mi cuenta con mi libreta y mi bolígrafo en la mano, preparada para anotar cualquier información que pudiera resultarme útil. Me sentía como esos chicos que se escapan a la hora de la siesta para realizar alguna travesura a escondidas de sus padres, con toda la adrenalina que eso implica.
     Ya adentro, elevé mi vista y pude ver una escalera interior, en forma de caracol, que lo recorría íntegramente hasta la cúpula, donde se encontraba el habitáculo con las grandes linternas que hacen de guía a los barcos, ofreciendo un camino seguro a la costa. Yo sabía,  porque había buscado material en Internet para agilizar el proceso de mi novela, que la alimentación de las luces de los faros había pasado por diferentes etapas, desde el aceite de ballena, la parafina vaporizada, los generadores diesel hasta llegar a la energía solar, económica y ecológica. Comencé a subir lentamente, pisando con mucho cuidado, iluminada por las ventanas que estaban en algunos tramos del recorrido, y mientras iba ascendiendo pude percibir que una tormenta, oscura y amenazante, se acercaba por el lado del mar. Ante tal situación, aceleré el paso para poder averiguar lo que necesitaba antes de que la inminente borrasca me sorprendiera allí. Si no lo hacía ahora, mi visita no se repetiría.
     El torreón contaba con otros cuartos pequeños desplegados a los costados de la escalera, necesarios para su funcionamiento diario. Pasé por la sala de control llena de aparatos que no entendía, por una pequeña recámara con herramientas, elementos de limpieza y víveres, y por el cuarto de servicio, siempre tomando notas de aquellos detalles que pudieran enriquecer mi escritura y estimular mi imaginación. Me sorprendió una pequeña biblioteca, ubicada ya casi al final de la escalera, donde se encontraban algunos libros que seguramente servirían para entretenimiento del farero, considerando el tiempo que el hombre debería transcurrir encerrado. Todo parecía normal y tranquilo, como si el encargado hubiera salido por un momento, pero cuando ya estaba llegando a la cúpula, se escuchó un ruido extraño, como el de una palanca accionada, produciendo que la luz del faro comenzara a girar originando un gran resplandor en los ventanales superiores de la torre. Como afuera ya estaba bastante oscuro por los nubarrones, la luminosidad resaltaba aún más. Sorprendida, me detuve inmediatamente y me apoyé contra la pared, porque evidentemente habría alguien arriba, que yo no había visto. Comencé a llamar para que la persona que había encendido el aparato me escuchara pero no obtuve respuesta alguna. El sol ya había desaparecido por completo a causa de la tormenta y mi familia ya estaría en la cabaña; pensé que probablemente se asustarían cuando no me encontraran allí. Yo no había dado información sobre mi aventura; me había escabullido sin aviso, y mi celular había quedado en el jeep. Decidí seguir. Terminé de subir el último tramo de escalera que quedaba y llegué a la cima, encandilada por los destellos que no cesaban. Efectivamente, allí no había nadie. Quizás el mecanismo se había activado automáticamente con algún reloj programado, conjeturé, aliviando el trabajo del personal. Entre los grandes ventanales de la torre pude encontrar una puerta, también de vidrio, que conducía al balcón externo, desde donde se podía divisar la inmensa costa. La abrí y salí a una especie de mirador compuesto por una angosta pasarela contenida por una baranda de hierro. Se me cortó la respiración ante semejante panorama. La brisa marina chocaba contra mi cara y el sonido de las olas penetraban en mis oídos como una sinfonía afinada y única. Todo el paisaje era mío. Extendí mis brazos, como para acapararlo. Me apoyé luego, sobre el barral y me sumergí en el espectáculo que tenía ante mis ojos.  De no ser por la tormenta, me hubiera quedado allí todo el día; cualquier escritor se hubiera sentido inspirado. Deduje que mi familia entendería cuando les contara la experiencia. De pronto, mi concentración se rompió al divisar un objeto que se movía entre las olas. Pude distinguir con dificultad, que era la figura de un barco en medio de la tempestad que se avecinaba, dirigiéndose a la bahía a una velocidad  intrépida y desconcertante. Chocaría contra los arrecifes si no reducía la marcha de inmediato. La luz del faro debería alertarlo pero yo no sabía si el mensaje que enviaban las luces era el correcto. En un movimiento del oleaje quedó al descubierto el nombre de la embarcación que resaltaba en letras blancas sobre la pintura magenta del casco: “Prestige”, pude leer.  Mi desesperación aumentó cuando me dí cuenta que se dirigía directamente hacia una roca gigantesca que por momentos quedaba escondida por la marejada. No había boya alguna que marcara las rocas traicioneras que estaban sumergidas pero que eran una amenaza para cualquier vehículo marítimo. Pensé que podrían ver los rayos que emitía la torre y virar la nave evitando la colisión, pero no fue así. Los desprevenidos navegantes chocaron de lleno contra el objeto que se les interpuso en su ruta de navegación; pude escuchar el estruendo y quedé petrificada.  Comencé a bajar las escaleras rápidamente para pedir auxilio a la guardia costera, mientras las linternas del faro seguían girando, emitiendo señales intensas que seguramente, se verían a la distancia. No pude entender cómo desde el Pretige no pudieron divisarlas, e imaginar así que estaban acercándose a la costa, para tomar las precauciones necesarias. Ya la lluvia golpeaba contra los vidrios y supuse que me resultaría difícil el trayecto hasta el pueblo con el jeep ya que no soy una experta conductora. Pero cuando salí y me asomé lo más que pude al extremo del acantilado, ya no pude encontrar el barco encallado, la roca se veía claramente pero el Prestige no estaba allí. No era lógico que se hubiera hundido en ese pequeño lapso que me llevó bajar las escaleras de la torre. Subí al jeep y me alejé buscando ayuda, en medio de la tormenta que no cesaba. Mi celular tenía llamadas perdidas de mi familia que seguro me estaría buscando, pero debía llegar a avisar sobre la tragedia lo antes posible. El jeep no tenía techo y la lluvia golpeaba mi cara con fuerza y por momentos me obstruía la visibilidad. Mientras conducía no podía dejar de pensar que había sido testigo de un tremendo accidente.
     Cuando llegué al centro de guardia costera que estaba en el ingreso al pueblo, les informé lo que había ocurrido. Ellos me miraron estupefactos y lo que es peor, no se sobresaltaron. Quedé desconcertada cuando me dijeron que el faro hacía años que no funcionaba, que había sido clausurado y que el Prestige era un barco que había encallado hacía cincuenta años llevándose al fondo del mar a toda la tripulación. Para convencerme y disipar mis evidentes dudas, me mostraron una foto que estaba colgada en la oficina donde podía verse exactamente lo que yo había visto desde el balcón de la torre: el barco encallado, hundiéndose, y su nombre claramente visible en letras blancas sobre el casco magenta. 
 
1er PREMIO Concurso de Poesía y Cuento organizado por la SADE Baradero-San Pedro, Escritor Alfredo Cossi, edición 2019-
Publicado en "Rincones y Acuarelas"- La Imprenta Digital- Buenos Aires- 2019 
       
Pintado por YASMÍN PÉREZ- Premio del Concurso
YASMÍN PÉREZ:  Oriunda de Baradero, donde posee su atellier. Profesora en Bellas Artes (Universidad Nacional de Rosario)- Ella pintó el cuadro que fue premio para la escritora.
Fallo del "XVI Concurso de Poesía y Cuento Escritor Alfredo Cossi"- S.A.D.E. Baradero-San Pedro (Buenos Aires)

3 comentarios:

Inés Monge dijo...

Hermoso cuento Bea. ¡Felicitaciones!!

Ale dijo...

Excelente, me encantó. Felicitaciones!

Raquel Castillo dijo...

Excelente cuento!!!!! me hizo llegar al final sin respirar....Felicitaciones por el premio.
Raquel Castillo