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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

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y en otras librerías del país.

martes, 14 de abril de 2020

"Diálogo de un despojado" (por Brenda Alzamendi) TALLER VIRTUAL 2



Cuando despertó vio sobre su cabeza una sombrilla de palmeras cimbreantes, cargadas de enormes manojos de cocos. Estaba en una isla.
Las piernas le ardían, cuando se inclinó para ver, se dio cuenta de que era la única parte de su cuerpo que había quedado expuesta al sol. Estaba realmente trastornado por el accidente, tenía que sobreponerse a lo ocurrido, analizar la situación, ver si era la única persona que se había salvado. Pero no tenía fuerzas.
Se volvió a recostar, el sol velozmente comenzó a zambullirse en las cálidas aguas y se durmió profundamente.
Un abrumador concierto de pájaros lo despertó, recién en ese momento tomó conciencia cierta de lo ocurrido. Se remojó un poco el cuerpo para despabilarse, recogió un coco caído en la arena, con una piedra logró perforarlo. La sed y el hambre cesaron un poco.
Se untó todo el cuerpo con el refrescante líquido sobrante y decidió recorrer la isla buscando algo, ¿Pero qué?
Un giro del destino había virado su vida, era igual a aquel barco sin timón, que lo había arrojado a ella. Lo único que lo ataba a un mundo lejano era un pequeño block mojado y un lapicero que habían sobrevivido en su bolsillo y su vida. Estaba solo, frágil como un niño, al constatar su tragedia de haber sido abandonado en un portal.
Pasaron días de reconocimiento buscando comida, un ser humano. No encontró nada, sin embargo la vida bullía por todas partes.
Había que comenzar a elaborar un plan, este golpe del destino lo había despojado de todo, pensó en su familia, en su vida, en quién los abastecería de ahora en más. Pero era inútil, él tenía que sobrevivir hasta que alguien viniera a rescatarlo. Por lo tanto su tarea ahora era otra.
Llegó la pregunta ¿Qué haré? ¿Cómo sobreviviré? Y comenzó a recoger todo lo que el mar arrojaba a la playa, botellas, restos de redes, Ya vería.
Limpió las botellas las puso a secar, las utilizaría cada tanto, para enviar mensajes en ellas, con sus datos; el block y el lapicero serían solo para eso. Aprovecharía cada bajante, cruzaría el camino de la espuma, nadaría más allá del rompiente para que las corrientes pudieran arrastrar mar adentro las botellas, rogando que no quedaran enganchadas en alguna red.
Talló en una piedra la fecha, la que había llegado a la isla, su nombre, y cada tarde marcaba con una raya el fin de ese día. Así sabría el tiempo transcurrido. No quería enloquecer.
Construyó con palmeras una pequeña choza, pescaba con los restos de redes encontradas, con algunos anzuelos enganchados en ellas, seguramente de aquel barco. Comía moluscos y caracoles apiñados en las piedras interiores de la isla.
No tenía con quién platicar, tenía temor de perder el habla, la comprensión, siempre hizo gala de tener buena memoria, y decidió escribir en la arena, los nombres de sus seres queridos, poemas y todo lo que le viniera a la mente, para mitigar en algo aquellas ausencias.
Luego lo memorizaba todo y para escuchar una voz, lo recitaba, las primeras veces se hacía silencio en el islote, los pájaros callaban, luego se fueron acostumbrando a ese sonido agudo, hasta que su voz dejó de ser propia y se entreveró con el dialecto de las aves.
El tiempo pasaba inexorable, era tanto lo que recordaba, lo que había aprendido de sí mismo, que esa misma fuerza, hacía creerle férreamente que volvería al hogar tal cual se fue. Aunque nadie mejor que él sabía que, de todo viaje se regresa diferente.
Hoy enviaría el último mensaje; ya casi no funcionaba el lapicero y esta era la última hoja del pequeño block. Sin embargo el mensaje fue otro.
Todas las circunstancias habían facilitado una alianza indestructible con la isla, era parte de ese paraíso, donde no había calendario, block, ni lapicero, solamente un viejo sabio que recitaba para sí y sus habitantes, las mismas historias de vidas pasadas.
Decidió dejar de tallar los días en la piedra. No recordaba nada más para escribir en la arena. Qué sentido tenía, si él mismo representaba el tiempo, flaqueando, su barba cana, desprolija, su cabello largo y escaso.
Una tarde pasó por las cercanías un barco de pescadores, igual a aquel que sufrió el siniestro, que lo arrojo hasta aquí. Estaban recogiendo las redes y encontraron como tantas veces entreverado entre los peces, una botella con un mensaje dentro.
Ellos decían que lo que contenían esas botellas, eran mensajes de amor, encuentros y despedidas. No eran para ellos, era de mal augurio quitarle al mar algo que no les pertenecía. Entonces las tomaban del cuello para darles más impulso y las devolvían al mar sin leer su contenido, para que llegaran a buen puerto.
Bien sabían estos curtidos hombres de mar, que la tragedia recala, cuando los mensajes no llegan a tiempo.

AUTORA: Brenda Alzamendi- MONTEVIDEO (Uruguay)

Taller virtual 2


1 comentario:

delia esther fernandez cabo dijo...

Precioso relato, Brenda. Me encantó.