Después de un año de
luchas por cuestiones de enfermedad de mi esposa, decidí tomar unas
vacaciones junto a ella y a mis hijos, que ya eran mayorcitos y no
tendría problemas al viajar, decidí salir sin rumbo, como
habitualmente lo hacíamos, preparé el auto para que esté en condiciones y
salimos a la mañana muy temprano a nuestra aventura .
Habíamos recorrido
parte de la panamericana y nos detuvimos a cargar nafta en una estación
de servicio cuando mi hijo Federico me llama porque vio un aviso de
que por allí se encontraba un lago y una casa abandonada que se
podía visitar o ver de lejos. Como veníamos medio aburridos sin saber
para donde ir, esa idea los entusiasmó, no a mí porque me pareció raro de
la casa abandonada, qué íbamos a ver allí? pero cuando le dijo a Ana, mi
otra hija, también le gustó la idea.
Entonces nos desviamos del viaje entrando en un camino
intransitable de tierra, bueno debo decir que a mi esposa tampoco le gustó la
idea pero ya estábamos en marcha. Anduvimos
como tres kilómetros y no veíamos nada hasta que llegamos adonde
terminaba el camino, resultando que era una cortada.
De allí se
veía impotente una gran arboleda, era como un bosque oscuro que teníamos
que atravesar y allí no nos pusimos de acuerdo. Yo quería volver, mi esposa
también, ellos, mis hijos, querían continuar. Y el que sí y el que no, al final
ganaron ellos, bajándose del auto y entrando al bosque. Yo y mi esposa nos
quedamos parados sin saber que hacer, el bosque era tenebroso, mucha penumbra
tenía y lo cubría una densa neblina que no se sabia de donde era, qué
raro dijo mi esposa:
-me da miedo entrar
allí -
Alberto su esposo le
dice -viste, los chicos
bajaron y no tuvieron miedo-
Sí -dice ella; -pero
donde están? no se los ve-
Bueno- dijo Alberto-
vamos con ellos, no los vamos a dejar solos.
Guardaron las
cosas en el baúl del auto llevando lo necesario y cruzaron el bosque, a
medida que caminaban sus pies crujían al pisar tantas hojas.
Estela dijo: -parece que nadie
cruzó antes por aquí-
No es eso -
dijo Alberto- estamos en Otoño y siempre caen las hojas-
Al internarse más,
se sentía como algo extraño, parecía que alguien los miraba , pero al volver la
cabeza no había nadie, solo el silencio de esos altos árboles en soledad.
Entonces ella le dice-llama a los chicos, adonde se fueron? no se ve nada.
Entonces ella le dice-llama a los chicos, adonde se fueron? no se ve nada.
Y él empezó a
llamarlos, pero no le contestaban y por temor de ellos apuraron el paso.
Casi corriendo, salieron del bosque y fueron a dar con el lago, un espacio
abierto. Desde el lago se desprendía esa especie de niebla, se quedaron
un momento mirándolo y descansando de la corrida por llegar allí. A los chicos
no los vieron y alarmados salieron en su búsqueda, caminaron costeando el lago
mientras hablaban. Enojada Estela por la actitud de los jóvenes y echándole
la culpa a él por consentirles todo y a la vez contemplaba el lago que parecía
una postal, nada se movía en él, ni pájaros ni aves ni pescados. Nada. Era como
un lago muerto. A Alberto también le llamó la atención pero nada dijo.
Al llegar a un
recodo del camino vieron la casa, era inmensa, tipo colonial, se notaba el paso
del tiempo, muchas ventanas estaban clausuradas con maderas cruzadas . No tenían
intención de entrar, pero al llamarlos de nuevo, Federico Y Ana les gritaban de
una especie de altillo que tenia la casa ;
-aquí papá! aquí
estamos, suban, no hay nadie -
Su padre no quería
entrar, ni su madre. Eso de estar en casas abandonadas no les gustaba, y
enojado por la actitud de ellos, les decía que bajaran, pero nadie bajó y
tuvieron que entrar ante la desconfianza que sentían.
Al atravesar la
puerta, sintieron una especie de olor fuerte, como de azufre, y vieron con
asombro que todo estaba con muebles sucios viejos, llenos de tierra, tenía
una escalera y supuestamente pensaron era del altillo, y subieron, Estela con
mucho miedo agarrada a él, y allí dieron con los chicos que estaban como
contentos de estar allí.
Alberto
insistía en irse, no le gustaba el lugar, estaban conversando allí de lo que
vieron cuando sienten un golpe en la puerta de abajo, quedándose mudos
pensando que alguien había entrado. Cuando pasó un tiempo prudencial, cautelosamente
bajaron por las escaleras, les pareció ver la sombra de alguien que entró a
algún lado pero no sabían de qué. Cuando bajan, ven que todo está igual como lo
vieron, pero en el piso había pisadas grandes de agua, pensaron que pudo
ser del lago, sino de dónde esas pisadas de agua. Ya asustados, decidieron
salir por la puerta pero estaba cerrada y en la desesperación por abrirla le
sacaron el picaporte quedándose encerrados, con las
ventanas del mismo modo.
Bueno- dijo Alberto-
de una o otra manera vamos a salir, quédense tranquilos, no hablen, vamos a
arriba a ver qué vemos.
Y desde allí
observaban, ya casi caía la tarde, no se sentía nada, un silencio
total, pero ellos habían visto algo, estaban seguros. De repente otra vez
el golpe, esta vez más fuerte, sintiendo ruidos de maderas rotas
algo así. Se quedaron agachados entre las sombras, escondidos tras
unos muebles viejos, presintiendo que algo había allí.
Con mucho
temor escuchaban, se sentían golpes pausados y algo que arrastraban, y
Alberto, curioso, se asomó a la ventana del altillo para ver si
veía algo, y lo que vio lo dejó espantado. Entonces, llamó a los demás para que
se acercaran y cuál fue el asombro de todos al verlo! un reptil de inmensas
proporciones! mitad reptil, mitad casi humano, parado, que
arrastraba una inmensa cola, se introducía al agua, la cara era como un
cocodrilo, con dos manos y dos patas de grandes garras, llevaba
algo en los dientes que no lo pudieron ver bien, pero algo tenía.
El susto que
se pegaron fue tremendo, y apurados y temerosos de que hubiera otro, bajaron
despacio. Al llegar abajo, vieron la puerta destrozada, por el monstruo,
supuestamente, al no poder abrirla.
Salieron sin mirar a
ningún lado, corriendo desesperados por llegar al auto, al bosque ni lo
vieron, lo cruzaron casi en el aire, ni se dieron cuenta. Al llegar
y ver el auto, se metieron adentro y recién en ese momento se dieron
cuenta de lo sucedido. Apurados por salir de allí, olvidaron algunas
pertenencias que se les cayeron en el camino .
Un silencio hubo
entre ellos, quedándose como pasmados por lo que vieron y
contentos a la vez por la suerte de que el animal nos los viera,
sino estarían en el fondo del lago, como tantos que estuvieron.
Desde ese día,
decidieron no salir más en travesía y sin ganas de continuar por
ese echo fortuito, retornaron a su casa.
Tenían mucho que
contar por haber querido tener una aventura al azar y
conocer un bosque oscuro y una casa abandonada, custodiada por
un reptil de algún planeta cercano, de esos que vemos en la
tele que nos vino a visitar.
AUTORA: Mirta Susana Pérez- SAN PEDRO (Buenos Aires- Argentina)
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