Todo ha sido tan
confuso y extraño en estos últimos meses. La soledad no hace tanto bien como la
gente supone. Mirar cada día el mar te llena los ojos y una descubre que esa
inmensidad, es inabarcable.
Venir con Ramiro a
Mar del diablo fue irracional, y más disparatado, es esperar que esta botella
navegue millas y millas marinas hasta que alguien la encuentre.
Desde que él salió
tras su aventura, el silencio, enhebra cada palabra que digo al paso que doy,
recién ahora comprendo lo que es vivir en el abismo de lo incomprensible, y por
culpa de la incertidumbre, confundo los días y los horarios.
Tal vez sea una
percepción mía, pero me parece que la casa se fagocita. Reduce cada vez más los
espacios que compartíamos con Ramiro. No me ha dejado ni un lugar para
lágrimas, ni cuestionamientos.
Un día, él, vino
intensamente feliz, porque había encontrado a un individuo que lo llevaría en
su barcaza a la unión de los tres vértices…Creo que estaba fuera de la
realidad, decía que en el fondo del mar viven majestuosos dragones… Le rogué,
pero igual se fue…
Hace tres meses que
se adentró al mar... Es tiempo de poner sus notas y rollos de fotos en cajas,
mientras lo hago, descubro su máquina fotográfica y su agenda sobre la
estantería…
Al día siguiente, me
instalé en la playa, lentamente vacié la botella de champagne, luego, coloqué
en ella mi mensaje de mujer despechada…
Arrojo la botella lo
más lejos posible, pero el mar, sinuosamente la trae; entonces decido dejarla
en la arena y que el agua haga, lo que tiene que hacer.
AUTORA: Beatriz Teresa Bustos- SAN FRANCISCO (Córdoba- Argentina)
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