La espesa bruma no
permitía ver grandes distancias, sólo se percibía lo cercano. Jordan, tenaz,
solitario y obstinado navegante, sentía ya demasiado agobio por tanto andar.
No estaba del todo
seguro si el camino escogido era el correcto, las condiciones climáticas
obstruían su visión y, por ende, dificultaban su orientación. Durante varias horas
parecía visualizar siempre el mismo paisaje: el mar y el cielo juntándose en
una sola imagen. Lo que veía era realmente una postal; sin embargo, sus delgados
brazos, cansados de remar y remar, eran señal de que necesitaba urgentemente un
descanso para poder continuar con su trayecto lo más pronto posible.
Aunque el viaje era
largo todavía, la fatiga comenzaba a ganar cada vez más terreno. El problema
era que Jordan se encontraba muy alejado de la orilla. Sin embargo, no le quedaba
otro remedio que continuar hasta llegar allí.
Después de
incasables horas remando, el navegante percibió que estaba acercándose a la ribera,
por lo que decidió aproximarse a ella sin pensarlo.
Cuando llegó,
encadenó su pequeño bote a un viejo poste de madera, gastado por el permanente
roce con el agua del mar. No tenía muy en claro dónde estaba, el lugar le parecía
algo desconocido, pero decidió permanecer allí por un momento para poder descansar.
Estaba totalmente
solo, sentado a la orilla del mar, bebiendo una lata de refresco que llevaba en
su bote junto a otras provisiones.
El cansancio
comenzaba a mermar, por lo que Jordan consideró que era momento de continuar su
travesía. Cuando se alistó para seguir, observó que a lo lejos había algo que sobresalía
de la arena. Como no podía distinguir qué era, caminó hasta allí sin dudarlo.
Al llegar, se
encontró con una botella que contenía un mensaje dentro. Vaciló y pensó por un
largo rato sujetándola con las dos manos. Presentía que debía leer lo que decía
ese papel antes de seguir su trayecto.
Abrió la botella,
tomó el escrito y lo desplegó. Se quedó inmovilizado. Algunas palabras estaban
borradas y otras desteñidas; pero entendió completamente el mensaje.
Fue sólo un instante
que pareció durar una eternidad.
Jordan no creía en
las casualidades y siempre supo que el mar tenía algo especial que aún no había
podido descubrir. Desde ese entonces lo comprendió.
Con la botella en la
mano y con una sonrisa reluciente, se marchó. Ahora tenía bien en claro cuál
sería su próximo destino.
AUTORA: María Cecilia Marchisone- CLUCELLAS (Santa Fe- Argentina)
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