Luego de renovar mis fuerzas, proseguí el ultimo tramo de mi viaje,
debía llegar hasta un pueblo escondido entre las sierras, de nombre Colmillo
Blando que según los datos que tenía, era una aldea de cazadores furtivos.
- ¡Curioso nombre para una población! - reflexioné mientras alegremente
abandonaba el poblado de leñadores donde me tomé un descanso.
Sin más, emprendí la caminata hacia allí. Trepé varias cuestas
pequeñas, para luego adentrarme al bosque.
La tarde se quedaba atrás, el sol se perdía detrás de la última lona
sorteada.
Unos kilómetros más adelante, el camino se adentraba en la espesura
del bosque, la noche ya estaba sobre mí, las copas de los grandes árboles de
uno y otra lado del sendera se tocaba.
La visión se puso difusa, el aroma clorofílico que despedían los
helechos, se fue reemplazando por fragancia nuxebunda de agua estancada o de
madera podrida.
Los sonidos, enrarecían aun más el panorama, a lo lejos se escuchaban
el chasquido de ramas que se rompían, seguido por el graznido de alguna ave
nocturna.
Llevaba casi una hora dentro del inmenso jardín, la luna me brindaba
de vez en cuando un difuso haz de luz que con ingenio o astucia lograba
atravesar el macizo verde que se tejía sobre mi cabeza.
-Debí hacerle caso al tabernero, cuando me advirtió que no cruzara el
bosque de noche- dije experimentando cierto temor.
Avancé un poco más y escuché el sonido de agua en movimiento, debía
estar cerca del puente, recodé.
A pocos metros una bruma incipiente y espesa dificultó el
avance.
-El maestro Lovercrafd hubiese entado encantado con este panorama,
pero yo estoy comenzando aterrarme- bromeé
Un aullido me puso en alerta, mi corazón se aceleró y quise salir
corriendo, pero luego me frené -¿a dónde ? -, volver era una locura, seguir era
la otra opción que tampoco juzgué buena, de pronto un nuevo aullido, esta vez a
mis espaldas. Esto me definió, debía avanzar, pero luego cavilé, si aquel
animal me estaba llevando a una trampa.
Continué mi marcha, un sudor me empapaba por completo, la linterna temblaba
en mi mano, entonces apuré el tranco, el sendero era interminable y tétrico.
Un ave graznó a unos cincuenta metros a mi derecha, sentía como si
estuviera inmerso en un laberinto natural, los sonidos se multiplicaban
exponencialmente, en ese momento el cansancio me vencía, las piernas ya no me
respondían, me sentí desfallecer.
Agotado y tenso, me hinqué de rodillas a la vera del sendero y luego
me tendí sobre la hierba, abandonándome como presa fácil de aquel
fatídico animal que me perseguía, y lentamente me dormí.
Un resplandor se enfocó en mi rostro, difusamente distinguí a alguien,
aún no entendía dónde estaba, si estaba muerto, un aroma a sopa tentó mi
sentido olfativo.
- Buenos dçias señor.- oí con dulzura.
-Buenos días, ¿dónde estoy?- indagué a la mujer que estaba de
pie junto a mí mientras me acercaba un recipiente con un líquido humeante.
-Usted, está en mi casa, mi nombre es Mora, mi esposo Livio lo
encontró a unos kilómetros de aquí, estaba exhausto y desmayado.
La pareja fue muy amable y cuidó de mí, con ellos estuve más de una
semana hasta que recuperé mi fuerza para proseguir mi viaje.
Al alba me despedí de aquella extraña pareja y me dirigí hacia mi destino Colmillo Blando, llegué al
poblado después del mediodía, el pequeño poblado contaba con dos cuadras de
casas desordenadas, me llegué hasta la alcaldía que era el único edificio de
construcción esmerada, allí entregué los papeles que debía entregar y luego de
ser liberado de mis obligaciones fui a una taberna a comer un buen trozo de
carne de venado con verduras hervidas.
Durante el almuerzo pregunté al mesero si había alguna tienda donde
podría comprar un obsequio, previo de haberle comparado la historia insólita
que no hace mucho acababa de acontecerme, y de la pareja que me auxilió.
Él, gentilmente escuchó mi historia, luego me indicó la tienda por la
cual le pregunté, pero me aclaró que no conocía a nadie que viviera por eso
paraje que mencioné,-
-¿Está usted seguro? - pregunté asombrado.
-Si señor, seguro.-
Y fue en efecto como me dijo el mesero, a mi regreso intenté encontrar
la casucha donde estuve y no la encontré.
AUTOR: Emilio Itatí Rodriguez
RESISTENCIA - (Chaco- Argentina)
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