La espesa niebla
dificultaba mi visión de lo que parecía
ser un bosque, un
charco que se asemejaba a una
pequeña laguna,
reflejaba un gran espejo de agua.
Yo miraba desde
lejos esa escenografía desolada, el
horizonte no se veía,
solo se escuchaba el sonido que
deja la lluvia al
deslizarse por los árboles.
No sabía que había
detrás de ese paisaje inhóspito y
solitario, pero a
pesar del miedo que me producía, su
atracción era tal,
que me dispuse a transitarlo.
A medida que me
acercaba esa perspectiva iba quedando
atrás, se observaba
una gran plaza con senderos de
piedra mojada, y sus
bancos de madera oscurecida,
también producto de
la lluvia, más adelante vì la imagen
de una niña cubierta
con harapos, lo que había sido un
vestido colgaba
desecho de su figura, sus ojos eran
grandes , muy
grandes, su cara y cuerpo sucios revelaban
que había estado
allí mucho antes que la lluvia azotara el
lugar, esa geografía
ambiental me recordaba una
melancólica pintura
de Cézanne.
Quise preguntar pero
no pude, mi voz se había silenciado,
mis brazos se
estiraron para poder tocar su piel que
presentaba un color
cetrino, intentaba llegar a ella con la
punta de mis dedos,
pero aunque inmóvil, parecía
impedírmelo.
El manto de hojas
mojadas que tapizaban el lugar
humedecían mis
zapatos, por lo que decidí seguir sin
ellos, no podía
verme pero sentía que mi cuerpo estaba
sucio y mi vestido
en jirones, la niña de ojos grandes me
hizo un lugar junto
a ella en el frío banco que ocupaba,
con un gesto, que rápidamente
entendí, nos miramos
sobre el espejado y
ya pequeño charco de agua, éramos
idénticas, los ojos
grandes infinitamente tristes,
descalzas, con ropas
sucias que colgaban deshiladas, solo
pronunció unas
breves palabras --“no se puede volver”-- ,
entendiendo muy bien
el significado de las mismas, le
respondí --“no quería
venir”--.
Una luz comenzó a
señalarnos el camino, al final de esa
plaza con disfraz de
bosque temible nos esperaba un
jardín de rabiosos
colores, un sol cálido besando nuestros
cuerpos, una senda
de pastos verdes y un vestido nuevo
para acompañar la
entrada a ese camino de ida.
AUTORA: Cristina Gioffreda- Capital Federal (Buenos Aires- Argentina)
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