Miro tras las
ventanas del ocaso del atardecer la ausencia de espacios de tranquilidad, donde
el calor del verano se transformó en un gélido invierno.
En esta cárcel se
refugia el miedo, se cubre con el manto de las incertezas.
Un invisible visitante
lleva en su corona la muerte.
Acecha silente
entrando sin piedad en los arbóreos pulmones de la vida.
Asfixia el
oxígeno y destruye el templo en que habita el espíritu y halo
de la respiración.
Su vil y aterradora
esencia solo es un aterrador bosquejo de tinieblas se esparce como un océano
violento, buscando donde poder ingresar para alojar su poder, recuerda a los poderosos
y a los menesterosos.
A los que se han
olvidado del frágil cristal de la vida.
¡ Oh mi Dios!, pido
clemencia y piedad
Aquí estoy en el
encierro de mis temores.
Me siento encadenada
con invisibles cadenas.
El reloj del tiempo
marca las horas de incertezas, mi caminar es un lento paso hacia las sendas de
la oscuridad, la luz se apagó de mis estrellas, ya no brillan los astros
en el cielo de mi existencia, me dirijo silente buscando tu presencia en
mi plegaria agobiada por las sombras que acechan de la incertidumbre.
AUTORA: Cecilia Catalán
Fernández- SANTIAGO (Chile)
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