Tengo el cabello demasiado
largo. Mientras me miro al espejo viendo cómo me lo puedo acomodar, pienso en
qué película vi todo esto. Barbijos, cuarentena, pandemia, respiradores. Hoy
tampoco voy a salir, y como yo, muchos. Desde la ventana veo pasar a unos
pocos, andando en esta mañana de un otoño diferente. Todo es confuso; los
caminos a seguir no están demasiado claros. Y eso nos asusta. El mundo está dado vuelta y no sabemos cómo acomodarnos.
Cualquier situación nos resulta una amenaza.
La naturaleza es, a veces, traicionera e impredecible. Nos sorprende con un virus desconocido que aparentemente va mutando; algo así como en la Evolución de las Especies de Darwin. Y me viene a la memoria un ensayo que escribí sobre ese tema, para un final de Lengua Inglesa, allá por 1986; quizás mi profesora de esa materia aún lo recuerde.
Y aunque se tomaron algunas medidas y las
ciudades están vacías, el veneno sigue circulando silenciosa y
clandestinamente, mostrando su poder devastador. Y aquellos que están en la
calle, los que no pueden quedarse en su casa porque son esenciales para
mantener el orden sanitario y social, son los que están más expuestos. Ciudadanos
silenciosos, anónimos, y muchas veces, vapuleados.
Pero los que nos quedamos
adentro, debemos seguir con la vida. Cambian nuestros horarios y nuestros
hábitos, y muchas veces no sabemos qué día es, porque todos los días son
iguales.
Nos encontramos haciendo
cosas que nunca habíamos hecho, compartiendo momentos y espacios forzados,
tratando de llevar adelante una situación que no sabemos hasta cuándo se va a
extender. Los espacios se acomodan. El living pasa a ser un área de trabajo
para aquellos que pueden seguir con sus tareas desde la casa, enviando material
por medios virtuales. Adecuamos otro lugar para hacer gimnasia; sacamos la
máquina de coser para hacer los tan necesarios barbijos. Y hacemos alguna
llamada telefónica o enviamos mensajes para no perder ese contacto social que
nos mantiene vivos.
El televisor pasa a ser un
artefacto fundamental para mantenernos informados y entretenernos en estos
momentos de aislamiento. A través de este aparato, recibimos los datos
actualizados que cambian día a día, y las imágenes que se repiten en el mundo,
como si todos estuviéramos viviendo en un mismo barrio.
Es una época difícil, que
nos demanda un enorme esfuerzo y respeto por el otro. Pero también es una época
donde aparecerá lo mejor y lo peor de cada uno.
El otoño sigue afuera.
Vendrá el invierno, y no podemos bajar los brazos.
Y mientras me recojo el
pelo como puedo, pienso- ya nunca más volveremos a ser los mismos.
1 comentario:
Me gusta Bea ,muy buena reseña de estos momentos
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