El rey pregonó entre sus sabios que había
mandado a fabricar un anillo de oro con un enorme diamante y que premiaría al
sabio que le ofreciese una frase para grabar en él y que le sirviera en toda
ocasión y fuera consejo de sabiduría para sus descendientes a los que legaría
la sortija.
Muchos hombres de gran sabiduría desfilaron ante el monarca y ninguno daba con un mensaje que sirviera para alentar en los momentos de desánimo y derrota, o acompañar los instantes de euforia y victoria.
Cuando ya no quedaban sabios en el reino y el soberano estaba desesperanzado, llegó a la gran sala un viejito que dijo:
-Conozco lo que debes grabar.
-Dímelo.Muchos hombres de gran sabiduría desfilaron ante el monarca y ninguno daba con un mensaje que sirviera para alentar en los momentos de desánimo y derrota, o acompañar los instantes de euforia y victoria.
Cuando ya no quedaban sabios en el reino y el soberano estaba desesperanzado, llegó a la gran sala un viejito que dijo:
-Conozco lo que debes grabar.
-No, sólo confía en mí. Grabaré la frase y tú la podrás ver sólo cuando requieras de ella. Y verás que es un gran consejo.
Perdido por perdido, el rey aceptó y entregó el anillo.
Años después, el rey se enfrentó en una larga guerra con un reino vecino y viéndose abatido por la derrota volteó el anillo y leyó: "Esto pasará". Y se entregó confiado a su destino hasta que logró vencer.
Entonces una euforia triunfalista lo ganó. Se creía el mejor general de todos los ejércitos y pensaba que nadie podría oponérsele. Entonces miró la sortija y leyó: "Esto pasará". Y comprendió el regalo de sabiduría que había recibido del anciano y lo premió
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