¿Por
qué la lluvia nos conmueve tanto,
si ella baja con ritmo paralelo,
hoy también como ayer, de un mismo cielo,
con un mismo dolor y un mismo canto?
¿Será
tal vez el sugestivo encanto
de que, por un fenómeno gemelo,
nosotros nos hallamos en su duelo
y ella se reconoce en nuestro llanto?
La
lluvia trae algún recuerdo ausente
con la bruma del tiempo y la distancia.
Y es tal la evocación que, de repente,
se nos figura, desde aquella estancia,
que hemos visto cruzar en la corriente
el barco de papel de nuestra infancia.
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