
"Sólo el dolor me han concedido", confiesa Damián Andreñuk en uno de sus breves e intensos poemas. El dolor, en efecto, transita estas páginas, inyecta un veneno rico en armonía y profundidad que tiene el poder hipnótico de la desorientación: "Y ya no sé qué es estar vivo". Sin embargo, a través de la palabra, el poeta "ama perderse hacia afuera", busca un bálsamo que lo mantenga erguido frente a la contradicción y el absurdo que supone la posesión de una lumbre sagrada entre tanto desvarío bastardo.
Leandro López (extracto del prólogo)
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