y brotaron aromas de sus colores neutros
se movieron las hojas del árbol de la imagen
salpicando mis ojos de húmedos recuerdos.
La niña del retrato me sonrió, con dulzura,
cómplice y testigo del paso del tiempo,
la mirada del hombre de la cabeza calva
mimaba con ternura sus sedosos cabellos.
La primavera estaba, yo sabía que estaba,
estaba en los azahares y en el color del
cielo,
estaba en el agua de la regadera
que manaba en lluvia sobre el rugoso suelo.
El olor del papiro invadió los rincones
con voces familiares, repetidas en ecos,
los tonos y las gamas matizaban la infancia,
del rasgado retrato de los colores neutros.
La mano del hombre de la cabeza calva
acarició a la niña, con casual movimiento,
y manó del retrato, conocida fragancia,
que rozó mi mejilla, como si fuera un beso.
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