De voces y de pausas, como dice el poema
del Profesor Oscar Grandov, de eso constan las obras que participaron en este
concurso que lleva su nombre. Porque todo lo que escribimos tiene de alguna
manera nuestras voces y nuestras pausas. Cualquier poema o cuento refleja el
alma del escritor, su punto de vista, sus pensamientos, sus sentimientos más
profundos, pero también sus silencios, puestos en palabras que mueven la
imaginación a través de la interpretación del lector. Leyendo los textos volvemos
a la niñez, viajamos al futuro, nos instalamos a la vera de un río, somos
testigos de una tragedia. Las imágenes nos transportan más allá del papel que
tenemos en la mano, nos hacen escuchar un ruido, oler un aroma o palpar una
textura; provocan miedo, risa, llanto, “piel de gallina” o un suspiro al final
de la lectura, porque aunque sabemos que eso puede o no haber ocurrido, lo que
sentimos y nos produce es innegablemente real, y el efecto provocado es
producto del vuelo literario de su autor y de su capacidad para seleccionar
minuciosamente tal o cual palabra, frase o símbolo para determinada situación. Y
el mérito es ese, provocar algo en el otro, ubicarlo ahí donde se sienta
identificado, donde lo atrape la sorpresa de un final inesperado, donde sienta
compasión por el protagonista o admiración por el enfoque que el autor le dio a
un tema.
Las voces de estos escritores llegaron a
nuestras manos desde distintos puntos del país. Voces transformadas en
historias, relatos, anécdotas, poesías, que de alguna forma fueron inspiradas
por algo que los movilizó. Porque siempre tiene que haber un motivo para
escribir que mueva esa maquinaria interior e invisible.
Para analizar en profundidad un texto es
importante también considerar los tonos de esas voces, ya que un mismo tema
puede ser enfocado desde diferentes ópticas para producir diferentes resultados.
Así, pueden aparecer voces irónicas, cálidas o frías, punzantes, desafiantes,
desconfiadas, persuasivas, formales o informales, románticas, cómicas,
fantásticas, realistas, trágicas, sombrías, grotescas, nostálgicas, vengativas,
simbólicas. Sin embargo, como no oímos al autor, y la voz siempre sobrevuela el
texto, entonces debemos estar atentos a todos los códigos utilizados por él,
descifrando qué nos quiere transmitir, su actitud emocional que nos atrapa, nos
conmueve, o quizás no. Porque no basta
con identificar el tono de esas voces, hay que ir más allá para inferir qué
papel cumple en lo que nos está diciendo y cómo lo hace. La obra literaria siempre
nos dice algo del escritor, aunque él no sea el protagonista, delata su
personalidad y estampa su sello personal que termina definiendo su estilo.
Nosotros, los miembros del Jurado, los
primeros lectores, también tuvimos nuestras voces y nuestras pausas. Las pausas
primero, para tomarnos el tiempo de reflexionar sobre cada obra, analizar, observar,
valorar, releer todo aquello que nos instalaba dudas, y finalmente, elegir. Y
elegir significa también, dejar de lado, descartar todo aquel material que no
cumple las expectativas, que no sigue ciertas normas literarias, que no
emociona. Es a veces difícil llegar a una resolución porque es limitado el
número de premios y menciones a otorgar, y siempre habrá que aplicar parámetros
que ubique a una obra sobre otra. Las tramas y las técnicas utilizadas en la
narrativa, la estructura y los ritmos en la poesía, siempre son determinantes a
la hora de apelar al lector, de tocar su corazón y convencerlo.
Según Wikipedia, ser Jurado implica
administrar justicia, decidir con un veredicto, por consiguiente, ser lo más
objetivo posible en cuanto a las decisiones a tomar. Pero en un concurso
literario la subjetividad de los miembros del tribunal que esté a cargo será
inevitable, ya que siempre va a interferir el gusto del lector-jurado a la hora
de seleccionar una obra literaria.
De voces y de pausas decía Oscar Grandov, “vino tu voz con mil soles, con mil
labriegos en marcha”, reza uno de sus versos, y es verdad, porque hemos
tratado de encontrar en estos textos esos soles y esos labriegos para que en
nuestra “sangre se despertaran
calandrias” y para percibir “este
hechizo de trillas y de campanas” que hiciera meritorias las obras
elegidas.
Beatriz Chiabrera de Marchisone
Coordinadora del Jurado
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