Hay manos que orientan los caminos,
algunas acarician, otras calman,
curan las heridas de los cuerpos castigados
aunque ellas lleven cicatrices en el alma.
Hay manos con habilidades y experiencias,
que la vida fue entrenando a cachetadas,
sin educación formal y sin escuela,
sus cayos, sus arrugas las delatan.
Hay manos que parecen tan distintas,
manos mestizas, manos negras, manos blancas,
lo mismo sirven para propiciar una caricia
o contestar con una fuerte bofetada.
Hay manos ruidosas y manos silenciosas,
manos que se expresan sin palabras,
manos sinceras, que aplauden con conciencia
y otras que aplauden cuando son recompensadas.
Hay manos limpias… y también hay manos sucias
que no se limpian tan solo con lavarlas,
y andan así, como si nada, por la vida,
con el corazón quieto y las manos bien
manchadas.
Hay manos que castigan y dominan,
a un país que produce y pelea por su patria,
aquellas que dirigen con un dedo
el futuro impredecible de un pueblo que
trabaja.
Hay manos que no pueden decidir su propia
vida,
manos con esposas, inmóviles o atadas,
que jamás llegarán al final de su camino,
por aquellas que firman decretos u ordenanzas.
También hay muchas manos con historias
que ya nunca podrán ser descifradas,
aquellas que llevaron los secretos a sus
tumbas,
grabados con fuego en las líneas de sus palmas.
Y están las otras manos, más pequeñas,
sinceras, inocentes y aún no contaminadas,
descubriendo, de a poco, un mundo real que las
golpea
y que va dejando huellas profundas en sus
almas.
Hijo, conserva tus manos eternamente puras
y bríndalas, cuando sean necesarias,
y por las noches, júntalas en un ruego
permanente
por mantenerlas siempre libres y sin manchas.
Publicado por la autora en el libro “SENTATE
QUE TE CUENTO”- Editorial De los cuatro vientos- Bs.As- 2009
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