La imagen
desgastada de un retrato
asoma de un
pasado en blanco y negro,
y brotan
los perfumes de la infancia
salpicando
mis ojos
de húmedos
recuerdos.
Aún late el
corazón en la campana
que anuncia
como un reloj cada recreo,
aún bulle
el patio de la escuela
pintando el
hechizo del encuentro.
Los niños
irrumpen como abejas,
y ya no hay
lugar para el silencio
se tiñe de
franca algarabía,
de magia
infantil, de instantes tiernos.
Yo estuve
allí, en otro tiempo,
tejiendo
rondas de colores
que aún
rondan en mis sueños,
que
atesoran espacios
colmados de
payanas y de tejos,
de canicas
y sogas saltarinas,
de un
puñado de amigos
con sabor a
travesuras clandestinas
en las
tardes de invierno.
Yo estuve
allí, en otro instante,
cuando había
un aljibe,
que dejó
paso al progreso,
la Aurora arrullaba mis oídos,
mis ojos
buscaban la bandera
que
acariciaba el cielo,
el sol
dibujaba en las baldosas,
las luces y
las sombras de los juegos,
y el viento
se fundía con la risa,
que en
letra cursiva,
se oía
desde lejos.
Yo estuve
allí,
y mi alma cobija
todavía
el aire
refrescante de colegio,
un verso
repetido tantas veces,
el eco de
la voz de algún maestro,
los sueños de
tiza y de papel
que en
aquellos rincones del patio
quedaron
dispersos,
y un manojo
de aromas y sonidos
guardados
en bolsillos
de un
guardapolvo viejo.
Publicado en "Rincones y Acuarelas I"- Editorial La Imprenta Digital- Buenos Aires- 2019
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