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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

Los encontrarás:
En Rafaela (Santa Fe): en Librerías "EL SABER", "PAIDEIA" y "FABER".
En San Francisco (Córdoba): en Librería "COLLINO"
y en otras librerías del país.

viernes, 24 de enero de 2020

"Desde la higuera"- (De la autora)


En una carrera constante contra los loros depredadores, me subo a la higuera a rescatar higos para hacer dulce. La mañana está nublada, ideal para mi “aventura”. La planta está cargada, y la lluvia está acelerando el proceso de maduración. Si no me apuro, nos quedaremos sin higos. Es un árbol añejo que sobrevivió a las inundaciones, cuando el patio estaba lleno de agua, y que fue testigo de
aventuras y escondites, de juegos y travesuras de la infancia, n
o solo de mis hijos, sino también de Pepe y sus amigos. La higuera estuvo desde siempre, me dice. Desde allí, según me cuenta, podía ver cuando el cartero- Atilio Bonino- pasaba en bicicleta haciendo equilibrio sobre el cordón de ladrillos que delimitaba con la calle, cuando todavía no había vereda.
Con una bolsa en la mano, trepo por los troncos más firmes, asentando mis zapatillas. En un intento por espantar a los loros, he colocado un viejo muñeco colgado de sus ramas, a modo de espantapájaros. Pero no ha funcionado demasiado; los pícaros pericos siguen llegando en bandadas, confundiendo su color con las grandes hojas.
Ya desde la “cima” puedo ver las tipas de la plaza, a lo lejos, más allá de los tejados. Varios higos ya están por la mitad, o heridos por los picotazos. Lástima. Junto algunos más sanos y los voy colocando en la bolsa. 

De pronto, un loro se posa sobre una de las ramas; aparentemente no se ha percatado de mi presencia, o me está desafiando. Tomo mi celular con la mano que me queda libre, y trato de sacarle unas fotos, intentando mantener el equilibrio sobre la inestable planta; él se traslada de gajo en gajo buscando la deliciosa fruta. Lo espanto, aunque cuando yo baje, sé que volverá.
Sigo con mi tarea, esperando que no me vean desde la calle, ya que la planta linda con un tapial que da a la vereda. Cuando siento que la bolsa está pesada, emprendo el descenso con mucho cuidado; espero llegar sana y salva a tierra firme. He recolectado casi dos kilos, calculo; suficiente para llenar unos frascos. Y mientras me alejo hacia la cocina, siento el parloteo de las cotorras que vuelven al ataque…



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