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(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

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martes, 4 de agosto de 2020

"Felipe en la isla del tesoro" (por Sylvie Chedeville) TALLER VIRTUAL 6


En el barco de los piratas, los hombres eran muy rudos. La tripulación era de diez marineros. El capitán en esta importante expedición, había llevado con ellos a Felipe, su hijo de 9 años, y a su perro.

La mamá se quedó esperando en el  pueblo costero porque estaba por nacer un hermanito. La abuela se ocuparía de todo, pero no tenía tiempo para el niño.

Después de diez días de navegación, los piratas debían llegar a una isla, donde el abuelo del capitán había enterrado un gran tesoro. Según se contaba, oro y joyas traídos de un reino que ya no estaba en los mapas.

El capitán dormía unas horas, vigilado por su hombre de confianza y de noche estaba despierto para que los demás piratas no le roben el antiguo mapa de papel amarillento.

Felipe jugaba en la proa con Ovillo, su perrito.

A mitad de camino debieron parar a causa de otro barco pirata que los abordó, debiendo trabarse en lucha con ellos.

Felipe y Ovillo se escondieron en un gran rollo de sogas. En el fragor de la lucha, no se escucharon los quejidos y llantos de los dos amigos.

Los piratas enemigos se fueron, llevándose espadas, arcabuces y algunas provisiones.

En las horas siguientes, además de curar a los heridos, vieron para cuántos días de navegación les quedaban víveres.

El pirata Pata de Palo quiso deshacerse de Felipe y su perro, porque eran dos bocas menos para alimentar. El capitán lo hizo atar a un poste para bajarlo en la siguiente parada.

En una isla poblada pudieron reabastecerse y dejar a Pata de Palo.

Luego de siete días, llegaron a la isla señalada. Felipe y Ovillo bajaron con el grupo de piratas.

La isla era muy pequeña, por lo que fue sencillo encontrar el lugar indicado en el mapa.

Ovillo se escapó y Felipe corrió tras él.

Los piratas y el capitán, en el sitio señalado, solo hallaron un pozo profundo. El tesoro había sido robado quién sabe cuándo.

Los piratas, enojados, querían matar al capitán. En la discusión, nadie se dio cuenta que faltaba Felipe.

Ovillo seguía un rastro. Había olfateado el mapa del papá de Felipe, y el pozo y un rastro, buscaba con afán.

Cerca de una cascada que parecía de plata se sentó emitiendo un gemido.

Felipe les robó una pala a los piratas, que no lo vieron, y se puso a cavar hasta chocar con algo duro. Un poco asustado por una calavera que brillaba en la oscuridad, gritó, llamando a su padre.

Apareció el conjunto de los navegantes con el capitán a la cabeza. Los piratas más fuertes cavaron bien hondo para lograr sacar un gran cofre allí enterrado.

La codicia se apoderó de toda esa gentuza. Cuando lograron abrir el baúl, se dieron cuenta que era de oro forrado en cuero, pero adentro sólo había muchos bonitos vestidos de seda ajados por el tiempo.

Los hombres se amotinaron, tirando todo el  contenido, llevándose sólo el cofre al barco.

Dejaron al capitán, al contramaestre, a Felipe y Ovillo en tierra.

Los abandonados recorrieron la isla y juntaron frutas. Mientras comían, revisaron la ropa y encontraron, en cada prenda, bolsillos ocultos llenos de joyas y monedas de oro. Ese era el verdadero tesoro.

Luego de dos días en la costa, vieron acercarse un barco con bandera francesa. Escondiendo el tesoro entre sus pertenencias, pidieron auxilio.

Al ver al niño y al perro, los marinos franceses no desconfiaron de ellos y los llevaron  a tierra firme.

Ya en el pueblo costero, llegaron a su casa, donde conocieron a Vera, la nueva hermanita de Felipe

Con ese tesoro encontrado no pasarían nunca más hambre ni frío.

Y si quieren saber qué pasó con los piratas malvados, terminaron sus días pobres, en la cárcel, porque trataron de vender el cofre que era de oro falso.

AUTORA: Sylvie Chedeville
Santa Clara del Mar (Buenos Aires- Argentina)

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