En ese momento estabas muy ocupada. Todo
era muy confuso para vos, estoy segura. La situación se presentaba caótica,
desorganizada y no estabas preparada para afrontarlo, nunca te preparan para
eso. Escuchabas ruidos metálicos y voces desconocidas que te provocaban miedo y
desconfianza incitándote a quedarte donde estabas, segura y protegida, a pesar
de la oscuridad y la humedad que te rodeaban. Pero había que salir, no quedaba otra opción.
Afuera todos te estábamos esperando.
Te gustara o no, fuerzas superiores
perturbaban tu largo letargo que estaba llegando a su fin. Habías empezado a
sentir presiones, que te impedían controlar tus escasos movimientos. Cuando
llegó el momento, divisaste una tenue luz que te indicaba la única salida, el
sendero que debías seguir obligatoriamente y que te alejaría de la zona de
seguridad. Algo se rompió, y sentiste que ibas a ser desalojada a pesar de tus
intentos por quedarte. La incertidumbre era parte de la historia pero la
curiosidad no te movilizaba a acelerar el proceso que parecía anárquico,
agresivo y desolador. Pero no estabas sola.
De pronto notaste que ibas llegando a una
zona desconocida y eso te asustó aún más, pero ya no podías hacer nada para
detenerte, eso escapaba a tu decisión y a tus deseos. Las presiones se hicieron
insoportables. Los ruidos y las voces fueron aumentando de a poco y la luz se
tornaba cada vez más intensa a medida que te acercabas al final del largo y
estrecho túnel, al punto de no permitirte abrir los ojos. ¿Qué era lo que
estaba ocurriendo? Esto no estaba en tus planes.
Sin embargo, cuando la realidad parecía
estar fuera de control, la violencia cesó por completo al final del laberinto y,
aunque sentiste frío y temor, te encontraste en libertad. Las emociones
contradictorias que te acechaban te condujeron a un llanto que, luego de nueve
meses, completó el ciclo milenario y misterioso.
Y ahí fue cuando te vieron mamá y papá. No creo que lo recuerdes, porque tu esfuerzo estaba centrado en percibir el entorno borroso y en amoldarte a la nueva situación, pero ese fue el momento en que se encontraron tus ojos con los de ellos por primera vez. Frente a frente. Sin la interferencia del mundo que, en pocos minutos, empezarías a transitar y a enfrentar. Y aquella mirada, la primera, detuvo el tiempo. Y en ese preciso instante, ellos supieron que cambiarías su vida para siempre.
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