Veo de inmediato que no
tuvo una oportunidad, al igual que yo, de vivir de otra manera, invisibles para
la sociedad, donde la vida nos ataca con
una miseria escondida e indigna y
nos enseña a convivir con la gente y
obtener de ellos las mínimas necesidades. No dudé en acercarme, había una especie de
desesperación en su mirada, supuse que
padecía de hambre y frío. Me miró fijamente y exclamó: ven amigo, no temas. Se llevó un dedo a la boca
como pidiendo silencio. ¿Qué has visto en mí que te ha llamado la
atención? Yo nada puedo ofrecerte, solo tengo el don de las palabras, palabras que nacen del alma y
dichas con el corazón. Escucha. Éste es un mundo hostil, donde la mayoría te
trata con despreció, te ven como si ya estuvieras muerto y lo mismo
quisieran para ti, Sus insultos no me afectan, no apuntan a mi, ni tampoco a
ti, si no a Dios. No olvides jamás que
somos libres, la libertad no se compra, se aprecia, se disfruta, tú tan solo
intenta salvar la vida cada día y
recuerda, que tú y yo somos callejeros.
Extendió su
mano con un gesto de ternura, No pude evitar temblar tan pronto sentí el contacto de esa mano amiga en una autentica
caricia, valoré a un hombre bueno, a un hombre
noble, y la calle fue testigo de
aquel encuentro memorable.
Me marcho para dejarlo descansar. La
lluvia se ha detenido, ahora el cielo es claro y profundo adornado por miles de lucecitas que titilan a lo
lejos, Busco un lugar donde cobijarme,
al fin y al cabo, como dijo el indigente, soy uno más
de la calle, “un perro
callejero”. Me acurruco en un resguardo
y me adormezco amparado por la luz de
las estrellas.
Nelson Montoya Yévenes
Viña del Mar
Chile.
Viña del Mar
Chile.
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