Tomás
acomoda el balón en el punto penal. Éste parece pesar tanto como sus pies, sus
cansados pies. Añora aquellos partidos a los penales en los albores de la
escuela primaria. No porque siempre ganaba, si no porque no tenía la obligación
de hacerlo. Añora también esas tardes en las que jugaba “a la pelota” en el
baldío próximo a su casa natal. Le gustaba gambetear. Ni siquiera le molestaban
las patadas de sus ocasionales rivales, hartos a veces de la humillación. Él
solía reír a pesar de los revolcones que le hacían dar.
Ahora
todo es distinto. Cada jugada es como la ruleta rusa… ganar o perder, matar o
morir. Cada fallo del árbitro es motivo de protesta, insultos y alguna que otra
escaramuza, sobre todo a cargo de los mayores.
El
penal decide su destino a cara o cruz. No solo porque su equipo saldrá campeón
si lo convierte sino porque será “un loser”, como dice su exacerbado padre, si
yerra. También está latente la posibilidad de una importante transferencia a un
club grande de la capital o del exterior, para continuar su carrera en las
divisiones inferiores.
Tomás
hoy no tuvo un buen partido. Lució errático, nervioso ante tanta
responsabilidad. Camina hacia la medialuna y piensa que, si pudiera elegir,
preferiría que otro ejecute la pena máxima. Sabe que si falla echará por tierra
toda la gloria que le auguró su progenitor, además de soportar sus duras
recriminaciones.
Tomás
fue campeón en todas las categorías donde jugó. Pero si esta vez no mete el
gol, perderá ese reinado. Y está solo con su alma, a doce pasos de la
definición del partido y de su carrera deportiva. La valla parece contraerse.
El arquero, agigantarse…
Los
exitistas de siempre imploran que Tomás continúe en la senda triunfal. Nadie
sabe que este chiquillo, de tan solo doce años, ya sufrió su primera derrota…
Hace
mucho tiempo que perdió su niñez.
Jorge
Emilio Bossa
Primer Premio Género Prosa
Concurso Literario
“Premios Farfalla” 2015
Familia Trentina de
Rafaela
Tema: La niñez
Rafaela (Sta. Fe),
Noviembre de 2015
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