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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

Los encontrarás:
En Rafaela (Santa Fe): en Librerías "EL SABER", "PAIDEIA" y "FABER".
En San Francisco (Córdoba): en Librería "COLLINO"
y en otras librerías del país.

miércoles, 30 de septiembre de 2020

TALLER VIRTUAL 8 (2 categorías)


 BASES

Escribe un texto en base a la imagen.

PARTICIPANTES:  Habrá 2 CATEGORÍAS:

1)      Niños o adolescentes hasta 16 años.

2)      Adultos (17 años en adelante): El texto deberá estar dirigido a los de Categoría 1, o sea que la temática deberá ser PARA CHICOS  o  ADOLESCENTES.

ü  Escribir un texto con título (cuento o poesía)

ü  FORMA DE PRESENTACIÓN:    

        Letra:  Times New Roman 12

        Espacio simple

        Máximo 2 páginas A4

 

ü  FORMA DE ENVÍO:  por email a beamarchisone@gmail.com  con los siguientes datos personales del autor: (TODOS LOS DATOS PERSONALES DEBEN COMPLETARSE SINO EL TEXTO NO SERÁ PUBLICADO EN EL BLOG)

 

  NOMBRE Y APELLIDO

  CATEGORÍA (1 o 2)

  EDAD (los niños deben poner la edad, los adultos no es necesario)

  CIUDAD- PROVINCIA- PAÍS

 

ü  FECHA:  hasta el 31 de octubre.

"La espera de los colores" (por Griselda Rochetti) TALLER VIRTUAL 7

Roberto y Mirta eran una pareja servicial, admirable, vivían al lado de la panadería más conocida de la ciudad.

            Él, había sido profesor de la escuela industrial. Solo recibía gratitud de sus ex alumnos, ella era una mujer de sentimientos grandes.

            Llevaban cincuenta años de casados, cada uno tenía bien determinado qué tarea realizar. El lenguaje inclusivo, no estaba en su vocabulario.

            Él, se encargaba de la carne, el pan y el vino (tinto para Roberto, blanco para Mirta)

            Ella, compraba las frutas y verduras, utilizaba dos canastas gemelas para equilibrar el peso, cuando regresaban, limpiaban con pulcritud los alimentos.

            El asado, descansaba en la heladera. La tarde se rendía vacía. Sintieron el cuerpo cansado y caliente, el mercurio del termómetro viejo, se elevó apenas, “Febrícula le decían”. Se miraron con angustia y complicidad. Fueron a la clínica.

            Los focos agónicos de la terapia intensiva fueron su única compañía.

            El pan, el vino, las frutas y las verduras se agitan y brillan en la mesa triste, esperan.

Roberto y Mirta ya no volverán.

AUTORA: Griselda Rochetti

San Pedro (Buenos Aires- Argentina)

TALLER VIRTUAL 7

martes, 29 de septiembre de 2020

"Los vegetales en primavera" (por Rosa María Milla) TALLER VIRTUAL 7

Empezó la “PRIMAVERA”!!! dejando de lado los arboles desnudos y el aire frío del invierno. El brillo de estos alimentos son irrepetibles, frescos y sabrosos porque hoy empieza la estación más bella del año, es donde las plantas y verduras reverdecen y se renuevan.

Al llegar del mercado, dejé todo ordenado en la mesada… los dos canastos llenos de verduras, tan llenos que algunas se reúnen alrededor del  vino, del pan casero y de los picKles para acompañar al asado que está al mando del abuelo Ángel. Las mujeres impacientes que dirigen la casa preparan la mesa, ensaladas y bebidas para pasar un almuerzo dominguero en familia.

Las ventanas están abiertas y se mueven las cortinas provocadas por la corriente abrazadora del aire, pero en ese momento se filtra un rayo de luz muy incandescente y se instala en la cocina… Marisa!!! Es el hada madrina y con su varita mágica, hace varios movimientos para que los vegetales recobren  vida.

Se van asomando como en un desfile de modas una detrás de otra, las valientes y creativas berenjenas  toman la iniciativa, con sus esplendidos trajes morados, es un color violeta oscuro que se impone para el año 2021, complementa al diseño con sombreritos verdes, como las hojas que nacen  en todas las primaveras y usan como accesorio paragüitas de chocolate que acompañan al look,  todas se lucen en la pasarela y avanzan en una mesa larga de campo.

 Llegan las zanahorias… vigorizantes,  brillantes y restauradoras, su color igual de las mandarinas, impactan a las visitas.  Los tomates rojos de pasión llegan desde México  para resplandecer en su recorrido, también lucen agradables sombreritos. Le dieron un refinado humor al almuerzo, con sus  vuelos en las polleras, las lechugas se convirtieron en una serie de bailarinas españolas. Reparten recetas “Nutrirse con Amor” donde están los ingredientes para hacer  jugos, zumos, batidos, son tan elegantes, esbeltos, con vestidos color  esperanza, ellos son los pepinos!!! Hoy a pleno color  se encuentra la cocina.

 Discuten… porque también se quieren agregar al evento, el pimiento, repollo, ajos, coliflor y los apios. Por último el “Pan Casero” se ofrece para conducir y dar a conocer sus propiedades que tiene cada una de ellas en beneficio  de  la salud.

A los picKles también les  interesa  participar como jurado…..y el vino tinto quiere dar la bienvenida a la Primavera…  llegan las cebollas perdonen… piden disculpas por la demora pero estamos obligadas a participar porque nos cultivan como alimento…Cubrieron el domingo con lagrimas llenas de sentimientos porque de algún modo todo está conectado.

AUTORA: Rosa María Milla

San Vicente (Santa Fe- Argentina) 

TALLER VIRTUAL 7

lunes, 28 de septiembre de 2020

"Imágenes de infancia" (por María Cristina Gioffreda) TALLER VIRTUAL 7


Era la infancia ese sol gordo y rojo alumbrando la casa de los nonnos, era la infancia vestida de faldas cortas, zapatitos Guillermina y moños en el pelo.

Hoy evoco esas vacaciones invernales y estivales que tenían un lugar de privilegio destinado a los días felices, donde la risa era una protagonista recurrente, ¿cuáles eran esos días?, cómo se conformaba su reloj sin prisa.

 Bien temprano por la mañana llegaba el lechero dejando sus botellas de vidrio verde,  sobre el umbral de la puerta de calle, donde más tarde correría junto con mis hermanos a ver quién se apropiaba de la gordura yacente en su tapa de metal plateado, luego llegaría el cartero cargando su valija de sorpresas epistolares, en nuestro caso venidas de Europa, donde  contarían anécdotas y avatares  los que habían sobrevivido a la guerra.

Era la infancia , cuando  Villa Urquiza  comenzaba a ser uno de los barrios más lindos de la Capital Federal, donde un número no pequeño de mercaderes ofrecían  pavos , gallinas, y pescados , coloreando  ese paisaje urbano mixturado de poesía.

Cuando el sol hacía “click” y la tarde comenzaba a apagar sus luces, aparecía un señor ofreciendo, en un límpido fluido salado, los lupines,  allí se desplegaba todo un ritual cómplice donde con mi “nonno mamá” que así lo llamaba  diferenciándolo del “nonno  papá”, nos sentábamos frente a la puerta de casa degustando esos “pequeños soles”, mientras entonábamos  canzonetas  napolitanas,  propias de su terruño.

Mi infancia fue las flores del patio, el olor a jazmines, a rositas diminutas, la medianera teñida de verde por la enamorada del muro, la alegría meciéndose en el aire mientras esperábamos la llegada de don Antonio, el paisano frutero que cada mediodía se apersonaba con su fileteado carro pintado de brillantes tonalidades, entregando su lozana mercancía llena de gusto y deleite visual, luego de la compra, una de mis tías soltera le decía, “ dale la yapa a las nenas, (que éramos mi hermana y yo) y sino que se te muera el caballo”, demás está decir que el colorido carro era empujado por don Antonio, que invariablemente  sonreía con la humorada.

Otro de los rituales eran los quince pasos que separaban nuestra casa de la despensa de don Tito; por la “serata“, como llamaban los  nonnos  al atardecer, nos entregaban el pedido hecho en “el pomeriggio” las primeras horas de la tarde, ahí aparecía el hijo adolescente de don Tito con su canasta llena de aromas, colores y sabores que se utilizarían en las comidas de los días venideros, esas comidas libres de conservantes donde todo te caía bien porque estaban hechas con entrega y mucho amor.

Esa fue mi infancia, un crisol estallando en atrevidos  rayos de luz, donde un sol gordo y rojo cobijaba esas imágenes  cotidianas de pasos pequeños.-.    

AUTORA: María Cristina Gioffreda

C.A.B.A. (Buenos Aires- Argentina)

TALLER VIRTUAL 7

"Recuerdos" (por Nélida Baros Fritis) TALLER VIRTUAL 7

     Una foto de dos cestas con verduras me volvía a revivir en la vejez una hermosa infancia en casa de la abuela Rosita y el abuelo  René. Ellos tenían una pequeña granja en el Pueblo de San Fernando, eran personas alegres y trabajadoras. Se dedicaban a cultivar  hortalizas y  verduras. Sentían un gran amor por la tierra, asimismo  criaban aves, un caballo, una pareja de toros y dos vacas. Lo que más nos encantaba  a nosotros era ir a columpiarnos y trepar en los árboles frutales, comer fruta cogida por nosotros mismos. Eran los años sesenta, Copiapó siendo el gran productor de minerales tenía pocos adelantos y el tren acomodaba muy bien a los habitantes que debían recorrer largas distancias. La novedad para todos, encontrarnos en el camino al valle con las vendedoras de dulces, el té  en  botellas, el pollo dorado, el pan amasado.

Crecíamos y vacacionábamos en esa casa de campo familiar, nos levantábamos a las seis de la mañana los sábados a tomar el tren y regresábamos los domingos a las seis de la tarde, cansados y somnolientos a nuestra casa de Copiapó.

Pasaron los años, y los dos hermanos de mamá  que vivían al Sur del mundo, por primera  vez  llegaban a Copiapó,  se extrañaban de ver una casa con tantos árboles frutales y campo. Yo me sorprendía de  lo que veía en esa mesa el día domingo. La abuela  había puesto bajo un frondoso árbol  la mesa larga. No me explicaba en qué momento ella había  recogido y adornado dos cestas grandes con una variedad de verduras muy similar a las fotos que veía en una revista. Qué hermoso el zapallo, los tomates y morrones, las zanahorias, etc. No faltaba el melón, las uvas y el pan amasado como complemento.

Todos admiraban los frutos de la granja del abuelo y él, con su enigmática sonrisa, aplaudía a la abuela por su buen gusto para festejar a los invitados. Recuerdo que el almuerzo de gallinas de campo y asado no podía faltar, el recitado de mis tíos con el acento del patagón nos ponía un poco melancólico. La abuela con sus poemas dedicados a los nietos de cuando éramos pequeños  alegraba la convivencia.

Dos veces  vinieron los  tíos con  sus hijos  a visitar a los abuelos y se regresaron. Esos momentos, todos nosotros, tíos y primos con su acento patagónico y sus canciones  estremecían el corazón ya que ellos las escribían contando sus penas y alegrías. La guitarra llenaba el aire con sus trinos y una de las primas cantaba con una voz  que dejaba temblando.

El abuelo, de un día a otro iba doblándose,  como la rama de un árbol mortificado por el viento, comenzaba a envejecer de la noche a la mañana. La artrosis consumía sus huesos; disimulando mi tristeza me sentaba a la orilla de la cama a leerle las noticias, los cuentos de “Las mil y una  noches”, para sacar una sonrisa de sus labios. Mi abuelo tenía sueños grandes de lugares que había conocido en la cordillera,  llevando ganado a pastar en las veranadas, y  decía que cuando se levantara más repuesto iríamos a caballo para que yo conociera. Esa noche que entraba el invierno, comenzaba a llover intensamente, algo desconocido en nuestra ciudad. El abuelo despertaba con sus dolores, la abuela sentada en la silla, cubierta con un chal  le daba las medicinas. Llegaba yo a reemplazarla y  él revivía, me decía -hijo trae lápiz y papel, anota.- Tengo el aroma de la madre tierra pegado  en mis manos, las semillas revientan en los surcos, yo ruego a mi dios que haga el milagro. Le estoy pidiendo que el  bondadoso sol, ilumine los brotes  y que mi amada tierra modele  las verduras.

Que los árboles frutales sonrían a la vida, para que los niños con sus gritos de alegría puedan saborear los frutos, y yo estaré ahí dándoles  una mirada.

Eso fue todo lo que escribía dictado por el abuelo, en tanto él iba quedándose dormido. Lo abrigaba con delicadeza, él respiraba lento, toda la noche estuve repasando mi vida y  al día siguiente, con Alfonso, le mandaba un mensaje a mi madre para que viniera a visitarlo. Ya teníamos un sol hermoso y el barro estaba secándose. El abuelo René se levantaba y caminaba despacito, lo llevábamos al comedor de diario y lo sentamos en la silla alta frente a la ventana, desde ahí  podía  tener una visión amplia del campo. Hablaba con mi madre y le daba instrucciones, a mi hermanos les contaba chistes, ellos reían, después de unos minutos se ponían tristones.

La abuela llegaba con los remedios  y él decía, para qué tanto remedio Rosita, si la tierra me está llamando. Almorzábamos todos juntos, el abuelo preguntaba.-¿A qué se debe este silencio?.- Yo no he muerto, y si esto sucede tienen que alegrase porque descansará este viejo cuerpo y preocúpense de estudiar y cuidar a la abuela. No vendan el campo, es todo para Rosario y ustedes. Esa noche el abuelo se dormía para siempre.

AUTORA: Nélida  Baros Fritis

Copiapó (Región de Atacama- Chile)

TALLER VIRTUAL 7

domingo, 27 de septiembre de 2020

"La casa" (por Beatriz Ofelia Zuluaga) TALLER VIRTUAL 7

Desde que me desperté todo parecía distinto, nada estaba como la mañana anterior.  La cama, con un tendido diferente, el espaldar no tenía ya pegados mis viejas figuras de madera, la virgen había crecido bastante y en lugar de tres había más de un gato sobre la cobija. Todos eran muy hermosos.

Además de Frufru y Gatalina parecía haber más de un Yiyo.  Me puse a acariciarlos y a inventar nombres para cada uno.  Lo mejor era el color de algunas de las paredes y el papel tapiz de las otras porque combinaba hermoso, yo ya había visto un efecto muy parecido en la casa de la señora Amanda, que es la expresión misma de la delicadeza.  Las plantas y la luz tamizada hacían que toda la atmósfera fuera calmante y tan hermoso que me sentí inmensamente feliz.

Había un problema, no había agua y cuando encendí el interruptor del cuarto me di cuenta de que tampoco luz.  Me estiré y recosté en el sofá a descansar, era suave y el olor de su cojinería delicioso, me parecía por ratos que me había asomado al cielo … pero … ¿quién había cambiado para mí la casa - o, mejor dicho - ¿quién la estaba cambiando? … seguro que, aunque faltaran la luz y el agua no deberían tardar si el resto estaba ya terminado.

Había una sensación total de paz y un silencio tan grande, que agradecí al cielo que por una vez no estuviera la muchacha de enseguida con su reggaetón martillando desde temprano en mi cabeza.

Cuando me animé a levantarme y miré al comedor me llamaron la atención dos enormes cestas llenas de hortalizas, pero especialmente una manzana que resaltaba ente todas las demás con su apetitoso color rojo, yo la tomé, y la sentí algo rara, pero al morderla supe porque, no era real como tampoco lo eran las hortalizas, parecía fabricada en papel maché, entonces pensé ¡tan graciosos mis hijos! Espere y verá que lleguen para que sepan que son tonterías.

Ya con más curiosidad que otra cosa, me puse a recorrer la casa y me pareció que subí y bajé demasiadas escalas, los cuartos de los muchachos estaban en total orden y los gatos todos me perseguían maullando – tienen hambre – pensé y me dirigí a la cocina.  Lo peor era que no lograba encontrar el cuido, porque, aunque algunos cajones abrían, otros parecían sellados desde hacía mucho tiempo, sin embargo, sus coquitas de comer estaban todas juntas y pude contar treinta … me preocupé en serio porque si alimentar tres gatos salía costoso, no me quería imaginar a treinta, se iban a tener que volver todos vegetarianos para poder cuadrarlos en mi presupuesto.

Fue entonces cuando pensé en ir a buscar la billetera para ir a la tienda a comprarles comida, afortunadamente tenía más de diez mil pesos, me dirigí al patio para lavarme la cara con agua que había visto recogida en una ponchera y cuando lo hice me sentí mejor, pero reparé en que el patio era ahora el doble de amplio y los pajaritos de David no estaban … alcancé a pensar que los gatos … pero la jaula tampoco estaba.  Al parecer habíamos cambiado de lavadora y remodelado el piso ¡todo se me hacía confuso!  Y aunque lo busqué, no pude encontrar a Juan para preguntarle qué estaba sucediendo.  Mis cuadros estaban cambiados y algunos ni siquiera estaban colgados, la trapeadora parecía nueva y en vez del jabón normal en crema para los platos, había uno líquido.

Me acordé del cuido y me di cuenta de que la puerta estaba con llave, corrí a buscarla por toda la casa, en los cajones, en los lugares habituales, en los inesperados, entre mi propia ropa, pero no estaban ni ellas ni mi computador y todo lo demás parecía nuevo o recién pintado.

Me estaba ofuscando a medida que buscaba y no hallaba mis cosas, hasta que ya casi al borde de las lágrimas encontré debajo de la almohada de mi cama a Coniña, mi cobija de niña y me sentí tan reconfortada y feliz que me senté en un rincón para abrazarla y taparme con ella.  En medio de todo encontré su consuelo y me dije que alguien en algún momento tenía que llegar y abrir la puerta, lo malo eran los maullidos que aumentaban y mi propio estómago que no estaba para nada feliz, pero en realidad no había allí nada que se pudiera comer … ¡qué descuido! – pensé – pero ¿Qué podía hacer? …y volví a mi rincón para armarme de paciencia y sucedió algo terrible ¡el día se volvió de pronto noche y otra vez día! Y entre tanto un terrible terremoto sacudió la casa como si la hubiera arrancado de sus cimientos. Grité y me metí debajo de la antigua y gran mesa del comedor por ser el mueble más sólido y recuerdo que estaba allí cuando vi cómo toda la pared enfrente de mis ojos iba desapareciendo y las hortalizas rodaban por doquier … grite, lloré, le rece a Dios, me abracé a Yiyo y a Coñiña y cuando todo se calmó la pared ya no existía y aunque no entendía lo que veía enfrente  - pensé – bueno, ahora sí puedo salir y lo hice.

Ya fuera de la casa lo comprendí todo, en realidad estaba en mi propio cuarto y ahí estaba mi hijo David, yo solo había estado pasando la mañana dentro de mi casa de muñecas de cartón.

AUTORA: Beatriz Ofelia Zuluaga

Medellín (Antioquia- Colombia)

TALLER VIRTUAL 7

sábado, 26 de septiembre de 2020

"Festín de vegetales" (por Mirtha Alicia Negretti) TALLER VIRTUAL 7


   Celia despierta y comprueba que está amaneciendo, mira hacia el exterior. En el frente  de su casa, en un amplio espacio, crecen variedad de plantas, entre ellas una acacia que plantó su marido.

   Piensa en sus cincuenta y un años, en sus hijos Natalia y Felipe, que ya salen solos de vacaciones.

   Se siente abandonada, como algo sin valor, será por eso que odia la palabra viuda.

   Transcurren las horas y con ellas la rutina.

   Por la tarde, Celia espera la mercadería que deben traerle del mercadito. Apenas la recibe vacía los canastos colocando todo sobre la mesa de la cocina, antes espanta unas moscas que han entrado por la ventana, se acerca para cerrarla, en ese momento suena el celular.

   -Hola, sí, ella habla, ¿cómo?..., enseguida voy para allá.

   Con la premura del caso, alza el bolso y tal como está, saca el auto de la cochera y se dirige al hospital donde han internado a su madre.

   Celia tiene otros hermanos, Alina y Javier, pero ante cualquier eventualidad siempre recurren a ella y   más aún en estas circunstancias.

   Durante tres horas, permanecen acompañando a la enferma, al fin el informe médico culmina dando tranquilidad a la familia: al día siguiente tendrá el alta.

   Acuerdan que Alina pasará la noche y que luego la llevará a su departamento por una semana, pues doña Amparo –la madre- prefiere vivir sola.

   CELIA REGRESA A SU CASA

   Al abrir la puerta, siente un intenso golpe en la cara, un golpe que la hace trastabillar y caer de espaldas, por un rato permanece tirada, atontada, hasta que logra incorporarse y entrar.

   Con sorpresa, con espanto, ve volar por la cocina, palomas, gorriones y otros pájaros.

   No puede reaccionar ante el espectáculo, aves por todos lados, zanahorias, ajos, tomates, manzanas, pimientos, nabos, lechuga, repollo y otros, desparramados, picoteados, con excrementos, la botella de vino rota y el líquido chorreando por el borde de la mesa, un frasco destrozado en el suelo y el pan hecho migajas. Mira hacia la ventana, en el apuro olvidó cerrarla.

   Poco a poco su mente se acomoda, busca un repasador y comienza a espantar los animales, es una escena confusa, desesperante, algunos la pasan rozando. Finalmente logra liberarse, cierra la ventana y se tira en un sofá de la sala, llora, se siente una piltrafa humana.

   Más calmada, algo repuesta, comienza a juntar y limpiar el desastre. Pensar que parte de esas verduras eran para una familia que ella ayuda.

   Por la noche toma una decisión, hará cortar la acacia. No más pájaros.

   VUELVEN LOS HIJOS

   Natalia y Felipe, retornan de las vacaciones, apenas saludan y preguntan:-¿Maaa… y el árbol?

   Celia cuenta con detalles lo acontecido, lo que debió soportar, aparte de la salud de la abuela.

   -¡Cómo pudiste cortar ese árbol, has perdido el juicio! Lo plantó papá, jugamos, estudiamos a su sombra, era parte de nosotros.

    -Lo lamento hijos, -sus ojos se llenan de lágrimas- estaba sola, atacada, fue intempestivo, me descontrolé, me siento mal, culpable.

   -¿Y Petro dónde está?- dice Natalia.

   -Lo eché, lo eché…, ese gato no servía para nada.

   -¡Estás loca, completamente loca!

   DÍAS SIN RESPUESTAS

   Nadie habla, indiferencia total entre madre e hijos. Natalia y Felipe preparan sus cosas y se van a vivir con unos amigos.

   Celia entra en depresión, apenas come, no limpia. En el frente, los yuyos invaden y tapan las plantas.

   Pasan dos meses, nada cambia. Golpean la puerta. La mujer abatida, desaliñada, espía y atiende.

    -Buenos días señora, a menudo ando por aquí, limpio los jardines, ¿no quisiera arreglar el suyo?, cobro batato.

    -Haga lo que quiera, cuando termine llame.

    Al medio día el hombre toca el timbre

    -Señora, terminé. Sabe, allí, mire usted, está brotando nuevamente el árbol. Celia cambia de expresión, no puede creerlo. Feliz, rebosante, agradece y paga por el trabajo.

   Celia no sabe qué hacer, da vueltas, vuelve al jardín, habla para sí: debo tranquilizarme, el corazón me palpita.

  Se contiene unos minutos y decide llamar a sus hijos.

                                                            -*-*-*-

    La acacia ya tiene treinta centímetros.

   Otra vez llegan los canastos, en la mesa se ven verduras, frutas y…, un nuevo gato corretea.

   

AUTORA: Mirtha Alicia Negretti

Santa Fe Capital (Santa Fe- Argentina)

TALLER VIRTUAL 7

Haiku (por Georges René Weinstein) TALLER VIRTUAL 7


 

¡Qué cantidad de vegetales

y solo una fruta!,

¡apetitosa!


AUTOR: Georges René Weinstein

Medellín (Colombia)

TALLER VIRTUAL 7

jueves, 24 de septiembre de 2020

"Errante" (De la autora)


 

Como el barco del Viejo Marinero

del poeta inglés*,

allí anda mi país, errante,

sin escala cierta,

no acertando la misión del navegante.

Al filo eternamente,

rondando en este rumbo incierto,

entre borrascas y tormentas,

frágil, quebradizo,  

a merced de las olas y del viento.

 Es inminente renovar las velas,

deslucidas y ajadas,

pues desvían el posible derrotero

y entorpecen la marcha.

No hay muelle o faro en la distancia, 

estamos remotos de la costa,

solos y aislados,

marchando a la deriva,

la rosa de los vientos es confusa,

no hay brújula ni mapa,

en medio de la ignota travesía.

Habrá que resguardar el timón,

y el estandarte que ostenta nuestra proa,

pues andan fortuitos bucaneros,

que irrumpen sin aviso,

burlando el custodiar de las gaviotas.

Quizás sigamos deambulando,

como sempiternos vagabundos,

sondeando la seguridad de un puerto,

o nos hundamos, al errar en la maniobra,

y hallen un día los restos del naufragio,

en la vastedad inmensa del océano.

De nada sirve ya, nuestro equipaje,

pues pesa, lacera,

y aviva las llagas,

y torna nuestros cuerpos encorvados,

nuestra piel con surcos,

y un profundo agujero en nuestras almas.

Y allí quedarán nuestros vestigios,

en la estela que deje nuestra nave

en medio de la bruma,

o en algún cuaderno de bitácora

encontrado en la arena con la espuma.

 

*El "poeta inglés" al que me refiero es Samuel Coleridge, su poema más famoso,“The ancient mariner”(El viejo marinero).

miércoles, 23 de septiembre de 2020

"La mesa" (por Beatriz Barsanti) TALLER VIRTUAL 7

       La mesa nunca estaba vacía.   No solo porque ellos eran muchos,  sino porque la casa se les hacía chica y la cocina-comedor era el único lugar destinado para trabajo y reunión.

       Doce eran los hermanos.   A los mayores:  Luis,  Esteban,  Amalia y María,  de veinte,  dieciocho,  dieciséis y catorce años,  les habían puesto los nombres de sus abuelos,  pero a la llegada de los siguientes se les acabó la imaginación.   Los nuevos se nombraron como Quinto,  Sexto, Septimia y Octavio;  sus edades iban de los doce a los siete años.   Peor fue cuando nacieron dos tandas de mellizos.   Entonces,  directamente recurrieron al santoral, criando a Roque y Agapito de cinco con Cipriana y Justina,  de tres.

       Durante el día se distribuían en la mesa cuadernos,  juguetes,  revistas,  restos de galletitas,  un frasco con  bichitos de luz,  lapiceras,  figuritas,  algún pañuelo sucio.  A la hora del almuerzo o cena , la madre tiraba todo adentro de una canasta de mimbre,  la misma que había contenido horas antes:   papas,  ajíes,  cebollas,  acelga,  repollo y cuanta verdura y hortaliza pudieran ir a parar a un sustancioso guiso que satisficiera a tantas pancitas.

       Como si no hubiera suficientes comensales,  a veces,  un amigo de los chicos se quedaba (“donde comen dos, comen tres”).   No faltaba que alguno de los agregados quisiera echar a un legítimo diciendo  “vos andá a comer a tu casa.   Hoy acá me toca a mí”  a lo que terciaba la madre “Minguito,  dejálo.   Ése también es de la familia”.

        Doce eran muchos hijos.   Incontables los problemas,  suprema la responsabilidad,  aunque los más grandes a medida que crecían ayudaban en el cuidado de los pequeños.   Así había hijos/padres,  hijas/madres y hermanos que nada compartían,  por existir entre ellos una diferencia de diez o más años o bien,  podían llegar los sobrinos de casi la misma edad que sus tíos,  para sumarse a la comitiva.

        Cuando colocaron las cloacas en el barrio,  Agapito  metió la cabeza dentro de un largo caño y no pudo sacarla.   Su voz pidiendo auxilio salía por la otra punta del caño y tardaron una tarde en localizarlo,

         Las niñas que jugaban a la visita,  se colgaban  el gato al cuello como bufanda.  Cuando lo soltaban, salía corriendo y no lo veían por el resto del día.

         Con doce hijos no había tiempo para aburrirse.   Los adultos lavaban,  cocinaban,  cosían y planchaban sin parar.   Los medianos trabajaban o estudiaban,  los pequeños dibujaban,  jugaban,  se escapaban al potrero o hacían travesuras.    Alguno,  tareas sobre la mesa.   La mesa que siempre estaba ocupada,  la mesa que no descansaba nunca,  la mesa que no dormía.

AUTORA: Beatriz Barsanti

Villa Adelina- San Isidro (Buenos Aires- Argentina)

TALLER VIRTUAL 7

martes, 22 de septiembre de 2020

"Para siempre por siempre" (por Beatriz Barsanti) TALLER VIRTUAL 7


                       Lo simple, lo diario,  lo perpetuo,

                     el vestido sufrido,  las glicinas del patio,

                     el aroma benigno del puchero y la sopa

                     de todos los días

                     o el del estofado,  proclamando su sabor de domingo.

                     Los hijos y los nietos recibidos con las palmas en alto.

                     Retornar a la casa fragmentada en mi mente

                     como espejitos rotos

                     ¿cuadros?  ¿estufas?  ¿sillones?  ¿rejas?

                     ¿la flor de la pasión?  ¿la parra?   El deleite virtuoso

                      de los frutos del huerto.

                      Recuerdos que se arremolinan y explotan

                      como burbujas de jabón en la tormenta.

                      ¡Ay!  Memoria mía,  no permitas

                      que los blancos estratos del olvido conturben el eco del pasado

                      que no enmudezcan tu voz

                      que todo se recicle desde lo más insustancial

                      que nada se detenga hasta un segundo antes del último hálito.

AUTORA: Beatriz Barsanti

Villa Adelina- San Isidro- (Buenos Aires- Argentina) 

TALLER VIRTUAL 7

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PRÓLOGO  "Sentate que te cuento" - 2009-

     Había una vez…. Así empiezan casi todos los cuentos. Pero éste no es un cuento. Es una historia real que comenzó hace mucho tiempo. Empiezo de nuevo.


    Había una vez tres amigas que, teniendo doce o trece años, se reunían para escribir poesía. ¿Qué loco no? Suena como raro reunirse para crear versos, escribir lo que uno siente, porque debería ser algo personal y no grupal, pero así comenzó todo. Casi jugando a ser poetas.

       Hoy sigue siendo un juego para mí. Un juego en el que se mezclan las rimas, los sentimientos y las palabras, que apelan a los sentidos y a la emoción del lector que busca volar con su imaginación más allá del libro que tiene en la mano. Y eso es bueno. Volar, soñar, imaginar, casi poder oler los aromas o escuchar los sonidos descriptos por el escritor.  

    Por eso es este proyecto en el que uno revela, casi sin querer, sus actitudes frente a la vida, actitudes inspiradas en momentos, en personas, en situaciones, en historias alegres y otras no tanto, pero que siempre, indefectiblemente, reflejan lo que uno piensa o siente.

    Por eso, si tenés tiempo, te invito, sentate que te cuento.

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PRÓLOGO  "Fotografías del alma" - 2011 -

La fotografía - según Wikipedia -  es la ciencia y el arte de obtener imágenes duraderas por la acción de la luz; es el proceso de capturar esas imágenes y fijarlas en un medio material sensible a la luz.  Para almacenar esta imagen, las cámaras fotográficas utilizaban, hasta hace pocos años, una película sensible; mientras que en la actualidad, en la fotografía digital, se emplean, generalmente, sensores y memorias digitales.  El término fotografía procede del griego φως phos ("luz"), y γραφίς grafis ("diseñar", "escribir") que, en conjunto, significa "diseñar/escribir/grabar con la luz".

         He decidido cambiar esa luz por palabras para obtener imágenes duraderas y fijarlas en la imaginación del lector. Cada poesía o narrativa es como una fotografía tomada a través de la percepción del escritor, desnudando, así, su alma, desglosando sus ideas, revelando sus gustos y deseos, descubriendo sus ideologías, sus temores, sus debilidades y sus fuerzas.

     El lector toma esa creación literaria y la enfoca desde su lectura, desde otra óptica, quizás similar, quizás diferente, ajustando el zoom, dándole sus propios tonos,  unas veces en blanco y negro, otras en color, y encuadrándolo desde donde él lo cree necesario, empleando diferentes distancias focales,  formando una imagen a su medida, un daguerrotipo personal.

     Si pidiéramos a dos lectores que hicieran un dibujo para representar un texto, seguramente ninguno de los dos dibujaría lo mismo sino que crearía su “fotografía literaria” que sería el producto original de lo que su imaginación enfocó ayudado por las palabras del autor.

     Esas imágenes variadas provocan sensaciones contrastantes que van desde el gozo hasta la desolación, pero que forman parte de las emociones cotidianas que matizan nuestra existencia.

     Te propongo eso, que crees tu fotografía, que será solo tuya, única e irrepetible, utilizando tu sensibilidad, como la película de una cámara fotográfica, para que ilustre, así,  cada una de mis obras.

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Rincones y Acuarelas I y II

PRÓLOGO  "Rincones y Acuarelas I" - 2019 -

     Hay rincones y rincones. Los tuyos, los míos. Algunos son compartidos, otros son personales. También hay rincones de dolor. Pero los que quedarán prendidos a la piel serán aquellos que por tan simples, pasan desapercibidos. Y luego de un tiempo vuelven. Vuelven con fuerza a reavivar sentidos, a revivir momentos pasados y queridos. Algunos están pintados de acuarelas que aún matizan nuestra vida. Un aroma a tostadas por la mañana, una canción permanentemente escuchada en la adolescencia o el sabor de una fruta recogida alguna vez a la hora de la siesta, nos despiertan sensaciones que creíamos olvidadas. Te invito a eso, a saborear, a escuchar, a palpar esos rincones, y a pintarlos con las acuarelas de tu imaginación.


PRÓLOGO  "Rincones y Acuarelas II" - 2019 -

     La producción de los cuentos, relatos y vivencias presente en este libro ha pasado por diferentes etapas a lo largo de varios años, según fueron apareciendo emociones, situaciones, recuerdos o disparadores que motivaron la escritura. Mientras algunos fueron escritos hace ya varios años, otros cuentan con solo unos meses de vida.

     Los “Rincones personales” podrían formar un único capítulo con las “Vivencias”, ya que ambos forman parte de experiencias vividas, pero por alguna cuestión que no podría explicar, me gustó dividirlos. Sin embargo, “La carrera de alfombras” y “Patronales”, son una mezcla de ficción y realidad,  donde hay una carga emocional muy grande con algunos puntos reformados que le dan el formato de cuento. En cuanto a las obras incluidas en “Rincones de ficción”, la mayoría es producto de la convocatoria de concursos literarios.

     En el camino de los concursos me encontré con algunos desafíos, como con “El último barrilete”, que debía contar con 50 palabras exactas, o la consigna de hacerle una entrevista a Martín Fierro.    

     Lo sobrenatural también aparece en algunos de los cuentos, como en el caso de “El faro”, “La picazón”, “Mi encuentro con Marilyn”, “La carta del altillo”, “Vecinos”, “Pensamiento” y “La mancha”, donde ciertas situaciones contienen elementos insólitos y fantásticos que violan las leyes naturales entendidas por el hombre. Con respecto a “Tiempo”, se podría decir que es una metáfora en su totalidad.

     También me he sumergido en primera persona en la historia con “Testigo” y “Sólo una noche de paz”, donde me pongo en lugar de los protagonistas, tratando de sentir y ver lo que ocurrió.

     Lo cierto es que mientras más leo, más corrijo, por eso he decidido publicar el material hasta ahora recopilado, para no quitarle ese toque de emoción que a veces lleva una obra terminada.

     Espero que el lector se sienta identificado con algunos de estos rincones.