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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

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domingo, 27 de septiembre de 2020

"La casa" (por Beatriz Ofelia Zuluaga) TALLER VIRTUAL 7

Desde que me desperté todo parecía distinto, nada estaba como la mañana anterior.  La cama, con un tendido diferente, el espaldar no tenía ya pegados mis viejas figuras de madera, la virgen había crecido bastante y en lugar de tres había más de un gato sobre la cobija. Todos eran muy hermosos.

Además de Frufru y Gatalina parecía haber más de un Yiyo.  Me puse a acariciarlos y a inventar nombres para cada uno.  Lo mejor era el color de algunas de las paredes y el papel tapiz de las otras porque combinaba hermoso, yo ya había visto un efecto muy parecido en la casa de la señora Amanda, que es la expresión misma de la delicadeza.  Las plantas y la luz tamizada hacían que toda la atmósfera fuera calmante y tan hermoso que me sentí inmensamente feliz.

Había un problema, no había agua y cuando encendí el interruptor del cuarto me di cuenta de que tampoco luz.  Me estiré y recosté en el sofá a descansar, era suave y el olor de su cojinería delicioso, me parecía por ratos que me había asomado al cielo … pero … ¿quién había cambiado para mí la casa - o, mejor dicho - ¿quién la estaba cambiando? … seguro que, aunque faltaran la luz y el agua no deberían tardar si el resto estaba ya terminado.

Había una sensación total de paz y un silencio tan grande, que agradecí al cielo que por una vez no estuviera la muchacha de enseguida con su reggaetón martillando desde temprano en mi cabeza.

Cuando me animé a levantarme y miré al comedor me llamaron la atención dos enormes cestas llenas de hortalizas, pero especialmente una manzana que resaltaba ente todas las demás con su apetitoso color rojo, yo la tomé, y la sentí algo rara, pero al morderla supe porque, no era real como tampoco lo eran las hortalizas, parecía fabricada en papel maché, entonces pensé ¡tan graciosos mis hijos! Espere y verá que lleguen para que sepan que son tonterías.

Ya con más curiosidad que otra cosa, me puse a recorrer la casa y me pareció que subí y bajé demasiadas escalas, los cuartos de los muchachos estaban en total orden y los gatos todos me perseguían maullando – tienen hambre – pensé y me dirigí a la cocina.  Lo peor era que no lograba encontrar el cuido, porque, aunque algunos cajones abrían, otros parecían sellados desde hacía mucho tiempo, sin embargo, sus coquitas de comer estaban todas juntas y pude contar treinta … me preocupé en serio porque si alimentar tres gatos salía costoso, no me quería imaginar a treinta, se iban a tener que volver todos vegetarianos para poder cuadrarlos en mi presupuesto.

Fue entonces cuando pensé en ir a buscar la billetera para ir a la tienda a comprarles comida, afortunadamente tenía más de diez mil pesos, me dirigí al patio para lavarme la cara con agua que había visto recogida en una ponchera y cuando lo hice me sentí mejor, pero reparé en que el patio era ahora el doble de amplio y los pajaritos de David no estaban … alcancé a pensar que los gatos … pero la jaula tampoco estaba.  Al parecer habíamos cambiado de lavadora y remodelado el piso ¡todo se me hacía confuso!  Y aunque lo busqué, no pude encontrar a Juan para preguntarle qué estaba sucediendo.  Mis cuadros estaban cambiados y algunos ni siquiera estaban colgados, la trapeadora parecía nueva y en vez del jabón normal en crema para los platos, había uno líquido.

Me acordé del cuido y me di cuenta de que la puerta estaba con llave, corrí a buscarla por toda la casa, en los cajones, en los lugares habituales, en los inesperados, entre mi propia ropa, pero no estaban ni ellas ni mi computador y todo lo demás parecía nuevo o recién pintado.

Me estaba ofuscando a medida que buscaba y no hallaba mis cosas, hasta que ya casi al borde de las lágrimas encontré debajo de la almohada de mi cama a Coniña, mi cobija de niña y me sentí tan reconfortada y feliz que me senté en un rincón para abrazarla y taparme con ella.  En medio de todo encontré su consuelo y me dije que alguien en algún momento tenía que llegar y abrir la puerta, lo malo eran los maullidos que aumentaban y mi propio estómago que no estaba para nada feliz, pero en realidad no había allí nada que se pudiera comer … ¡qué descuido! – pensé – pero ¿Qué podía hacer? …y volví a mi rincón para armarme de paciencia y sucedió algo terrible ¡el día se volvió de pronto noche y otra vez día! Y entre tanto un terrible terremoto sacudió la casa como si la hubiera arrancado de sus cimientos. Grité y me metí debajo de la antigua y gran mesa del comedor por ser el mueble más sólido y recuerdo que estaba allí cuando vi cómo toda la pared enfrente de mis ojos iba desapareciendo y las hortalizas rodaban por doquier … grite, lloré, le rece a Dios, me abracé a Yiyo y a Coñiña y cuando todo se calmó la pared ya no existía y aunque no entendía lo que veía enfrente  - pensé – bueno, ahora sí puedo salir y lo hice.

Ya fuera de la casa lo comprendí todo, en realidad estaba en mi propio cuarto y ahí estaba mi hijo David, yo solo había estado pasando la mañana dentro de mi casa de muñecas de cartón.

AUTORA: Beatriz Ofelia Zuluaga

Medellín (Antioquia- Colombia)

TALLER VIRTUAL 7

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