Celia despierta y comprueba que está amaneciendo,
mira hacia el exterior. En el frente de
su casa, en un amplio espacio, crecen variedad de plantas, entre ellas una
acacia que plantó su marido.
Piensa
en sus cincuenta y un años, en sus hijos Natalia y Felipe, que ya salen solos
de vacaciones.
Se siente abandonada, como algo sin valor,
será por eso que odia la palabra viuda.
Transcurren las horas y con ellas la rutina.
Por la tarde, Celia espera la mercadería que
deben traerle del mercadito. Apenas la recibe vacía los canastos colocando todo
sobre la mesa de la cocina, antes espanta unas moscas que han entrado por la
ventana, se acerca para cerrarla, en ese momento suena el celular.
-Hola, sí, ella habla, ¿cómo?..., enseguida
voy para allá.
Con la premura del caso, alza el bolso y tal
como está, saca el auto de la cochera y se dirige al hospital donde han
internado a su madre.
Celia tiene otros hermanos, Alina y Javier,
pero ante cualquier eventualidad siempre recurren a ella y más aún en estas circunstancias.
Durante tres horas, permanecen acompañando a
la enferma, al fin el informe médico culmina dando tranquilidad a la familia:
al día siguiente tendrá el alta.
Acuerdan que Alina pasará la noche y que
luego la llevará a su departamento por una semana, pues doña Amparo –la madre-
prefiere vivir sola.
CELIA REGRESA A SU CASA
Al abrir la puerta, siente un intenso golpe
en la cara, un golpe que la hace trastabillar y caer de espaldas, por un rato
permanece tirada, atontada, hasta que logra incorporarse y entrar.
Con sorpresa, con espanto, ve volar por la
cocina, palomas, gorriones y otros pájaros.
No puede reaccionar ante el espectáculo,
aves por todos lados, zanahorias, ajos, tomates, manzanas, pimientos, nabos, lechuga,
repollo y otros, desparramados, picoteados, con excrementos, la botella de vino
rota y el líquido chorreando por el borde de la mesa, un frasco destrozado en
el suelo y el pan hecho migajas. Mira hacia la ventana, en el apuro olvidó
cerrarla.
Poco a poco su mente se acomoda, busca un
repasador y comienza a espantar los animales, es una escena confusa, desesperante,
algunos la pasan rozando. Finalmente logra liberarse, cierra la ventana y se
tira en un sofá de la sala, llora, se siente una piltrafa humana.
Más calmada, algo repuesta, comienza a
juntar y limpiar el desastre. Pensar que parte de esas verduras eran para una
familia que ella ayuda.
Por la noche toma una decisión, hará cortar
la acacia. No más pájaros.
VUELVEN LOS HIJOS
Natalia y Felipe, retornan de las
vacaciones, apenas saludan y preguntan:-¿Maaa… y el árbol?
Celia cuenta con detalles lo acontecido, lo
que debió soportar, aparte de la salud de la abuela.
-¡Cómo pudiste cortar ese árbol, has perdido
el juicio! Lo plantó papá, jugamos, estudiamos a su sombra, era parte de
nosotros.
-Lo lamento hijos, -sus ojos se llenan de
lágrimas- estaba sola, atacada, fue intempestivo, me descontrolé, me siento
mal, culpable.
-¿Y Petro dónde está?- dice Natalia.
-Lo eché, lo eché…, ese gato no servía para
nada.
-¡Estás loca, completamente loca!
DÍAS SIN RESPUESTAS
Nadie habla, indiferencia total entre madre
e hijos. Natalia y Felipe preparan sus cosas y se van a vivir con unos amigos.
Celia entra en depresión, apenas come, no
limpia. En el frente, los yuyos invaden y tapan las plantas.
Pasan dos meses, nada cambia. Golpean la
puerta. La mujer abatida, desaliñada, espía y atiende.
-Buenos días señora, a menudo ando por
aquí, limpio los jardines, ¿no quisiera arreglar el suyo?, cobro batato.
-Haga lo que quiera, cuando termine llame.
Al medio día el hombre toca el timbre
-Señora, terminé. Sabe, allí, mire usted,
está brotando nuevamente el árbol. Celia cambia de expresión, no puede creerlo.
Feliz, rebosante, agradece y paga por el trabajo.
Celia no sabe qué hacer, da vueltas, vuelve
al jardín, habla para sí: debo tranquilizarme, el corazón me palpita.
Se contiene unos minutos y decide llamar a
sus hijos.
-*-*-*-
La
acacia ya tiene treinta centímetros.
Otra vez llegan los canastos, en la mesa se
ven verduras, frutas y…, un nuevo gato corretea.
AUTORA: Mirtha Alicia
Negretti
Santa
Fe Capital (Santa Fe- Argentina)
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