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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

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y en otras librerías del país.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

"Veredicto apasionado" (por Anselmo Miguel Molinas) TALLER VIRTUAL 7

No es la primera vez. Podría no interesar a nadie. Pero no lo permite y por eso está allí, encerrada.

            Su carácter irascible es tan conocido como caprichoso. No va a cambiar. De ahí el enfado y desagrado de quienes deben lidiar con ella. Pega, araña, muerde, lastima, escupe, amenaza y maldice cuando la atacan, cuando dudan de ella.

            Tienen la misma opinión el párroco, los agentes policiales y su jefe, médicos, terapistas, psicólogos y psiquiatras, el personal carcelario, el administrativo y la superioridad, los fiscales y los jueces, los abogados, su familia, las de las víctimas y los lesionados.

            Ha confesado sin sonrojarse cada vez que la indagan que “ella no quiere matar, que eso es demasiado fácil”. También repite una y otra vez que “no le gusta que la molesten”, eso es todo.

            Marta Olaya es una mujer difícil, aunque no lo cree.

            Su último ataque produjo a un ayudante de cocina un tajo de ocho centímetros en el pómulo y la amputación de media oreja izquierda. El hombre no esperaba ninguna respuesta. Fue una conversación amable entre dos compañeros de trabajo; él hervía los fideos, ella picaba el último tomate para terminar la salsa; estaban los clientes del comedor, montando queso azul cremoso sobre aromáticas y crocantes tostadas y llevándoselos a la boca para  distraer sus estómagos.

            Una moza ingresaba desde el salón, se cerró a sus espaldas la puerta giratoria, abrió sus ojos exageradamente, se le cayó la bandeja, esperó el grito, fracasó, el desmayo llegó antes. El hombre, que no salía de su asombro, atinó a tomar un repasador.

            Fue el ayudante de cocina quien mostró la foto. Era hermosa, estéticamente perfecta, atractiva. A Marta Olaya no le agradó, menos aun cuando el joven comentó que la utilizaría como fondo en la marquesina del establecimiento gastronómico que pensaba inaugurar en unos meses.

            —La leyenda del cartel sería: “Restaurant Buena vida, atendido por sus dueños, José y Rita”—. Comentó, orgulloso que  aquella bella composición ilustrativa serviría de fondo al cartel y que la obtuvo con su vieja cámara Canon Eos 700 lente 35-80 mm.  La misma  exhibía verduras, frutos de la huerta, encurtidos, pan y vinos.

            Y con un tic de chef profesional, que no lo era, arrojó prolijamente los fideos a la olla. De allí en más lo conocido. El acero abrió la carne del pómulo y cayó  en la mesada, junto a la espumadera, el trozo de oreja cortada. Instintivamente, con la intensión de parar el flujo de sangre, tomó el paño que tenía a mano, se lo llevó a la cabeza y salió corriendo desde la cocina hacia la cochera pasando por la puerta de servicio. Un golpe, un crujido y la abertura vaivén abierta, se cerró.

            Ella, apenas sonriendo, miró la foto que lucía apoyada sobre el colador de acero que esperaba los fideos ya cocidos en exceso. En ningún momento se detuvo en la belleza de las berenjenas, pimientos, repollo, pastinacas, cebollas, apios, tomates, zanahorias, rábanos, manzanas, el pan, las bebidas o las conservas avinagradas.

            Desorientando al Juez, Marta Olaya hizo una declaración muy breve. Dijo que ya había puesto las cosas en su lugar, que se despreocupara; ella lo descubrió y no necesitó esperar ningún trámite judicial para penar al ladrón.

            Afirmó que unos quince días antes de herirlo, el ayudante de cocina le había robado los dos canastos que se lucían en la foto. Lo probó. Los tres tejedores de mimbre del pueblo le dieron la razón, era la única capaz de trenzar lo que llamaban el engarce “cuatro dedos”, que no es otra cosa que la forma de unir el asa con la cesta.

            No es la primera vez. Está entre rejas. Le devolvieron los canastos que ahora usa para las compras la empleada doméstica de la mujer del Juez. Marta Olaya se los vendió, no acostumbraba a comprar fallos.


AUTOR: Anselmo Miguel Molinas

Santa Fe Capital (Santa Fe- Argentina)

TALLER VIRTUAL 7

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