Desde hace muchos años, en la
fecha del último Viernes de Julio, los alimentos que habitaban el pueblo Huerta
Salvada se reunían en el lago para homenajear a los grandes héroes que salvaron
sus vidas, las de sus antecesores y las de sus descendientes. Como parte de la
ceremonia, Doña Remolacha leía la crónica en donde se relataban los hechos tal
cual los habían contado los mismísimos héroes; la noticia decía lo siguiente:
“Cinco meses seguidos les llevó armar el plan
a las verduras, las frutas, los aceites, los envasados y demás alimentos que
allí se encontraban; ningún comestible faltaba a las reuniones que se
realizaban durante las noches, todos querían vengarse de los humanos porque
estaban cansados de ver morir a sus seres queridos de una manera tan espantosa.
Los chefs del restaurante limpiaron la cocina,
corroboraron que todos los alimentos y utensilios estén en su lugar antes de
haber finalizado su jornada de trabajo. Cuando se marcharon, el edificio quedó
en silencio, ni los roedores salían de su escondite esa noche. El último
Viernes del mes de Julio, luego de que los empleados se marcharon del
establecimiento, ocurrió un terrible desastre para los dueños del local. Los
alimentos más jóvenes ayudaron a los longevos a salir del lugar y luego
empezaron con su plan:
En la cocina, los tomates taparon por donde se
colaba el agua de los fregaderos para luego abrir las canillas y así inundar el
lugar. Los zapallos cortaron los cables y los repollos abrieron el gas de los
hornos. Los pimientos y las zanahorias tiraron las estanterías, las berenjenas
dejaron abiertos los freezers y las heladeras. En la parte del restaurante, las
manzanas, las bananas y las naranjas prendieron fuego las sillas y mesas,
mientras que las papas rompieron los cuadros que decoraban las paredes.
Finalmente, se incendió todo el edificio, los
bomberos no lograron salvarlo y creyeron que el fuego había sido provocado por
un cortocircuito”.
Luego de que Doña Remolacha terminaba de leer
la crónica, las cebollas más jóvenes entregaban medallas a los héroes y los
festejos se extendían hasta el día siguiente, era muy importante festejar un
nuevo aniversario de que la masacre de los alimentos había finalizado para
siempre.
AUTORA: María Belén Cáffaro
Clucellas (Santa Fe- Argentina)
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