que deberás partir,
no vaciles,
no te demores,
no lo postergues.
Quizás sea importante
notar cada tanto los sonidos de la ausencia,
el espacio vacío,
la soledad de la noche
en la cama desierta.
Tal vez sea necesario
inventar una distancia provisoria,
que suspenda un instante la rutina,
que aleje los fantasmas
de los ritos y las formas.
Que yo no te tenga,
que tú no me tengas
tan sólo por un rato.
Que no vivamos la certeza de tenernos,
de percibir en el silencio
el murmullo de los pasos,
la respiración conocida,
la palabra acostumbrada,
los gestos espontáneos.
Que no nos tengamos
tan sólo cada tanto.
Para comprender, quizás,
la necesidad de vernos,
la urgencia de oírnos,
la prisa mutua por reírnos o callarnos.
Si lo decidimos,
que sea tan sólo una pausa,
un momento, un intervalo,
para detenernos,
y asombrarnos del milagro
de habernos encontrado.
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