con nombres, apellidos y lamentos
no lo trate en las hojas de mis libros,
no le dé la escritura de mis versos.
Dicen que aquí murió la poesía,
dicen algunos que no debo hacerlo:
la verdad es que siento no agradarles,
los saludo y les saco mi sombrero
y los dejo viajando en el parnaso
como ratas alegres en el queso.
Yo pertenezco a otra categoría
y sólo un hombre soy de carne y hueso
por eso si apalean a mi hermano
con lo que tengo a mano lo defiendo
y cada una de mis líneas lleva
un peligro de pólvora o de hierro,
que caerá sobre los inhumanos,
sobre los crueles, sobre los soberbios.
Pero el castigo de mi paz furiosa
no amenaza ni a los pobres ni a los buenos.
Con mi lámpara busco a los que caen,
alivio sus heridas y las cierro.
Y estos son los oficios del poeta
del aviador y del picapedrero:
debemos hacer algo en esta tierra
porque en esta tierra nos parieron
y hay que arreglar las cosas de los hombres
porque no somos pájaros ni perros.
Y bien, si cuando ataco lo que odio,
o cuando canto a todos los que quiero
la poesía quiere abandonar
las esperanzas de mi manifiesto
yo sigo con las tablas de mi ley
acumulando estrellas y armamentos,
y en el duro deber americano
no me importa una rosa más o menos:
tengo un pacto de amor con la hermosura
tengo un pacto de sangre con mi pueblo.
no lo trate en las hojas de mis libros,
no le dé la escritura de mis versos.
Dicen que aquí murió la poesía,
dicen algunos que no debo hacerlo:
la verdad es que siento no agradarles,
los saludo y les saco mi sombrero
y los dejo viajando en el parnaso
como ratas alegres en el queso.
Yo pertenezco a otra categoría
y sólo un hombre soy de carne y hueso
por eso si apalean a mi hermano
con lo que tengo a mano lo defiendo
y cada una de mis líneas lleva
un peligro de pólvora o de hierro,
que caerá sobre los inhumanos,
sobre los crueles, sobre los soberbios.
Pero el castigo de mi paz furiosa
no amenaza ni a los pobres ni a los buenos.
Con mi lámpara busco a los que caen,
alivio sus heridas y las cierro.
Y estos son los oficios del poeta
del aviador y del picapedrero:
debemos hacer algo en esta tierra
porque en esta tierra nos parieron
y hay que arreglar las cosas de los hombres
porque no somos pájaros ni perros.
Y bien, si cuando ataco lo que odio,
o cuando canto a todos los que quiero
la poesía quiere abandonar
las esperanzas de mi manifiesto
yo sigo con las tablas de mi ley
acumulando estrellas y armamentos,
y en el duro deber americano
no me importa una rosa más o menos:
tengo un pacto de amor con la hermosura
tengo un pacto de sangre con mi pueblo.
PABLO NERUDA
(de Canción
de Gesta, 1960)
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