ACTA Concurso Literario “ELDA MASSONI” 2013
En la ciudad de Rafaela, Provincia de
Santa Fe, a los veinticinco días del mes de septiembre de dos mil trece, siendo
la hora dieciocho, se reúne la Comisión
Directiva de E.R.A., “Escritores Rafaelinos Agrupados”, para proceder
a la apertura de sobres, con el objeto de dilucidar los datos personales,
correspondientes a los ganadores del Certamen
Literario “Elda Massoni” año 2013, según lo asentado en “Acta del Jurado” designado
para tal efecto, que se hallara integrado por los escritores: Prof. Nora
Didier, Lic. Emma Cano de Candioti y Dr. Julio Luis Gómez, en la reunión previamente
celebrada, en la ciudad de Santa Fe, a los dieciséis días del mes de agosto
pasado. ----
De acuerdo con la decisión formulado por
el Jurado actuante, resultan seleccionados los siguientes trabajos:
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-Género poesía: Primer Premio: “Ajedrez”, seudónimo “Calandria”,
constatándose que corresponde a Alba Rosa ROSSI, Documento Nº 4968375,
domiciliada en Ribera 203, Departamento 4, de la ciudad de Villa Carlos Paz,
Provincia de Córdoba. Segundo Premio: “En el otoño”, seudónimo “Paris”,
otorgado a Juan Carlos VINCENZIN, Documento
Nº 6547964, con domicilio en Laprida 5301, de la ciudad de Santa Fe. Se
asignan también tres menciones, siendo la Primera para “Evas y Marías”, seudónimo “Ailec”, que pertenece a Griselda
BONAFEDE, D.N.I. Nº 5257408, radicada en Av. Belgrano 771, de la ciudad de
Sunchales, Provincia de Santa Fe. La
Segunda se otorga
a “Indicios y fragmentos”, seudónimo “Frida
Kalo”, correspondiendo a Teresa BUSTOS, Documento Nº 63519188, con domicilio en
2 de abril 1532, de la ciudad de San Francisco, Provincia de Córdoba. La Tercera se asigna a “Reclamo”, seudónimo “El sonetista”, cuyo autor es Guillermo SANTOS
LEDRI, domiciliado en San Martín 1403, ciudad de Gualeguaychú, Provincia de
Entre Ríos.-------------------------------------
-Género cuento:
Primer Premio: “Tres sujetos y dos muertes a oscuras”, seudónimo “Marcus Jowen”,
que corresponde a Claudio Damián MARCUCCI, D.N.I. 35187887, con domicilio en
Viamonte 190, 2º piso, Departamento 1, de la ciudad de Rosario, Provincia de
Santa Fe. Segundo Premio: “Loca por la ciencia”, bajo el seudónimo
“Polochi”, siendo autoría de Mirta Raquel ZEHNDER, D.N.I. Nº 17498815,
domiciliada en Av. Presidente Comunal Bernardo Brechbühl 2445, de la localidad
de Humboldt, Prov. de Santa Fe. También se otorgan tres menciones,
siendo la Primera para “El
gato”, seudónimo “Mili”, perteneciente a Inés Aída RAMONDA, Documento Nº
4872179, radicada en Sarmiento 240 de la localidad de James Craig, de la Prov. de Córdoba. La Segunda
es asignada a “Exilios”, bajo el
seudónimo de “Tinarero”, que pertenece a Daniel Alberto CASTRILLO, D.N.I. Nº
26224088, con domicilio en Ruta Nacional Nº 9, km 465, de la localidad de
Leones, Prov. de Córdoba. La Tercera Mención es para “El ojo y las joyas”, seudónimo “Tomás”,
correspondiente a Anahí DUZEVICH BEZOZ,
L.C. Nº 59144790, radicada en I. Besson 1738, de la ciudad de Cañada de Gómez,
Provincia de Santa Fe. ----------------------------------------------------
Aclaración:
En virtud de lo establecido en el Artículo 13) de las BASES DEL CERTAMEN
“ELDA MASSONI” 2013, esta Comisión resuelve descalificar el poema “Pluma”,
puesto que la concursante omite el uso de seudónimo, procediendo en cambio a
identificarse con nombre, apellido y demás datos personales, contraviniendo por
lo tanto lo pautado en el Artículo 5) del mencionado Reglamento. --------------------------
OBRAS PREMIADAS:
POESÍA :
PRIMER
PREMIO
“AJEDREZ”
Seudónimo: Calandria
Autor: Alba Rosa Rossi (Villa
Carlos Paz – Pcia. Córdoba)
Si los trebejos negros se
complotan
para vengar al Rey, que se
resiste,
los alfiles defienden su
castillo
y los caballos cabalgan al
embiste.
La reina blanca descansa en su
cuadrado.
El peón que la asiste con
envidia
desea ocupar, con artimañas,
la corona que ella ostenta sin
malicia.
Es el frío de la lid que se
desata,
los peones, los caballos y los
alfiles
presentan duelo que la guerra
arrasa
mientras el Rey, valiente, se
resiste.
Juego de titanes, inteligencia
activa,
escaques donde juegan las
partidas
que darán que hablar al
universo
y llorará el vendido, con
desidia.
El juego de la vida es cosa
seria.
En un tablero con cuadros
bicolores
luchan, se afanan, y se piensa
siempre
en ganar la partida.
SEGUNDO
PREMIO
“EN EL OTOÑO”
Seudónimo: París
Autor: Juan Carlos Vincenzin (Santa Fe)
No
gasto mal mi tiempo
Ni
cultivo el olvido
No
camino entre piedras de mar embravecido
Ni
bebo de las aguas saladas de los ríos
No
construyo en arenas castillos ni delirios
Ni
siembro la esperanza inocente de niño
Camino
por las playas herejes del destino
Bebo
de todos el mejor de los vinos
No
deseo imposibles entre tantos deseos
Tengo
mucho, mucho más de lo mucho que quiero
Por
suerte o por la magia de incontables encuentros
Y
a pesar de las pérdidas de los desencuentros
No
me falta ternura
Siento
todo el cariño de los seres que quiero
Expresado
en palabras o con cantos de versos
sólo
con silencio que dicen muchas cosas
Al
calor de los fuegos que forjan sentimientos
Bajo
cada mirada del que cerca se encuentra
En
mensajes que llegan por todos los vientos cuando están muy lejos
Son
mis seres queridos
Es
toda mi fortuna
Cultivada
en silencio desde todos los tiempos
Acunada
en el alma
Defendida
a mansalva de designios siniestros
Son
amores muy grandes los amores que tengo
Los
tengo en el presente
Los
busco en el recuerdo
Amores
que retumban que sacuden y aprietan
En
días de alegrías o noches de tristeza
Amores
de una vida que por larga que sea
A
mí me parece que recién comienza
CUENTO
PRIMER PREMIO
“TRES SUJETOS Y DOS MUERTES A
OSCURAS”
Seudónimo: Marcus Jowen
Autor: Claudio Damián Marcucci
(Rosario – Pcia. Sta. Fe)
Un viejo coche conduce por la
periferia de la ciudad. Sigiloso con los faroles apagados, es apenas visible
entre la oscuridad de la noche. El río invernal parece ser es el único que
transita solitario las desoladas calles. El sujeto A conduce el automóvil y
aprieta el volante con sus temblorosas manos. Parece estar impaciente, no logra
encender su último cigarrillo. Disminuye su marcha hasta detenerse en medio de
un desvalido suburbio.
El
sujeto C se encuentra leyendo. Nada más confortante y acogedor que un buen
libro en noches frías como ésta. Aparenta estar disfrutando de la lectura en
medio de la oscuridad. Sobre la mesa una taza humeante de té de un color que se
asemeja al de manzanilla. Sobre el platito reposan tres terrones de azúcar aún
no vertidos dentro de la taza. Sujeto C escucha un ruido proveniente del
exterior, es ese mismo ruido el que interrumpe su lectura. Aparenta tratarse
del crujir de las bisagras al abrirse.
Sujeto
A desciende del coche dejando la puerta semiabierta. Se dirige a la parte
trasera del auto auto antes de echarle un vistazo al lugar. Decide terminar con
su cigarrillo al arrojarlo a varios metros de distancia. En el mismo momento en
que abre la puerta del baúl del auto, dirige su mano a su cintura para empuñar
un arma.
El
sujeto B es forzado agresivamente a bajar del baúl. Su cabeza se encuentra
cubierta por una capucha negra que le imposibilita su visión. Aparenta estar
débil ya que apenas logra mantenerse en pie. No emite palabra, solo se logra
escuchar un resignado sollozo. Camina un par de metros hasta caer derribado y
quedar de rodillas.
Sujeto
A aferra el arma con ambas manos. Al encontrarse juntas el temblor parece
potenciarse aún más. Lentamente extiende sus brazos en el aire y exhala por su
boca un extendido suspiro color blanco. Lleva el dedo índice al gatillo en el
mismo momento en que algo parece distraerlo y voltea su cabeza hacia una
casilla próxima.
Tiene
incertidumbre, percibe que algo está sucediendo allá afuera. Sujeto C enciende
las luces de su casa. Con su libro en mano se dirige junto a la ventana. Se
ubica detrás del cortinado para poder saber qué ocurre. Sin darse cuenta del
peligro al que se exponía.
Sujeto
A continúa con sus brazos extendidos manteniendo su dedo sobre el gatillo del
arma. Observa con inquietud la silueta del aquel hombre que se encuentra a muy
escasos metros observando la escena. Algo de lo que no estaba planeado.
Se
continúa escuchando un leve sollozo por debajo de la capucha. Sujeto B continúa
de rodillas, sin poder ver y sin entender lo que pasa. La demora no hace más
que acrecentar su tortuosa espera. Su cabeza cubierta no deja de experimentar
un sacudido temblor. Lo sabe, no tiene ninguna duda de que se acerca su muerte;
sin poder verla llegar.
El
sujeto C, quien hasta hace pocos minutos se encontraba leyendo plácidamente un
libro, ahora se encuentra de alguna manera involucrado en un posible homicidio.
Corre las cortinas y abre su ventana. Parece no temer y afrontar su nuevo rol
de testigo.
Con
una mirada sumamente impaciente no sabe cómo responder al imprevisto. Sujeto A
analiza a sus dos adversarios. Si mediar palabra, los observa a uno y a otro
irritado, sin bajar el arma.
Sujeto
B sigue sin entender qué es lo que sucede. La espera ya le es insostenible,
decide romper el silencio con una fingida carcajada diciendo:
-
¿Qué
sucede? ¿No tenés las agallas para hacerlo? Hazlo de una vez...-
Desde la ventana el sujeto C
continúa impávido, inamovible.
El
sujeto A parece haber tomado una decisión, decide cargar el arma. Luego el
accionar del gatillo.
Un
llanto desgarrador detrás de la capucha y el sonido del disparo. Una
perforación ensangrentada sobre la tela negra que lo cubría.
Un
segundo disparo sobre el sujeto C lo desploma. Queda tendido junto a su libro.
Antes
de marcharse algo lo lleva al sujeto A a ingresar en la casilla. En su interior
encuentra tendido el cadáver, y junto a éste un
libro. Al abrirlo su rostro fue de un punzante estupor.
Se
encuentra sentado dentro del coche. Mientras con su mano izquierda sostiene el
libro, su derecha se posa sobre las hojas ensangrentadas. Las yemas de sus
manos recorren los bajorrelieves de las palabras cecografiadas. Suavemente sus
dedos se deslizan mientras la percepción de su tacto parece sensibilizarlo. Era
la primera vez que posaba sus dedos sobre un sistema braille. No recordaba
haberlo hecho nunca.
Aún
estupefacto, el sujeto A enciende el motor y se marcha del lugar dejando dos
muertes a oscuras...
SEGUNDO PREMIO
“LOCA POR LA CIENCIA”
Seudónimo: Polochi
Autor: Mirta Raquel Zehnder
(Humboldt – Pcia. Sta. Fe)
Investigar dónde se escondía la noche
cuando el día se adueñaba de la vida del pueblo era su nuevo desafío. El primer
congreso científico realizado en la localidad, que había congregado
instituciones de toda la región, la había dejado sedienta de investigación,
casi al borde de la locura. Ávida por verla destruida, no concilió el sueño pensando
en deshacerse de la noche para siempre.
Notó que la oscuridad – aliada de la
noche - deambulaba espesa por la casa, y
no se ausentaba sino hasta que las ventanas eran abiertas por la mañana. En
ciertas oportunidades, los restos de ella quedaban pegados en los rincones. Y se impregnaban en
el interior de los placares, de la alacena, del chifonier, y de cuanto mueble con puerta o tiradores
existiese. Ese fue el primer hallazgo de la investigación: todo lo que tenga
puerta o cajones puede ser considerado dador de asilo y ser tomado como
cómplice de la noche.
Luego se dio cuenta de que la muy astuta
se escondía también en las latas vacías, en los floreros opacos, en la caja de
caramelos, en el cofre alhajero, en el habitáculo del reloj carrillón, en el estuche
de la raqueta de tenis, en la valija del acordeón, en el hueco del sofá, en el
tubo del teléfono, en el interior del bombo. Ese fue el segundo avance de la
investigación: todo lo que posea tapa, cierre o cobertor debe ser acusado de
encubridor de la noche.
Cuando creyó que ya no quedaban rincones
de la casa por explorar, se percató de que la muy hábil la seguía burlando:
había encontrado el amplio espacio entre el techo y el cielorraso. Allí podía
dormir, desperezarse y estirarse cómodamente a lo largo y a lo ancho de
doscientos metros cuadrados, sin ser vista. Este fue el tercer punto clave: todo
lo que fuese hueco cedía lugar a la noche agazapada.
Después de pasar varias horas tomando
nota de las revelaciones, consideró que era momento de actuar: abrió todas las
puertas y ventanas de la casa, destapó las latas, frascos y cofres, quitó las
puertas de los placares y alacenas, retiró los cajones, rompió los floreros,
cortó en pedazos la funda de la raqueta; desarmó el sofá, el teléfono, el reloj
carrillón, la valija del acordeón y el acordeón también; destrozó el bombo y la
alcancía; buscó un formón carpintero y quitó las maderas del cielorraso.
Exhausta caminó hacia el patio y observó la figura de la cámara séptica. No
dejó registro escrito de este hallazgo; consideró que lo podía incluir en el
tercer punto. La rompió a mazazos.
Transcurrida ya la siesta repasó los
pasos de la investigación. Debía transmitir su descubrimiento al resto de la
población e instarlos a que hicieran lo mismo. No eran demasiados. Sería fácil
convencerlos.
El pueblo era largo y estrecho. Elongaba
sus calles de Norte a Sur y contraía de Este a Oeste. Al atardecer, la noche se
hacía presente en el Oriente unos segundos antes que en el Occidente. Esa fue
la cuarta fase a tener en cuenta: si aparece del lado del naciente,
significa que también se oculta por allí.
Un chispazo hizo eco en su cabeza. ¡El
cementerio! ¿Cuántas tumbas contabilizaría esa mini-aldea ubicada trecientos
metros al Este de su casa? ¿Cuántos escondites se erigían allí a merced de la
noche triunfante? No había tiempo para detenerse a pensar. Recogió la maza y se
dirigió hacia allí corriendo. Ni siquiera leyó la lápida de la primera tumba
con la que se topó. Ensañada la golpeó hasta destruirla. Sudaba. Ojeó cuántas quedaban
todavía por derrumbar y temió no llegar a tiempo. Lejos de desmoralizarse,
abordó la segunda con más energía y a mayor velocidad. Daba comienzo a la
tercera cuando se vio rodeada de tres agentes de policías. Mientras la
esposaban, trató de explicarles que no se trataba de una profanación sino que
era parte de un proceso de investigación
científica. Nadie la entendió, hecho que acrecentó su ego pues los científicos
tardan en ser comprendidos. Lo mismo le había sucedido a Galileo Galilei.
Sentada en el banco de una celda oscura,
invadida por la noche, se sintió temporariamente vencida. La noche, la noche
que ella tanto detestaba la acompañaría por mucho tiempo. Sin embargo no tenía
dudas de que cuando llegase el momento de la primera indagatoria se darían
cuenta de que habían caído en un grave error: ella no estaba loca. Ese
sería el momento de comenzar la segunda parte de su investigación científica:
cómo hacer desaparecer el día.
1 comentario:
Cabe acotar que el escritor Juan Carlos Vincenzin se domicilia en el ciudad de Santa Fe.
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