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viernes, 18 de octubre de 2013

Resultados Concurso Literario “ELDA MASSONI” 2013- Rafaela (Santa Fe)



 ACTA  Concurso Literario “ELDA MASSONI” 2013
     En la ciudad de Rafaela, Provincia de Santa Fe, a los veinticinco días del mes de septiembre de dos mil trece, siendo la hora dieciocho, se reúne la Comisión Directiva de E.R.A., “Escritores Rafaelinos Agrupados”, para proceder a la apertura de sobres, con el objeto de dilucidar los datos personales, correspondientes a los ganadores del Certamen Literario “Elda Massoni” año 2013, según lo asentado en “Acta del Jurado” designado para tal efecto, que se hallara integrado por los escritores: Prof. Nora Didier, Lic. Emma Cano de Candioti y Dr. Julio Luis Gómez, en la reunión previamente celebrada, en la ciudad de Santa Fe, a los dieciséis días del mes de agosto pasado. ----
     De acuerdo con la decisión formulado por el Jurado actuante, resultan seleccionados los siguientes trabajos: -------------------------------------------------------------------------
-Género poesía: Primer Premio: “Ajedrez”, seudónimo “Calandria”, constatándose que corresponde a Alba Rosa ROSSI, Documento Nº 4968375, domiciliada en Ribera 203, Departamento 4, de la ciudad de Villa Carlos Paz, Provincia de Córdoba. Segundo Premio: “En el otoño”, seudónimo “Paris”, otorgado a Juan Carlos VINCENZIN, Documento  Nº 6547964, con domicilio en Laprida 5301, de la ciudad de Santa Fe. Se asignan también tres menciones, siendo la  Primera para “Evas y Marías”, seudónimo “Ailec”, que pertenece a Griselda BONAFEDE, D.N.I. Nº 5257408, radicada en Av. Belgrano 771, de la ciudad de Sunchales, Provincia de Santa Fe. La Segunda se otorga a “Indicios y fragmentos”, seudónimo “Frida Kalo”, correspondiendo a Teresa BUSTOS, Documento Nº 63519188, con domicilio en 2 de abril 1532, de la ciudad de San Francisco, Provincia de Córdoba. La Tercera se asigna a “Reclamo”, seudónimo “El sonetista”, cuyo autor es Guillermo SANTOS LEDRI, domiciliado en San Martín 1403, ciudad de Gualeguaychú, Provincia de Entre Ríos.-------------------------------------
-Género cuento: Primer Premio: “Tres sujetos y dos muertes a oscuras”, seudónimo “Marcus Jowen”, que corresponde a Claudio Damián MARCUCCI, D.N.I. 35187887, con domicilio en Viamonte 190, 2º piso, Departamento 1, de la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe. Segundo Premio: “Loca por la ciencia”, bajo el seudónimo “Polochi”, siendo autoría de Mirta Raquel ZEHNDER, D.N.I. Nº 17498815, domiciliada en Av. Presidente Comunal Bernardo Brechbühl 2445, de la localidad de Humboldt, Prov. de Santa Fe. También se otorgan tres menciones, siendo la Primera para “El gato”, seudónimo “Mili”, perteneciente a Inés Aída RAMONDA, Documento Nº 4872179, radicada en Sarmiento 240 de la localidad de James Craig, de la Prov. de Córdoba. La Segunda es asignada a “Exilios”, bajo el seudónimo de “Tinarero”, que pertenece a Daniel Alberto CASTRILLO, D.N.I. Nº 26224088, con domicilio en Ruta Nacional Nº 9, km 465, de la localidad de Leones, Prov. de Córdoba. La Tercera Mención es para “El ojo y las joyas”, seudónimo “Tomás”, correspondiente a Anahí DUZEVICH  BEZOZ, L.C. Nº 59144790, radicada en I. Besson 1738, de la ciudad de Cañada de Gómez, Provincia de Santa Fe. ----------------------------------------------------
    Aclaración: En virtud de lo establecido en el Artículo 13) de las BASES DEL CERTAMEN “ELDA MASSONI” 2013, esta Comisión resuelve descalificar el poema “Pluma”, puesto que la concursante omite el uso de seudónimo, procediendo en cambio a identificarse con nombre, apellido y demás datos personales, contraviniendo por lo tanto lo pautado en el Artículo 5) del mencionado Reglamento. --------------------------
OBRAS PREMIADAS:                          
POESÍA :
PRIMER PREMIO



“AJEDREZ”
Seudónimo: Calandria
Autor: Alba Rosa Rossi (Villa Carlos Paz – Pcia. Córdoba)
  
Si los trebejos negros se complotan
para vengar al Rey, que se resiste,
los alfiles defienden su castillo
y los caballos cabalgan al embiste.

La reina blanca descansa en su cuadrado.
El peón que la asiste con envidia
desea ocupar, con artimañas,
la corona que ella ostenta sin malicia.

Es el frío de la lid que se desata,
los peones, los caballos y los alfiles
presentan duelo que la guerra arrasa
mientras el Rey, valiente, se resiste.

Juego de titanes, inteligencia activa,
escaques donde juegan las partidas
que darán que hablar al universo
y llorará el vendido, con desidia.

El juego de la vida es cosa seria.
En un tablero con cuadros bicolores
luchan, se afanan, y se piensa siempre
en ganar la partida.


SEGUNDO PREMIO




“EN EL OTOÑO”

Seudónimo: París
Autor: Juan Carlos Vincenzin (Santa Fe)
  
No gasto mal mi tiempo
Ni cultivo el olvido
No camino entre piedras de mar embravecido
Ni bebo de las aguas saladas de los ríos
No construyo en arenas castillos ni delirios
Ni siembro la esperanza inocente de niño

Camino por las playas herejes del destino
Bebo de todos el mejor de los vinos
No deseo imposibles entre tantos deseos
Tengo mucho, mucho más de lo mucho que quiero
Por suerte o por la magia de incontables encuentros
Y a pesar de las pérdidas de los desencuentros

No me falta ternura
Siento todo el cariño de los seres que quiero
Expresado en palabras o con cantos de versos
sólo con silencio que dicen muchas cosas

Al calor de los fuegos que forjan sentimientos
Bajo cada mirada del que cerca se encuentra
En mensajes que llegan por todos los vientos cuando están muy lejos

Son mis seres queridos
Es toda mi fortuna

Cultivada en silencio desde todos los tiempos
Acunada en el alma
Defendida a mansalva de designios siniestros
Son amores muy grandes los amores que tengo
Los tengo en el presente
Los busco en el recuerdo
Amores que retumban que sacuden y aprietan
En días de alegrías o noches de tristeza
Amores de una vida que por larga que sea
A mí me parece que recién comienza
  


CUENTO
PRIMER PREMIO

“TRES SUJETOS Y DOS MUERTES A OSCURAS”
Seudónimo: Marcus Jowen
Autor: Claudio Damián Marcucci (Rosario – Pcia. Sta. Fe)
  
            Un viejo coche conduce por la periferia de la ciudad. Sigiloso con los faroles apagados, es apenas visible entre la oscuridad de la noche. El río invernal parece ser es el único que transita solitario las desoladas calles. El sujeto A conduce el automóvil y aprieta el volante con sus temblorosas manos. Parece estar impaciente, no logra encender su último cigarrillo. Disminuye su marcha hasta detenerse en medio de un desvalido suburbio.
            El sujeto C se encuentra leyendo. Nada más confortante y acogedor que un buen libro en noches frías como ésta. Aparenta estar disfrutando de la lectura en medio de la oscuridad. Sobre la mesa una taza humeante de té de un color que se asemeja al de manzanilla. Sobre el platito reposan tres terrones de azúcar aún no vertidos dentro de la taza. Sujeto C escucha un ruido proveniente del exterior, es ese mismo ruido el que interrumpe su lectura. Aparenta tratarse del crujir de las bisagras al abrirse.
            Sujeto A desciende del coche dejando la puerta semiabierta. Se dirige a la parte trasera del auto auto antes de echarle un vistazo al lugar. Decide terminar con su cigarrillo al arrojarlo a varios metros de distancia. En el mismo momento en que abre la puerta del baúl del auto, dirige su mano a su cintura para empuñar un arma.
            El sujeto B es forzado agresivamente a bajar del baúl. Su cabeza se encuentra cubierta por una capucha negra que le imposibilita su visión. Aparenta estar débil ya que apenas logra mantenerse en pie. No emite palabra, solo se logra escuchar un resignado sollozo. Camina un par de metros hasta caer derribado y quedar de rodillas.
            Sujeto A aferra el arma con ambas manos. Al encontrarse juntas el temblor parece potenciarse aún más. Lentamente extiende sus brazos en el aire y exhala por su boca un extendido suspiro color blanco. Lleva el dedo índice al gatillo en el mismo momento en que algo parece distraerlo y voltea su cabeza hacia una casilla próxima.
            Tiene incertidumbre, percibe que algo está sucediendo allá afuera. Sujeto C enciende las luces de su casa. Con su libro en mano se dirige junto a la ventana. Se ubica detrás del cortinado para poder saber qué ocurre. Sin darse cuenta del peligro al que se exponía.
            Sujeto A continúa con sus brazos extendidos manteniendo su dedo sobre el gatillo del arma. Observa con inquietud la silueta del aquel hombre que se encuentra a muy escasos metros observando la escena. Algo de lo que no estaba planeado.
            Se continúa escuchando un leve sollozo por debajo de la capucha. Sujeto B continúa de rodillas, sin poder ver y sin entender lo que pasa. La demora no hace más que acrecentar su tortuosa espera. Su cabeza cubierta no deja de experimentar un sacudido temblor. Lo sabe, no tiene ninguna duda de que se acerca su muerte; sin poder verla llegar.
            El sujeto C, quien hasta hace pocos minutos se encontraba leyendo plácidamente un libro, ahora se encuentra de alguna manera involucrado en un posible homicidio. Corre las cortinas y abre su ventana. Parece no temer y afrontar su nuevo rol de testigo.
            Con una mirada sumamente impaciente no sabe cómo responder al imprevisto. Sujeto A analiza a sus dos adversarios. Si mediar palabra, los observa a uno y a otro irritado, sin bajar el arma.
            Sujeto B sigue sin entender qué es lo que sucede. La espera ya le es insostenible, decide romper el silencio con una fingida carcajada diciendo:
-        ¿Qué sucede? ¿No tenés las agallas para hacerlo? Hazlo de una vez...-
            Desde la ventana el sujeto C continúa impávido, inamovible.
            El sujeto A parece haber tomado una decisión, decide cargar el arma. Luego el accionar del gatillo.
            Un llanto desgarrador detrás de la capucha y el sonido del disparo. Una perforación ensangrentada sobre la tela negra que lo cubría.
            Un segundo disparo sobre el sujeto C lo desploma. Queda tendido junto a su libro.
            Antes de marcharse algo lo lleva al sujeto A a ingresar en la casilla. En su interior encuentra tendido el cadáver, y junto a éste un  libro. Al abrirlo su rostro fue de un punzante estupor.
            Se encuentra sentado dentro del coche. Mientras con su mano izquierda sostiene el libro, su derecha se posa sobre las hojas ensangrentadas. Las yemas de sus manos recorren los bajorrelieves de las palabras cecografiadas. Suavemente sus dedos se deslizan mientras la percepción de su tacto parece sensibilizarlo. Era la primera vez que posaba sus dedos sobre un sistema braille. No recordaba haberlo hecho nunca.
            Aún estupefacto, el sujeto A enciende el motor y se marcha del lugar dejando dos muertes a oscuras...





SEGUNDO PREMIO

“LOCA POR LA CIENCIA”
Seudónimo: Polochi
Autor: Mirta Raquel Zehnder (Humboldt – Pcia. Sta. Fe)

 Investigar dónde se escondía la noche cuando el día se adueñaba de la vida del pueblo era su nuevo desafío. El primer congreso científico realizado en la localidad, que había congregado instituciones de toda la región, la había dejado sedienta de investigación, casi al borde de la locura. Ávida por verla destruida, no concilió el sueño pensando en deshacerse de la noche para siempre.
Notó que la oscuridad – aliada de la noche -  deambulaba espesa por la casa, y no se ausentaba sino hasta que las ventanas eran abiertas por la mañana. En ciertas oportunidades, los restos de ella quedaban  pegados en los rincones. Y se impregnaban en el interior de los placares, de la alacena, del chifonier,  y de cuanto mueble con puerta o tiradores existiese. Ese fue el primer hallazgo de la investigación: todo lo que tenga puerta o cajones puede ser considerado dador de asilo y ser tomado como cómplice de la noche.
Luego se dio cuenta de que la muy astuta se escondía también en las latas vacías, en los floreros opacos, en la caja de caramelos, en el cofre alhajero, en el habitáculo del reloj carrillón, en el estuche de la raqueta de tenis, en la valija del acordeón, en el hueco del sofá, en el tubo del teléfono, en el interior del bombo. Ese fue el segundo avance de la investigación: todo lo que posea tapa, cierre o cobertor debe ser acusado de encubridor de la noche.
Cuando creyó que ya no quedaban rincones de la casa por explorar, se percató de que la muy hábil la seguía burlando: había encontrado el amplio espacio entre el techo y el cielorraso. Allí podía dormir, desperezarse y estirarse cómodamente a lo largo y a lo ancho de doscientos metros cuadrados, sin ser vista. Este fue el tercer punto clave: todo lo que fuese hueco cedía lugar a la noche agazapada.
Después de pasar varias horas tomando nota de las revelaciones, consideró que era momento de actuar: abrió todas las puertas y ventanas de la casa, destapó las latas, frascos y cofres, quitó las puertas de los placares y alacenas, retiró los cajones, rompió los floreros, cortó en pedazos la funda de la raqueta; desarmó el sofá, el teléfono, el reloj carrillón, la valija del acordeón y el acordeón también; destrozó el bombo y la alcancía; buscó un formón carpintero y quitó las maderas del cielorraso. Exhausta caminó hacia el patio y observó la figura de la cámara séptica. No dejó registro escrito de este hallazgo; consideró que lo podía incluir en el tercer punto. La rompió a mazazos.
Transcurrida ya la siesta repasó los pasos de la investigación. Debía transmitir su descubrimiento al resto de la población e instarlos a que hicieran lo mismo. No eran demasiados. Sería fácil convencerlos.
El pueblo era largo y estrecho. Elongaba sus calles de Norte a Sur y contraía de Este a Oeste. Al atardecer, la noche se hacía presente en el Oriente unos segundos antes que en el Occidente. Esa fue la cuarta fase a tener en cuenta: si aparece del lado del naciente, significa que también se oculta por allí.
Un chispazo hizo eco en su cabeza. ¡El cementerio! ¿Cuántas tumbas contabilizaría esa mini-aldea ubicada trecientos metros al Este de su casa? ¿Cuántos escondites se erigían allí a merced de la noche triunfante? No había tiempo para detenerse a pensar. Recogió la maza y se dirigió hacia allí corriendo. Ni siquiera leyó la lápida de la primera tumba con la que se topó. Ensañada la golpeó hasta destruirla. Sudaba. Ojeó cuántas quedaban todavía por derrumbar y temió no llegar a tiempo. Lejos de desmoralizarse, abordó la segunda con más energía y a mayor velocidad. Daba comienzo a la tercera cuando se vio rodeada de tres agentes de policías. Mientras la esposaban, trató de explicarles que no se trataba de una profanación sino que era parte de un  proceso de investigación científica. Nadie la entendió, hecho que acrecentó su ego pues los científicos tardan en ser comprendidos. Lo mismo le había sucedido a Galileo Galilei.
Sentada en el banco de una celda oscura, invadida por la noche, se sintió temporariamente vencida. La noche, la noche que ella tanto detestaba la acompañaría por mucho tiempo. Sin embargo no tenía dudas de que cuando llegase el momento de la primera indagatoria se darían cuenta de que habían caído en un grave error: ella no estaba loca. Ese sería el momento de comenzar la segunda parte de su investigación científica: cómo hacer desaparecer el día.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cabe acotar que el escritor Juan Carlos Vincenzin se domicilia en el ciudad de Santa Fe.