El
día en que cumplí diez años, mi padre me regaló una escalera. Era un
regalo tan extraño, que me sorprendí antes de poder enojarme. Yo quería
un juguete. Era una escalera para alcanzar los estantes más altos de la
enorme biblioteca de madera que se alzaba en el living de mi casa. Yo no
había leído ninguno de aquellos libros. Ni siquiera los de los estantes
que estaban a mi altura. Pero como no quería despreciar el regalo,
fingí interés y subí por la escalera. Había algunos libros para niños:
cuentos de palacios, de barcos, de magos. Ninguno me interesaba. La
mayoría de los libros eran para adultos, y me interesaban mucho menos.
El estante más alto de todos, al que yo no llegaba ni siquiera con la
escalera regalada, estaba ocupado, casi en su totalidad, por biografías
de hombres célebres: Newton, Einstein, Napoleón, Julio César. Pero justo
en el medio, se destacaba un libro verde. El único que no tenía el
título en el lomo.
¿Y este libro?–le pregunté a mi padre.
Mi padre sólo carraspeó.
Sin bajar de la escalera, volví a preguntarle con un gesto.
–La escalera te permite llegar hasta los libros que te convienen –respondió por fin mi padre.
–No lo voy a leer –acepté–. Sólo quiero saber de qué trata.
Mi padre me indicó, con una seña de la mano, que bajara de la escalera. Obedecí.
–Ese libro –dijo mi padre– no es para vos.
–Pero de qué trata… –insistí.
–Ni siquiera te puedo decir el tema. Sólo indicarte que no es para vos. Lamento que lo hayas visto.
Luego
mi madre nos llamó para almorzar. Cuando regresé al living, el libro ya
no estaba. Ni siquiera quedaba un espacio vacío: las biografías
ocupaban todo el estante. Como si entre el almuerzo y la digestión, un
nuevo hombre célebre hubiera nacido y ya tuviera su biografía escrita.
Desde
aquella tarde, cada vez que mis padres se ausentaban de casa, yo
buscaba el libro prohibido. Tardé tres meses en encontrarlo. El suelo de
mi cuarto era de parquet; debajo de mi cama, había un rectángulo que
sobresalía apenas por entre los demás. Nunca lo había notado hasta
entonces. Lo descubrí sólo porque, al pasar la mano, me clavé una
astilla. Balanceé un poco aquel pedazo de parquet, y noté algo raro. Con
mucha dificultad logré despegarlo: allí estaba el libro prohibido, con
su inconfundible lomo verde, oculto en esa caja fuerte subterránea. Lo
retiré conteniendo la respiración. Dudé en abrirlo. Sentía que estaba a
punto de cometer un pecado que acabaría con mi tranquilidad y la de mi
familia. Pero no me podía resistir. Abrí la tapa como quien se lanza
desde un acantilado a un mar furioso sin saber si hay rocas, y leí…
“Fábulas”. Primero me decepcioné, pero luego imaginé que se trataba de
un título falso, para ocultar el verdadero tema del libro. Avancé. Leí
la primera fábula: La cigarra y la hormiga. Me interesó mucho, pero no
entendía qué tenía eso de prohibido. Luego, la del ratón y el león.
Seguí leyendo en la búsqueda del motivo por el cual aquel libro había
sido escondido con tanta severidad. Pero llegué al final, más de veinte
fábulas, sin comprender el motivo de la prohibición. El único modo de
averiguarlo era preguntarle a mi padre, pero entonces le habría tenido
que confesar que, desde que me había prohibido el libro, yo lo había
buscado. Lo había leído. Preferí no decir nada.
Al día siguiente
se me ocurrió que tal vez mi padre, habiendo descubierto que yo buscaba
el libro prohibido en su ausencia, me había tendido una trampa poniendo
aquel libro de fábulas encuadernado en verde bajo mi cama, y que el
verdadero libro prohibido estaba escondido entre los de palacios, barcos
o magos. Pero me leí todos los de palacios, barcos y magos sin
encontrar ni una palabra que me hiciera pensar que no eran para mí, o
que pudieran ser prohibidos por tal o cual motivo.
La verdad es que nunca supe por qué mi padre me prohibió aquel libro verde; pero desde entonces, no he parado de leer libros.
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Marcelo Birmajer (Buenos Aires, 29 de noviembre de 1966)
es un escritor argentino. Su obra abarca distintos géneros como el
cuento, la novela, el ensayo, el guion, entre otros. Por sus obras ha
recibido premios, menciones y becas. Varios de sus libros se tradujeron
al italiano, holandés, alemán y portugués.
También colaboró en distintos medios gráficos, tanto nacionales como extranjeros. Su obra más conocida es El alma al diablo.
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"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)
En Rafaela (Santa Fe): en Librerías "EL SABER", "PAIDEIA" y "FABER".
En San Francisco (Córdoba): en Librería "COLLINO"
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1 comentario:
Realmente muy interesante. Felicitaciones
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