—Hijo, quédate...,
Baldomero Fernández Moreno |
y duerme después...
Cuando eras pequeño
daba gusto ver
tu cara redonda,
tu rosada tez...
Yo a Dios le rogaba
una y otra vez:
que nunca se enferme
que viva años cien;
robusto, rosado,
gallardo doncel
le vean mis ojos
allá en la vejez.
Que no tenga ese aire
de los hombres que
se pasan la noche
de café en café...
Dios me ha castigado.
¡Él sabrá por qué!—
Madre, no me digas:
—Hijo, quédate...—
La calle me llama
y a la calle iré...
Yo tengo una pena
de tan mal jaez
que ni tu ni nadie
puede comprender,
y en medio de la calle
¡me siento tan bien!
¿Qué cuál es mi pena?
¡Ni yo sé cuál es!
Pero ella me obliga
a irme, a correr,
hasta de cansancio
rendido caer...
La calle me llama
y obedeceré...
Cuando pongo en ella
los ligeros pies,
me lleno de rimas
sin saber por qué...
La calle, la calle,
¡loco cascabel!
La noche, la noche,
¡qué dulce embriaguez!
El poeta, la calle y la noche,
se quieren los tres...
La calle me llama,
la noche también...
Hasta luego, madre,
¡voy a florecer!
5 comentarios:
!Hermoso! !Hermoso!
Besossssssss
Hola beatriz. Es un poema en el cual el autor, establece una relación directa y puntual entre lo que es su vida, su madres y la calle. Hay sentimientos muy desgarradores en la forma en la cual, es planteada la obra, por lo directo que impacta al lector, y la crudeza de lo que resulta el desarrollo del poema. Gracias por compartirlo conmigo, visita mi página, un abrazo y siempre a tus órdenes, beatriz.
Beatriz, muy bueno tu trabajo! y también he leído un poema que te pertenece, en una revista virtual chilena, muy bien logrado, bajo el título: Digo tu nombre...
Felicitaciones!
María Cristina Sorrentino dijo:
Algunos poetas encuentran su musa en la calle, otros observando sus sentimientos en la introspección.
Hermoso poema, gracias Beatriz.
Para que cita las palabras de la madre el yo poetico? Que logra con esa cita?
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