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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

Los encontrarás:
En Rafaela (Santa Fe): en Librerías "EL SABER", "PAIDEIA" y "FABER".
En San Francisco (Córdoba): en Librería "COLLINO"
y en otras librerías del país.

miércoles, 11 de enero de 2023

LA ÚLTIMA ZAMBULLIDA (un homenaje a Sambo, nuestro perro rescatista)

                                                          30 de diciembre de 2022

   Ayer se nos fue Sambo. Un perro que llegó desde Rafaela, junto a su hermanita, en una caja, hace algo más de 9 años. Hacía poco que se había muerto Teo y, para calmar esa tristeza, incorporamos dos cachorros a la familia.: Sambo y Mora; él negro, ella blanca. Lloraron todo el camino cuando los trajimos en el auto, y parecían animalitos de peluche esponjosos y suaves. Los dejamos durmiendo adentro de la casa porque ya se aproximaba el invierno. Cada mañana desayunábamos con ellos, dándoles tostadas al lado nuestro; siempre esperaban la última, a la orden de “fin de desayuno”, lo que implicaba el final de ese manjar crujiente. Las vueltas a la plaza eran habituales, aunque Mora se volvía sin completarla, quizás porque alguna vez tuvo una mala experiencia con otro animal; pero Sambo seguía con nosotros, y si había agua acumulada por lluvias abundantes, corría a toda velocidad por esas piletas naturales que lo refrescaban y donde descargaba toda su energía.

Se comunicaba de distintas formas; una de ellas era buscar alguna zapatilla o bota y traerla, cuando alguien, que no pertenecía a la familia, llegaba a la casa; por eso, muchas veces sabíamos que había entrado alguna persona ajena porque encontrábamos un calzado fuera de lugar, en la cocina o en el comedor. Cuando llegó Julia, también la tomó como alguien extraño, lo que la hacía acreedora a una zapatilla.

Le tenía miedo a las tormentas y, cuando se escuchaban los primeros truenos, venía con su hermana a nuestro dormitorio y se ubicaban cada uno al lado de la cama, Sambo del lado de Pepe y Mora, a mi lado. Aunque a veces también dormía arriba con Virgi, Emi o Fer, cuando encontraba una puerta abierta y aunque no hubiera tormenta. Los últimos días, cuando ya estaba convaleciente, venía a nuestra pieza o a la de Ceci, se quedaba parado y nos respiraba cerca de la cara; allí notamos que la tormenta que se avecinaba era otra.

Su cuerpito resistió todo lo que pudo con la ayuda de todo lo conocido para enfrentar su desmejoramiento diario que nos desconcertó hasta último momento. Pero los análisis, sueros y medicamentos no fueron suficientes, porque no se puede ir contra la naturaleza, por más remedios que la ciencia haya inventado. Y la impotencia nos iba invadiendo.

Su cuerpo de perrito rescatista resistió todo lo que pudo. Porque él era un perro rescatista; se arrojaba a la pileta cuando alguno de nosotros lo hacía, y nos tomaba de la muñeca hasta arrastrarnos a la orilla, cuando veía que ya nos encontrábamos “a salvo”.

Ayer fue su última zambullida. Y esta vez fue Ceci la que tuvo que rescatarlo a él, porque su cuerpito no resistió para salir. Quizás él lo quiso así. Seguramente Mora te buscará por mucho tiempo; probablemente nosotros te veamos en cada perro negro que se nos cruce. Te recordaremos siempre Sambo.



Carta a Julia en Navidad

 

25 de diciembre de 2022

Querida Julia:

                        Este increíble paso del tiempo ya nos tiene a fines de 2022, cuando contás con un año y medio de vida, de una vida que nos llena de luz. Es constante y diario tu crecimiento; nos sorprendemos con cada balbuceo acompañado de señas, con cada nuevo gesto que copias al instante y lo incorporas a tu diccionario de comunicación. Y aprendemos de vos, y aprendemos de la vida misma, y muchas veces no comprendemos la velocidad con la que sucede tu crecimiento. O no queremos comprenderlo para que no pase tan rápido.

                         Todo lo nuevo te inquieta; y sabemos que tal vez no entiendas muchas cosas todavía. Pero te maravilla ver la luna suspendida en el cielo, o una hormiga que transporta una hojita hacia su hormiguero, o un pájaro que no se sabe cómo pasa volando ante tus ojos. De eso se trata, de maravillarnos.

Y quizás los momentos de la Navidad te confundan un poco ante un Papá Noel que miras con desconfianza y algo de miedo, aunque traiga una bolsa llena regalos; luego comprenderás que lo importante es que no haya sillas vacías alrededor de la mesa navideña.  

                          Pero los cambios son parte de la vida, y muchas veces nos toman desprevenidos. El Sambo nos está dejando lentamente Julia, y vamos a tener que acostumbrarnos a que pronto no estará; igualmente no olvidaremos la ración de balanceado que le dabas con tu manita, o sus zambullidas a la pileta a modo de perro rescatista cuando veía que nos tirábamos alguno de nosotros. La tristeza también es parte de la vida.

                          Espero que en esta Navidad se colme tu corazón de niña con la bendición del nacimiento de Jesús, y que siempre puedas llenar los espacios vacíos con nuevas esperanzas que alumbren ese camino que tienes por delante.

                   Te amamos pequeña. Feliz Navidad

                                                                                                                        

sábado, 17 de septiembre de 2022

En el día del Profesor: "El aplazado"- (Baldomero Fernández Moreno)

 EL APLAZADO


De pronto, como un breve latigazo,
mi nombre, Friedt, estalló en el aula.
Yo me puse de pie, y un poco trémulo
avancé hacia la mesa, entre las bancas.
Era el examen último del curso
y al que tenía más miedo: la gramática.
Hice girar resuelto el bolillero
Las dieciséis bolillas del programa
resonaron en él lúgubremente
y un eco levantaron en mi alma.
Extraje dos: adverbio y sustantivo.

Me dieron a elegir una de ambas
y elegí la segunda.

-¿Y qué es el nombre?,
díjome uno y me asestó las gafas.
Sentí luego un sudor por todo el cuerpo,
se me puso la boca seca, amarga,
y comprendí, con un terror creciente
que yo del nombre no sabía nada.
Revolvía allá adentro, pero en vano,
me quedé en absoluto sin palabras.

Y empecé a ver la quinta en qué vivíamos:
el camino de arena, cierta planta,
el hermano pequeño, mi perrito,
el té con leche, el dulce de naranja,
¡qué alegría jugar a aquellas horas!
Y sonreía mientras recordaba.
-¡Pero señor -rugió una voz terrible-,
el nombre sustantivo, una pavada!
Torné a la realidad: sobre la mesa
los dedos de un señor tamborileaban,
cabeceaba blandamente el otro,
el tercero bebía de una taza.

Hacía gran calor. Yo tengo una
cara redonda, simple, colorada,
los ojos grises y los labios gruesos,
el pelo rubio, la sonrisa clara.
Yo quería jugar, no dar examen
darlo otro día, sí, por la mañana...

Se me nubló la vista de repente,
los profesores se me borroneaban,
adquirió el bolillero proporciones
gigantescas, fantásticas,
oí como entre sueños: -Señor mío,
puede sentarse...

-Y me llené de lágrimas.


Baldomero Fernández Moreno

(Argentina, 1886/1950)



domingo, 19 de junio de 2022

"Padre" (Henry Kronfle)


Raíz y tronco y sangre y apellido.
Recio ciclón y brisa de ternura.
Presencia de criador y de criatura.
Sus años yo los guardo. No se han ido.

Compañero de vuelo desde el nido.
El calor de su amparo aún perdura.
Él ha sido mis alas en la altura
y red de contención cuando he caído.

La existencia se esfuma inadvertida.
La juventud de pronto queda lejos
cual estrella remota y extinguida.

También los hijos nos hacemos viejos;
y hoy me apoyo, avanzando por la vida,
en su bastón de amor y de consejos.


Carta a Julia, al cumplir un año

 


17 de junio 2022

Querida Julia:

                          La vida nos sorprende cada día. Y nos transforma. Los espacios quedan, en algunas ocasiones, vacíos; y  en otras, se llenan de luz. La vida nos quita y nos da. Nos enseña.

                           Hoy cumples tu primer año Julia. Y es increíble este mundo en el que nos sumergiste con tu llegada, una tarde de junio, cuando ya se iba el otoño, poniéndonos títulos nuevos (padres, abuelos, tíos…), y transportándonos a cada rato a sensaciones desconocidas cada vez que asoman tus cambios cotidianos, que nos deslumbran como luciérnagas, y acrecientan ese misterio que es la vida misma. Y nos llenamos de preguntas. ¿Adónde se fueron tus manitos arrugadas y uñitas frágiles de bebé?¿cuándo tomaste tanta fuerza para sostener una naranja, o dar los primeros pasos de niña inquieta?¿en qué momento descubriste el sabor de la mandarina o la forma del brócoli entre tus dedos?

                           Este desafío de vivir recién comienza Julia. Y tus títulos también irán cambiando; atrás irá quedando poco a poco tu mote de bebé conforme vayas tomando otras formas, y perdiendo ese andar inseguro y ese balbuceo acompañado de señas que diariamente tratamos de descifrar.  Y vendrán esas palabras y frases sueltas cargadas de sol que no querremos olvidar.                  

                           Ojalá podamos seguir mostrándote por dónde andar más segura en esta senda donde hay tanto por ver y aprender.

                           

                               Te amamos Julia. Feliz cumpleaños…

jueves, 31 de marzo de 2022

"Romance al niño soldado"- 2 de abril: Día del veterano y de los caídos en la guerra de Malvinas

 “Tomé sus papeles y su identificación. En la billetera le encontré una foto

de la familia y dos cartas. Las miré. Yo también tenía fotos de mi familia en

la billetera. Se cayó dinero argentino al suelo. Lo levantó y me lo dio. Volví

a ponerlo en su lugar y señaló que lo tomara, además me ofreció el reloj.

Lo miré a la cara. Tenía los ojos húmedos y de repente empezó a llorar. … Le

metí el reloj y la billetera de nuevo en el bolsillo. De la mano izquierda le colgaba

el rosario; había estado rezando. Tendría unos diecisiete o dieciocho años.”

VINCENT BRAMLEY (soldado inglés)- “Viaje al infierno”- Planeta- Bs. As. 1993

 


ROMANCE AL NIÑO SOLDADO 

Niño soldado novato

que te inventaron el juego

para que muevas las fichas

sobre ese tablero nuevo.

No conocías las reglas

en el territorio ajeno,         

y te sentías intruso,

extranjero en tu terreno,

y te mandaron sin planes,

sin técnicas ni reglamentos,

a defender tu bandera

como si eso fuera un juego.

Te cargaron con mochilas,

con frazadas y armamento,   

te empujaron muy de pronto

y allí conociste el miedo

cuando viste que las balas

no eran balas de fogueo,

y que cuando te rozaban

salía sangre del cuerpo.

Niño soldado inocente,

confundido e indefenso,

víctima de hambre y de frío

del maltrato y del silencio,

te imaginé solitario

y cansado hasta los huesos,

iluminado tan sólo                         

por el resplandor del fuego.           

Te anunciaban vencedor,

eso creía tu pueblo,

más duró poco el engaño

y aún nos sigue doliendo.

Como en un juego de mesa

te barrieron del tablero,

y sin más explicaciones

te enviaron de regreso,

y la palabra derrota

entró como un dardo al pecho.

Llegaron solos y tristes,                    

mas muchos ya no volvieron             

y como ofrenda maldita              

allá dejaron su cuerpo.       

Niño soldado novato,

aturdido e inexperto,

te despojaron de vida,

de juventud y de sueños,

te dieron una medalla,

ese fue todo tu premio

al coraje y heroísmo,

a tu valor y a tu esfuerzo,

sólo pusieron tu nombre

al pie de algún monumento

y ascendiste a veterano

sin haber ganado el juego.

 

Publicado por la autora en el libro “FOTOGRAFÍAS DEL ALMA”- Edición de autor- Rafaela 2011-

miércoles, 23 de junio de 2021

"La primera mirada" (de la autora)- para Julia

     En ese momento estabas muy ocupada. Todo era muy confuso para vos, estoy segura. La situación se presentaba caótica, desorganizada y no estabas preparada para afrontarlo, nunca te preparan para eso. Escuchabas ruidos metálicos y voces desconocidas que te provocaban miedo y desconfianza incitándote a quedarte donde estabas, segura y protegida, a pesar de la oscuridad y la humedad que te rodeaban.  Pero había que salir, no quedaba otra opción. Afuera todos te estábamos esperando.

     Te gustara o no, fuerzas superiores perturbaban tu largo letargo que estaba llegando a su fin. Habías empezado a sentir presiones, que te impedían controlar tus escasos movimientos. Cuando llegó el momento, divisaste una tenue luz que te indicaba la única salida, el sendero que debías seguir obligatoriamente y que te alejaría de la zona de seguridad. Algo se rompió, y sentiste que ibas a ser desalojada a pesar de tus intentos por quedarte. La incertidumbre era parte de la historia pero la curiosidad no te movilizaba a acelerar el proceso que parecía anárquico, agresivo y desolador. Pero no estabas sola.

     De pronto notaste que ibas llegando a una zona desconocida y eso te asustó aún más, pero ya no podías hacer nada para detenerte, eso escapaba a tu decisión y a tus deseos. Las presiones se hicieron insoportables. Los ruidos y las voces fueron aumentando de a poco y la luz se tornaba cada vez más intensa a medida que te acercabas al final del largo y estrecho túnel, al punto de no permitirte abrir los ojos. ¿Qué era lo que estaba ocurriendo? Esto no estaba en tus planes.

     Sin embargo, cuando la realidad parecía estar fuera de control, la violencia cesó por completo al final del laberinto y, aunque sentiste frío y temor, te encontraste en libertad. Las emociones contradictorias que te acechaban te condujeron a un llanto que, luego de nueve meses, completó el ciclo milenario y misterioso.

     Y ahí fue cuando te vieron mamá y papá. No creo que lo recuerdes, porque tu esfuerzo estaba centrado en percibir el entorno borroso y en amoldarte a la nueva situación, pero ese fue el momento en que se encontraron tus ojos con los de ellos por primera vez. Frente a frente. Sin la interferencia del mundo que, en pocos minutos, empezarías a transitar y a enfrentar. Y aquella mirada, la primera, detuvo el tiempo. Y en ese preciso instante, ellos supieron que cambiarías su vida para siempre.  



Nota de la autora: este texto fue modificado para adaptarlo al nacimiento de Julia. El original está  publicado en "Rincones y Acuarelas II" (La Imprenta Digital- Buenos Aires - 2019- de la autora), cuyo link presento a continuación:


sábado, 12 de junio de 2021

En el día del escritor, "Voy a dormir, dijiste..." (de la autora)

                                                                         A Alfonsina Storni.

Voy a dormir, dijiste, y has salido

cargando en tu baúl tan sólo tu alma,

La Perla cobijó tu último sueño

y te llevaste el misterio entre las aguas.

¿Qué fuerza extraña te atrajo desde el mar?

¿Qué fuerza extraña?

Acaso el horizonte te sedujo,      

tal vez fue Mar del Plata con su magia.

Tus versos mojados salpican las orillas

pregonando tu soledad

en un vaivén de espumas y de algas.

Te llevaste el misterio en tu partida,

te llevaste tu pasión y tus palabras.

Dime Alfonsina, cuál era tu sueño,

qué pena de amor colmó de insomnios

tus largas madrugadas.

Voy a dormir, dijiste, y te marchaste,

con la sal en los ojos,

y el adiós en la mirada,

y te volviste soberbia, inalcanzable,

tan amplia como el mar en la distancia.

Y allí quedaron, tus últimos papeles,

tus trazos inseguros, tu pluma abandonada,

y la tinta mezclada con la espuma,

inventando un papiro en la arena,

baña las costas en una eterna danza.

Voy a dormir, nodriza,

bájame la lámpara.

 

En cursiva: extraído de los poemas “Voy a dormir”  y  “Frente al mar” (de Alfonsina Storni)



Cada 13 de junio se conmemora el Día del Escritor. La fecha no es casual y encuentra su explicación en que un 13 de junio, pero de 1874, nació Leopoldo Lugones en Villa María del Río Seco, en el corazón de la provincia mediterránea de Córdoba. Entre muchas de las acciones y obras que emprendió, Lugones fundó la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) que, luego del suicidio del poeta, estableció el día de su natalicio como el Día del Escritor. Lugones no fue olvidado pero su tumultuoso y resonante paso terrenal es aún materia de controversia y polémica.

sábado, 5 de junio de 2021

Carta a Julia, que está por nacer (de la autora)

 

5 de Junio de 2021

Querida Julia:

             A esta carta la van a leer muchos antes que vos, porque aún faltan algunos días –no sabemos cuántos-  para que entres a este mundo, a transitar este camino que es la vida. Y pasará mucho tiempo hasta que puedas recorrer estas líneas vos sola. Todavía no te conocemos Julia, pero ya te amamos. Te vemos en algunas imágenes adentro de la panza de mamá, moviéndote, inquieta, e intuimos que traviesa; escuchamos tus acelerados latidos de bebé en gestación; te tocamos, apoyando la mano sobre la piel ya rígida, cuando tu mamá detecta movimiento.  Estamos ansiosos. Y maravillados con esto que es tan único, tan natural, pero siempre tan misterioso, como la vida misma.

          Vas a entrar a un mundo difícil querida Julia. En un momento más difícil aún. Pero también va a depender de vos que puedas enfrentarlo. Te vamos a estar acompañando siempre, en esto de andar, de conocer, de experimentar, y también de afrontar las frustraciones que, te lo aseguro, van a ser muchas.

          Pero la vida es maravillosa. Y por eso no debes desperdiciar los momentos chiquitos, cotidianos, simples, porque muchas veces, no te das cuenta que son tan especiales. Cada minuto cuenta, cada instante es precioso, cada paso es una construcción. Como te dije, te estaremos acompañando, pero habrá un momento en que deberemos soltarte. Para que tomes tus propias decisiones, para que construyas tus propias ideas, y seas libre de elegir lo que te gusta y te hace feliz. Y ese es el objetivo final, que seas feliz.

                          Ya nos conoceremos. Pronto.

                                                                            

miércoles, 2 de junio de 2021

"Tejiendo la tarde" (de la autora)

 


Es otoño y me siento a tejer en la galería mientras va cayendo la tarde. Pongo la radio. Un punto derecho, un punto revés, tomo tres puntos para hacer la trenza, y los cruzo. Las agujas se resbalan entre mis dedos y la lana, mientras pasa el tiempo y sigue pasando la vida.  Me detengo. Cuando levanto la vista, el cielo me sorprende con una gama de colores que contrastan con los árboles y el farol del patio, recordándome que algunas cosas siguen su rumbo normal a pesar de todo. Tomo el celular e inmortalizo la tarde –no con mi mejor foto, como seguramente me reclamarán mis hijos-. La radio sigue regalándome canciones. Abel Pintos, Rosana, Sergio Dalma. Perfecto. Tomo los colores del cielo y los sones que sobrevuelan y los entrelazo en el tejido que estoy terminando para Julia, que está por nacer. Un punto derecho, un trozo de cielo rojizo, un punto revés, un verso de Abel Pintos, en la trenza deslizo un rayo del sol que se va y una hoja del otoño que todavía no se va…

El abrigo ya casi está terminado, hecho de lana, cielo y canción…

jueves, 20 de mayo de 2021

Homenaje y despedida a Alberto Feldman.










Un texto de Alberto, que nos dejó ayer...

                                              23 de diciembre de 2013                         

 MACHETES EN EL ASFALTO 

Hace sólo un momento que acabo de llegar a casa, pero no pude evitar sentarme inmediatamente en la computadora y escribir esto que estás leyendo.

   Cada verano  me fui poniendo más viejo, y son muchos veranos. Me  fui olvidando poco a poco de  esos aires de Navidad que comenzaban a primeros de diciembre, cuando terminaban las clases,  entre el olor de los jazmines y los duraznos, los chicos jugando bajo un sol de fuego y la mirada vigilante y protectora de nuestros padres.

    Insensiblemente nos deslizábamos hacia el próximo año,  con esa parada tan emotiva  en el encuentro  familiar de Nochebuena,  donde todo prometía ser bueno y feliz  para siempre. Luego,  verano tras verano me fue ganando el desencanto.

     Pero hace un rato, no más de una hora, volví a recuperar el significado del 24 de diciembre, y volveré a sentirlo mañana como cuando era un niño de diez, hace  ya más de sesenta años.

   Pero basta de cháchara,  que aquí va la explicación.

    Vengo del dentista, donde desde hace casi  un mes voy dos veces por semana por un largo tratamiento.  Viajo desde Belgrano hasta Villa Pueyrredón, y de regreso tomo el ómnibus107 ó el 114 en la esquina de las avenidas Mosconi y de los Constituyentes hasta Cabildo.

   Mosconi es una ancha avenida de una sola mano, y esperando por primera vez el ómnibus, hace casi un mes, observé a un muchacho de rasgos aindiados, de no más de diecisiete o dieciocho años, que como tantos otros en esta época de necesidades insatisfechas,  trata de sobrevivir mostrando a su público,  en su mayoría automovilistas indiferentes, lo que sabe hacer, lo que muchas veces es, por suerte, merecedor  tanto de un aplauso como de una aprobación en metálico.

Me dejó paralizado de asombro. Dejé pasar varios colectivos y repetía su número cada corte de semáforo, una vez  tras otra.

   Su número era de circo,  de los mejores circos. Hacía prestidigitación no con pelotitas ni clavas de madera, sino con  tres machetes de gran tamaño, que golpeaba cada tanto, para probar su legitimidad con su pesado sonido metálico.

    Los arrojaba a gran altura, girando, y los recogía  con seguridad por el mango, cada tanto se desplazaba un poco y tomaba uno de ellos de su espalda,  por supuesto sin mirar, y lo volvía a la ronda con los otros dos machetes. Lo mismo hacía levantando una pierna y pasándolo  por debajo de la rodilla, e incorporándolo luego sincronizadamente al  ciclo de los otros dos elementos. Todo a gran velocidad.

   En un momento, colocó un machete por el mango sobre su nariz, y caminó varios metros teniéndolo en equilibrio mientras arrojaba los otros al aire, siempre girando, recogiéndolos y volviéndolos a tirar, caminando, y con  el otro siempre en su nariz, hasta que con un impulso de su cabeza lo incluyó otra vez en el trío de machetes voladores.

 Nunca perdió el control sobre sus filosos instrumentos ni fue ninguno a parar al suelo. Quien tiene un dominio neuromuscular semejante, es un fenómeno.

    No había visto nunca nada igual. Mientras esperaba  el cambio de luces para exhibir su número, el muchacho se acercó a la parada de ómnibus, lo que aproveché para  felicitarlo con admiración.

  Lo volví a ver cuatro o cinco veces sucesivas, coincidiendo con  la espera del ómnibus después de cada consulta  odontológica.

 Le pregunté  donde había aprendido su destreza y si sabía que lo suyo era un espectáculo circense de mucha calidad; también le dije que debía hacerse conocer por medio de la televisión; a lo que contestó que  varias personas  le habían dicho antes lo mismo.

Aseguró que lo que sabía, lo había aprendido en la calle, de otra gente que como él, vivía también en la calle, que no quería obligaciones ni horarios,  era libre y ganaba lo suficiente, moneda a moneda, haciendo lo que le gustaba.

Lo decía todo en un castellano perfectamente claro pero con un acento  cantarino  que denunciaba su origen guaraní.

La firmeza con que decía esto y sus ojos brillantes parecían un canto a la libertad, por un momento casi me convenció  de que era un ser libre y feliz.  Meditando sobre esto en  mi casa,  llegué a la conclusión de que  un gran dolor y una gran resistencia al mismo,  podían juntarse en una persona y hacer soportable la soledad de la calle,  Uno Solo entre una multitud ajena.

   El  viernes  lo vi  trabajando más rápido que de costumbre. En los quince minutos que estuve esperando el ómnibus, no descansó.

   Cuando cambiaba la luz y terminaba su acto en Mosconí, volaba a  Constituyentes y así alternó su número sin descanso entre las dos avenidas. No sé cuantas veces lo habrá hecho ni cuántos horas al día, pero hoy 23 de diciembre, terminé con el dentista y  me extrañó no ver a mi joven fenómeno luciéndose en  el cruce de las dos avenidas con sus machetes.

     Me acerqué al puesto de diarios de la esquina y le pregunté al  hombre si sabía algo de él.-Si señor, me dijo- algo sí…   Andrés vino a Buenos Aires hace cinco años a buscar a su padre, pero no lo encontró.   Ayer completó el dinero para el pasaje para volver a Corpus Christi, Misiones, a pasar  la Navidad con su  madre, ¡Hace  cinco años que no la ve!

     Me sentí muy feliz de haber sido testigo  secundario de este episodio.

 Mañana, Nochebuena,  brindaré  junto a los míos por Andrés y por los suyos.

   Y hoy diciembre volvió a oler a jazmines y a duraznos.

                                                -------------------------------------------------

A Alberto, yo lo conocía virtualmente, por haber estado premiados en algunos concursos literarios. Hasta que dos Concursos en San Genaro nos hicieron coincidir (en uno como premiados ambos, y en el otro, yo estaba como jurado). Luego seguimos en contacto, me mandaba textos, yo le mandaba los míos. Sus historias profundas de relatos cotidianos – en los que se involucraba- nos trasladan muy vívidamente a través de sus emociones.  Le pedí a otro amigo literario- Daniel Alonso- que me pasara más información sobre él, porque ellos tenían otro contacto más cercano. Transcribo los datos y algunas apreciaciones de Daniel sobre Alberto.

 ALBERTO FELDMAN (por Daniel Alonso): Alberto fue colectivero y de origen Judío. Estuvo en la Guerra de los 7 días. Comenzó su actividad literaria de grande pero ya venía con talento. Un amigo del tango y la música. Amaba su barrio de Saavedra. Conoció a Goyeneche y a algunos otros. Su literatura trata del barrio y su gente. Tenía un sentido profundo del sentir popular y de lo intrínseco de las personas. Buceaba en el alma y rescataba valores. No era de ninguna forma agresivo en sus comentarios y poseía un romanticismo tierno. Amó la música y el Jazz.


Alberto y Daniel

Hasta siempre, Alberto... quedarás, eterno, en tus palabras...

viernes, 23 de abril de 2021

"Amanece en mi pueblo" (de la autora)- Romance con esdrújulas

 Amanece en mi pueblo, y es narcótico

el silencio que inunda la mañana,

que penetra en mis oídos como un bálsamo,

invadiendo los rincones de la casa.

 

Amanece,  y los rayos matemáticos,

se inmiscuyen por todas las ventanas

extendiendo sus nítidos  tentáculos

creando  sombras de espectros y fantasmas.

 

Y este cuadro ancestral, eterno y mítico,

despereza a mi pueblo en madrugada,

y es  tan simple y natural,  pero es tan mágico,

como un cuento de Gabriel* o  de Cortázar.

 

Amanece, y es usual, pero  es tan único,

pues señala  que se inicia otra jornada,

y los pájaros se asoman con su cántico

celebrando, una vez más,  la vida en marcha.

 

*Gabriel García Márquez


Con este romance he participado en el 

1º CERTAMEN LITERARIO INTERNACIONAL DE POESÍA CON RIMA "ESDRÚJULAS EN POESÍA" (Uruguay)

 donde se debían incluir palabras esdrújulas en sus versos no rimados.

ROMANCE EXCÉNTRICO
Es una variación original de romance, donde deben rimar en forma asonante los versos pares, como en cualquier romance, y los versos libres deben terminar en palabras esdrújulas.

jueves, 22 de abril de 2021

En el DÍA DE LA TIERRA: "Mañana no sé..." (de la autora)

Mañana, no sé,

pero hoy tengo ante mis ojos

un mundo en agonía,

la lluvia que moja, lluvia enferma,

son lágrimas que queman mis mejillas,

nos hemos gastado el aire puro,

andamos por bosques descartables,

con trajes de muerte, mostrando las heridas,

con grietas que sangran ríos en terapia

y flores de metal en sus orillas.

Mañana, no sé,

hoy huelo una tierra hipotecada,

hilvanada en fragmentos en su geografía,

alzando una plegaria silenciosa,

echando un manotazo hacia la vida,

con gemidos de montes devastados,

de hielos usurpados

convertidos en cenizas.

Mañana, no sé,

quizás juntemos los escombros

de aquella tierra que latía,

tal vez guardemos en museos

al oso polar, al panda y al gorila,

y sigamos andando, así, como si nada,

entre cielos manchados, disfrazando las llagas,  

vestidos de caos y de hipocresía. 


*Este poema fue citado en un diario de Bilbao (España) en 2018. Aquí, el artículo.   

La manzana de Blancanieves

Por Jon Mujika - Viernes, 9 de Febrero de 2018 - Actualizado a las 06:00h

NO es aconsejable hincarles el diente todavía. Les hablo de las futuras manzanas de Zorrotzaurre, que florecerán mañana en tierras hoy contaminadas. Antes de que nazcan como si fuesen frutos del mismo árbol que alimentó a Blancanieves, contaminado, los impulsores de la última tierra prometida de Bilbao han comenzado a liberarse del más sabroso de los venenos, aquella contaminación que quedo como residuo del progreso a marchas forzadas. Durante tanto tiempo ha estado dormido ese territorio comanche de Bilbao que ahora uno corre el riesgo de besarlopara que despierte y que se le hinchen los labios. Antes de que eso ocurra han llamado a una brigada de cazafantasmaspara que ahuyenten los diablos de los restos nocivos. Es lo propio en estos casos.

Paso a paso, el progreso regresa a uno de sus antiguos hogares. Ha de guardar precauciones porque los solares recuerdan a un escenario posapocalíptico, como si el líder norcoreano Kim Jong-Un, esa personalidad llena de extravagancias, hubiese hecho allí algunas pruebas piloto. El futuro ya no será el que era, así que sean bienvenidas las sugerencias extraídas de las propuestas hechas por la ciudadanía en ese cuaderno de los recados y las buenas ideasque es el Plan General de Ordenación Urbana, también conocido como PGOU.

Veamos, ¿cómo se limpian cosas así, tierras a las que durante años ha regado el mal? No parece una solución cabal llamar a un Míster. Proper de la descontaminación sino que, supongo, habrán de activarse un catálogo de ideas y un decálogo de compromisos. Mientras escribo esto me vienen a la memoria aquellos versos de la poeta Beatriz Chiabrera de Marchisone que decían “Mañana, no sé, /quizás juntemos los escombros/ de aquella tierra que latía, /tal vez guardemos en museos /al oso polar, al panda y al gorila.” Sobrecogen.

http://www.deia.com/2018/02/09/opinion/columnistas/el-sacacorchos/la-manzana-de-blancanieves

jueves, 18 de marzo de 2021

"Mi pueblo en otoño" (de la autora)

 

Mi pueblo en otoño tiene la ternura

de las hojas secas crujiendo en el suelo

bajo las pisadas de aquellos que andamos

salpicando huellas a través del tiempo,

y despliega ocres, sepias y amarillos

y enlaza a mis ojos los tonos intensos.

Mi pueblo en otoño respira despacio

y anda sin apuro, guardando secretos

entre las baldosas de algunas veredas,

en la esquina vieja que aguarda en silencio.

Mi pueblo en otoño, me acaricia y canta,

y entreteje el canto entre mis cabellos

de lluvias de Abril que enjuagan ausencias,

de un beso de sol en un Mayo fresco,

de un primer amor, cristalino y puro,

que vuelve a tocarnos,

rozando la piel aunque no lo vemos.

Mi pueblo es raíz, es arrullo y manta,

es sendero llano con retoños nuevos,

es aquel regazo que guardó la infancia,

es el niño libre deshojando sueños,

es aquella tarde de ocaso tranquilo,

es aquel que somos aunque estemos lejos.

Y las hojas caen, porque se renuevan

siempre en el otoño,

se renueva el canto, la manta y el beso,

el arrullo blanco del niño que fuimos,

el susurro suave del viento sereno,

y el misterio vuelve, siempre vuelve,.

porque se renueva el hechizo de pueblo.

                              Beatriz Chiabrera de Marchisone

Publicado en RINCONES Y ACUARELAS I- La Imprenta Digital- Buenos Aires- 2019

viernes, 12 de febrero de 2021

En plazo de nueve lunas (de la autora)


Tienes la piel radiante

y distinta la mirada,

un reflejo fresco en los ojos

que te ilumina el alma,

y la vida que desbordas

se te nota a la distancia

resaltando con orgullo

la sonrisa que engalanas.

 

Una vida en otra vida

creciendo a paso lento

avanzando paralelas

por los caminos del tiempo,

ritual de magia y belleza,

pleno de enigma y misterio,

que regala sensaciones

como una ofrenda del cielo.

 

Pronto, se llenarán tus pechos

y crecerá tu cintura

redundando tus medidas

en plazo de nueve lunas

creando un espacio tierno

para la nueva criatura

que un día dejará el lugar

como una fruta madura.

 

Sin percibir demasiado

la magnitud del suceso

habrás logrado el milagro

incomprensible y eterno,

homenajeando la vida

con el nuevo alumbramiento,

y los ojos más deseados

te colmarán…como un premio.

jueves, 14 de enero de 2021

"La carrera de alfombras" (de la autora)

         La casa era chica, quizás demasiado para jugar adentro, pero lo suficientemente grande como para que una alfombra sirviera de vehículo para transformar los pasillos, la cocina, el comedor y el living en un espectacular circuito de carreras.

     Tendríamos con Bere esa edad que no se puede precisar en número, pero sí en momentos, esos momentos de la niñez que quedan adheridos a la piel y que no se borran con el paso del tiempo ni con las distancias que nos impone la vida.

     Mi abuelo había comprado una casa de veraneo en las sierras cuando yo tenía apenas un año. Era un modesto chalet típico blanco con tejas rojas, sobre una silenciosa calle de tierra bordeada de árboles, que descendía directo al río y desde donde se veían las montañas cordobesas que rodean a la pequeña ciudad inmersa en el maravilloso valle. La casa de Bere se encontraba a un terreno baldío de por medio, cuyos árboles y malezas invitaban a la aventura de explorarlo. Ella había nacido en esa ciudad montañosa, yo era una forastera que llegaba de otra provincia, donde todo era llano. Con mis padres empezamos a ir todos los años en invierno y verano, y así fue como nuestras familias empezaron a contactarse por ser vecinos y nosotras nos hicimos amigas, de esas que aunque se alejen en kilómetros quedan prendidas por hilos invisibles que, a veces, se tironean con los movimientos de cada una, llamando a la otra.

     Las vacaciones solían ser los momentos en los que poco a poco fuimos afianzando esa amistad, porque durante el resto del año nosotros volvíamos al pueblo para seguir con nuestra vida de rutina. Por eso, aunque nos manteníamos en contacto por carta, añorábamos esas temporadas sin clases para volver a encontrarnos, y ya no nos despegábamos. Entonces, compartíamos tardes en el río o pescando en el lago, jugábamos inolvidables guerras de carnaval con bombuchas que se transformaban en mojadas municiones, íbamos al cine Yolanda, cuando se estrenaba una película, o hacíamos barquitos de papel que lanzábamos por las calles por donde corría agua de alguna acequia. El baldío que mediaba nuestras casas era el terreno ideal para las aventuras de piratas, buscando tesoros escondidos con planos que nosotras mismas habíamos diseñando, entonces nuestra imaginación volaba recorriendo los senderos, encontrando huesos de dinosaurios desaparecidos y escondiéndonos de peligrosos bandidos que nos perseguían. Pero también improvisábamos juegos para aprovechar esos días en los que no podíamos disfrutar del aire libre. Entre los juegos que inventábamos estaba la carrera de alfombras en casa de Bere,  sobre todo, en los días fríos de invierno o los de lluvia que no se prestaban a que saliéramos afuera. Entonces los adultos sabían que, aunque molestáramos un poquito haciendo ruido o moviendo algún mueble de lugar, estaríamos entretenidas, controladas y sin correr peligro alguno. Para ello no necesitábamos demasiados elementos. Tomábamos dos alfombras de las habitaciones, de esas rectangulares con dibujos persas y flecos en las puntas, nos arrodillábamos sobre ellas, y algo mágico nos envolvía de repente: nos impulsábamos con las manos a los costados de las alfombras sobre el lustrado piso de madera y la casa se transformaba en un perfecto autódromo, porque la competencia había comenzado. Cuando veíamos que pasaban la lustradora sabíamos que sería más emocionante aún, ya que ganaríamos en velocidad, las curvas podrían transitarse más fácilmente y la ovación del público sería mayor. La zona del pasillo era la más peligrosa, ya que era muy angosta y había tres puertas a lo largo, las de los dos dormitorios y la del baño, por lo que podría producirse alguna inesperada colisión demorando en ese tramo a alguna de las dos competidoras. Pero la que pasaba el pasillo con mayor astucia, seguramente tomaba la punta, y luego venía el comedor, iluminado por un gran ventanal, con piso de cerámica y con más espacio para que nuestros bracitos pudieran empujar más libremente. Las personas que estuvieran en la casa en ese momento debían hacerse a un lado o esquivarnos para dejarnos pasar, disimulando una protesta silenciosa por tal incomodidad, que nosotras no percibíamos. La pista se completaba pasando por la cocina, donde había una mesa contra la pared, cuyas patas no debíamos enganchar,  y por último el living, con el brillante piso de parquet que quedaba cada vez más limpio a medida que nuestros coches pasaban por allí. Llegando al pasillo comenzaba la otra vuelta, formando así una pista ovalada, continuada y perfecta que transitábamos varias veces en sentido antihorario. Los objetos que pudieran interferir eran corridos temporalmente para evitar posibles colisiones, aunque más de una vez la alfombra quedaba trabada con la pata de algún sillón o la rendija de alguna puerta que no estaba lo suficientemente abierta, entonces, el promedio se complicaba, debiendo ser recuperado con inteligencia por las conductoras para no perder la competencia. La cantidad de vueltas dependía de nuestro cansancio y el calor de la carrera se sentía en la piel y en nuestras ansias por ganar el juego, aunque en ese momento no supiéramos que eso no era lo principal. El reloj cu-cu del living nos marcaba el ritmo cada vez que pasábamos por allí, recordándonos que el tiempo también era importante. Pero eso lo entenderíamos más adelante, cuando ya no habría carreras de alfombras que se volvían mágicas en las tardes de lluvia en las sierras.

     Han pasado casi cincuenta años. Esa calle de nuestra infancia ya no es de tierra, los árboles que la bordeaban y daban sombra en las tardes de verano han desaparecido y el baldío donde buscábamos tesoros fue invadido por un edificio que tapó nuestros senderos de piratas para siempre. Tampoco se ven tanto las montañas porque la ciudad fue creciendo en altura, tragándose esa imagen de tarjeta postal y de foto de cuentos que completaba nuestras historias imaginarias. Sin embargo, ambas casas siguen estando en el mismo lugar, aunque la nuestra tiene otros dueños. Bere sigue viviendo allí. El circuito permanece adentro, silencioso y lustrado, esperando que alguien lo recorra con alguna alfombra desgastada. Aunque en los días de lluvia de las sierras, la gente que pasa por la vereda se detiene un momento, a escuchar un extraño ruido a motores que proviene desde una ventana entreabierta de la casa.



-Publicado en "Rincones y Acuarelas II"- Beatriz Chiabrera de Marchisone- La Imprenta Digital- Buenos Aires- 2019

-Publicado en "Cambridge IGCSE- Español como primera lengua"- Cuaderno del alumno- Hodder Education. Londres. Inglaterra. 2020-