Romance intelectual con la pelota
"El goleador es siempre el mejor poeta del
año", escribió Pier Paolo
Pasolini, en la cumbre del romance entre la literatura y el fútbol.
Jorge Luis Borges fue el encargado de marcar la
divisoria de aguas. Con lapidaria ironía, reformuló el "civilización y
barbarie" sarmientino y sentenció en más de una entrevista periodística
que el fútbol era "una cosa estúpida
de ingleses... Un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once
corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos". La
frase hendía el cuchillo en el corazón de la patria futbolera y convocaba al
escándalo.
Durante
décadas —salvo excepciones— ambos mundos sucedieron en dimensiones paralelas.
En forma esquemática podría resumirse de la siguiente manera: los escritores
desdeñaban el fútbol y los futboleros huían de la literatura.
Pero la
segunda mitad del siglo XX sería testigo de una plebeyización de la literatura
—el periodismo fue gran artífice de este proceso— y decenas de literatos se
volcarían a una producción mestiza gracias a la cual el fútbol ya no quedaría
en "orsai" literario. Finalmente, a mediados de los noventa, la
pelota ganó la batalla y hoy se asiste a lo que algunos denominan la
futbolización del universo y de la que no puede escapar ni siquiera el apocado
e íntimo mundo de las letras.
La mala
relación entre fútbol y literatura se inició en 1880 cuando el escritor
británico Rudyard Kipling
(1865-1936) despreció a ese deporte y a "las
almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo
juegan". Y prácticamente desde esa fecha el desencuentro se hizo
sostenido. Sin embargo, el recorrido de una buena biblioteca demostrará que no
faltaron las gratas excepciones: en los años 20, el peruano Juan Parra del Riego y el argentino Bernardo Canal Feijóo escribieron "Penúltimo poema del fútbol" y
Horacio Quiroga publicó "Suicidio en la cancha", un cuento
sobre el caso real de un jugador de Nacional que se pegó un tiró en el círculo
central de la cancha. De aquellos tiempos es el primer relato totalmente
ficcional sobre fútbol en el Río de la
Plata: la novela del francés Henri de Montherlant “Los
once ante la puerta dorada”. En 1923, nada menos que en su melancólico
libro Crepusculario, Pablo Neruda escribió el poema "Los jugadores", y 12 años después,
"Colección nocturna",
incluido en Residencia en la tierra.
Durante el primer medio siglo hubo escasos coqueteos de la literatura con el
fútbol —una aguafuerte de Roberto Arlt
sobre el Seleccionado Nacional y poco más—; quien entró a saco lleno en el tema
fue el uruguayo Mario Benedetti con
su ya célebre cuento "Puntero
izquierdo", escrito en 1955, y publicado en el libro Montevideanos.
El llamado
boom de la literatura latinoamericana se acercó al mundo del fútbol, no sólo
desde la escritura sino también desde las tribunas. Ya por aquella época había
salido del placard un gran número de escritores que se reconocían como hinchas
de fútbol: el poeta gaditano Rafael
Alberti —quien escribió "Oda a
Platko", dedicada al arquero húngaro del Barcelona—, Miguel Hernández, Miguel Delibes, Manuel
Vázquez Montalbán, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Jorge Amado, Augusto
Roa Bastos, Ernesto Sabato, Rubem Fonseca, Mario Vargas Llosa, Julio Ramón
Rivadaneyro y Alfredo Bryce Echenique.
A partir de
los años 60 y 70 la lista de escritores que se animaron a escribir sobre fútbol
se acrecentó considerablemente: el poeta brasileño Vinicius de Moraes escribió un célebre poema al puntero Garrincha,
el español Camilo José Cela, sus Once cuentos de fútbol, el mexicano Juan Villoro, un texto sobre el
maracanazo —el día que Uruguay le ganó a Brasil la Copa del Mundo en el estadio
Maracaná— titulado El hombre que murió
dos veces, Humberto Constantini,
su relato "Inside izquierdo",
y Leopoldo Marechal, elige la
tribuna de un River-Boca para lanzar la batalla del protagonista de Megafón o la guerra. Mientras tanto, en
Europa, el austríaco Peter Handke
ponía la piedra basal con su novela La
angustia del arquero frente al tiro penal —que poco habla de fútbol, es
verdad— pero tiene una de las definiciones más bellas de ese instante crucial
en un partido.
Los años
ochenta marcaron el fin de la separación entre el fútbol y las letras en la Argentina. Y eso
ocurrió de la mano del periodismo gráfico: Osvaldo
Soriano, Roberto Fontanarrosa y Juan Sasturain se convirtieron en la
delantera implacable que se abocaba a escribir sin tapujos ni complejos sobre
fútbol, primero desde las crónicas de prensa y el humor y, finalmente, desde la
literatura.
Clásicos de
esta etapa son los cuentos publicados en El
mundo ha vivido equivocado, en el que el escritor rosarino incluyó los
inolvidables relatos sobre fútbol como "Lo que se dice de un ídolo", "Memorias de un wing
derecho", y "¡Qué lástima, Cattamarancio!". Osvaldo Soriano, por su parte, reunió
en su libro Rebeldes, soñadores y
fugitivos los memorables relatos como "El penal más largo del mundo" y "Maradona sí, Galtieri no".
Y completa el trío de mosqueteros Juan
Sasturain con la publicación de El
día del arquero, que incluye el cuento "La poesía del chanfle al segundo palo". Al mismo tiempo, Alejandro Dolina coqueteaba con el
fútbol desde sus Crónicas del Angel Gris
que incluían "Apuntes de fútbol en
Flores", una toma de posición respecto del tema: "En un partido
de fútbol caben infinidad de novelescos episodios", sentencia la primera
frase del cuento.
Liliana Heker dice: "No hay un desdén de la literatura hacia el fútbol, no se puede
generalizar; Borges no deja de ser Borges incluso cuando desdeña al fútbol.
Pero muchos escritores son hinchas apasionados, no hay un rechazo particular en
el gremio. Yo tengo una relación apasionada desde muy chica. Para la literatura
es un campo interminable, ya que el deporte pone en juego conflictos muy
interesantes", dice Heker, autora del cuento "La música de los domingos".
Ante el
torrente de publicaciones que anegó la industria cultural en los últimos años,
una pregunta se hace evidente: ¿es obligatorio escribir sobre fútbol? Mempo Giardinelli cree que no. "Entre fútbol y literatura existe la misma
relación que entre cocina y poesía, o filosofía y novela, o automovilismo e
historia. No creo que haya nada esquemático, simplemente sucede que para mí la
literatura es la vida por escrito. Y entonces puedo escribir lo que se me
antoja. Nunca escribí sobre fútbol. Soy un narrador, y he escrito un par de
cuentos de tema futbolero porque me pareció que podían ser narraciones
eficaces. Mi relación con este deporte es como la de cualquier argentino:
pasional, intensa, en lo posible festiva, pero no intelectual. Lo cual no
impide que en determinado momento uno reflexione críticamente sobre las
pasiones, intensidades, violencias y taras argentinas", dice el autor
del clásico cuento "El hincha",
escrito a principios de los ochenta.
La
narrativa futbolera estalló en los últimos 15 años. En Europa, el ejemplo más
claro es la novela Fiebre en las gradas,
del británico Nick Hornby, en la que
relata su vida como hincha. Por estas costas, poco después de que el escritor
uruguayo Eduardo Galeano escribiera Fútbol a sol y a sombra, la industria
cultural parece haber encontrado una veta redituable: así, se sucedieron los
libros de los ex futbolistas Jorge
Valdano y Angel Cappa, y los libros periodísticos, émulos del Fútbol:
dinámica de lo impensado, de Dante
Panzeri. En el 2003 se produjo una nueva operación de acercamiento que
consistió en la campaña "Cuando leés ganás siempre" y que consistió
en la distribución gratuita de 50 mil cuentos todos los domingos. La última
buena nueva fue el nacimiento de Ediciones al Arco, un legítimo emprendimiento
para encausar la publicación de la literatura deportiva.
Ni siquiera
la poesía pudo quedarse afuera del fenómeno. Washington Cucurto ha utilizado como materia prima para sus obras
el imaginario popular para homenajear a Enzo Francescoli o Diego Maradona, y en
su poema Entre hombres, dice: "El fútbol es un deporte de hombres dulces /
el fútbol es un deporte de hombres que se quieren con locura". Fabián Casas, por su parte, escribió Cancha rayada, en el que describe el
regreso de un estadio luego de una derrota.
Amalgamados,
los dos géneros del arte caminan, finalmente, tomados de la mano. Quedan en el
tintero algunas frases elegidas que definen con belleza irrefutable la belleza
del fútbol. Javier Marías dijo que
"el fútbol es la recuperación
semanal de la infancia" y el intelectual comunista Antonio Gramsci lo definía como "el reino de la lealtad humana ejercida al
aire libre". Con cierto tono meloso, el checo Milan Kundera escribía que "tal vez los jugadores tengan la hermosura y la tragedia de las
mariposas, que vuelan tan alto y tan bello pero que jamás pueden apreciar y
admirarse en la belleza de su vuelo". Por último, el multifacético Pier Paolo Pasolini dejó la mejor
definición que la literatura pudo hacer de este deporte que remite a los juegos
circenses de la Roma
antigua: "El fútbol es un sistema de
signos, por lo tanto es un lenguaje. Hay momentos que son puramente poéticos:
se trata de los momentos de gol. Cada gol es siempre una invención, es siempre
una subversión del código: es una ineluctabilidad, fulguración, estupor,
irreversibilidad. Igual que la palabra poética. El goleador de un campeonato es
siempre el mejor poeta del año. El fútbol que produce más goles es el más
poético. Incluso el dribbling es de por sí poético (aunque no siempre como la
acción del gol). En los hechos, el sueño de cada jugador (compartido por cada
espectador) es partir de la mitad del campo, dribbliar a todos y marcar el gol.
Si, dentro de los límites consentidos, se puede imaginar en el fútbol una cosa
sublime, es ésa. Pero no sucede nunca. Es un sueño". Pasolini,
obviamente, no había visto jugar a Diego Maradona. A pesar de desmentidas por
el segundo gol del "Diez" a los ingleses, sus palabras están llenas
de verdad poética. Pero de eso podría tratarse este desencuentro entre las
letras y la pelota: Maradona tampoco había leído a Pasolini.
15 comentarios:
¡Muy buen informe! Lo único que no me gustó fue la frase de Pier Paolo Pasolini "El goleador es siempre el mejor poeta del año". El goleador no representa al poeta. Claramente el poeta del futbol es el creador de juego, el distinto, el que piensa dentro de la cancha (léase a Riquelme, Gallardo, Maradona, Messi por nombrar algunos autores). Saludos, muy bueno el blog.
Amplio la introducción de Dolina en su cuento Apuntes de futbol ...
" Allí reconocemos la fuerza, la velocidad y la destreza del deportista. Pero
también el engaño astuto del que amaga una conducta para decidirse por otra. Las
sutiles intrigas que preceden al contragolpe. La nobleza y el coraje del que
cincha sin renuncios. La lealtad del que socorre a un compañero en dificultades.
La traición del que lo abandona. La avaricia de los que no sueltan la pelota. Y
en cada jugada, la hidalguía, la soberbia, la inteligencia, la estupidez, la
injusticia, la suerte, la burla, la risa o el llanto. "
Podría considerarse al portero como al poeta, pues de él depende no perder un partido y sus atajadas a veces semejan poemas maravillosos de frustraciones del equipo contrario y felicidad en el otro.
Me parece un análisis completo y exhaustivo.
Muy interesante comentario. Coincido con Jorge Cuesta pero pienso que Pasolini, se refiere al momento de éxtasis que produce un gol en las almas de los hinchas que lleva a elevar el espíritu. Gracias Beatriz.
Martta S. Siciliano
Creo que de alguna manera tiene razón Borges no solo es agudo en la ironía, me quedo con su concepto, aunque el futbol convoca mucha gente quien dice que no tenga razón, once tipos detrás de una pelota, el tema pasa por la concepción del universo y no focalizado en un sola cuestión en definitiva, sería jugar con la ilusión de la gente o la ilusión necesaria para los pueblos de creer o amar o jugar al futbol, Borges va mas allá que ese comentario es decir tiene un trasfondo mucho mas que esas palabras, es decir no creo que haya llegado a esa conclusión así como así siendo el mejor Escritor de todos los tiempos.
Y no nos olvidemos de Eduardo Sacheri, célebre por el libro que dio lugar a "El secreto de sus ojos", ganadora de un Oscar; la novela no es de fútbol, pero Sacheri siempre escribió buenos cuentos de fútbol. Léanlo como cuentista y también, si no lo han hecho ya, lean la novela (La mirada de sus ojos, creo, por ahí la tengo) y vean la película: imperdibles.
Noemí, ante todo Gracias!. Por enriquecer, compartir y brindar espacio a los escritores, con temas muy diversos, que nos revelan nuevamente las inquietudes que te movilizan.
El tema del fútbol es y será tema en todo momento y lugar. Lo veo como el gran catalizador de diversas situaciones que afronta el pueblo. A través de él, se canalizan angustias, alegrias, esperanzas, y cada uno se apropia a su manera, de modos de vivenciarlo, y sentirse parte de
"Algo grande". La anomia de la tribuna, que da lugar a una identidad de tablón, una pertenencia a la barra, a la hinchada, y se comparten momentos que serán para la discusión, la crítica, el recuerdo. Fenómeno de masas, pasión de miltitudes... Y la poesía dónde encaja?
Esto ya es para una charla más extensa. Personalmente pienso y siento que la poesía me habita. He vivido esas experiencias de tribuna... En la cancha, o en una plaza... Un partido entre dos clubes o un partido convocando... En ambos casos se dice "vamos a...". En ambos casos suele ser de resultado incieto... Pero se puede llevar al papel, buscar la rima, dejar fluir. Perdón por las disgresiones, en suma. me gustó la síntesis. Hasta cualquier momento.
Beatriz, hermosa esta página, está bueno enterarse de algunas cosas y refrescar otras... Agradezco el envío y vaya mi abrazo mundo.
Gracias, Beatriz. Tus notas son siempre enriquecedoras. Provocan pensamientos, críticas, juicios y... hacen que nuestras neuronas se activen.
muy bueno!
Hay un ausente literario que me apena, porque es uno de los más futboleros y me acompaña algunas veces con sus comentarios humanos y futbolísticos, hermanando ambas condiciones en cuentos y novelas como la que dio lugar al secretos de sus ojos, o la brevedad de cuentos incluídos en "Esperando a Tito" o una novela argentina como Papeles al viento, llena del humor que nos nutre, de la piedad baudeleriana que nos caracteriza y de tantas características nacionales que nos hacen mejores.
Gracias Bea por la información. Es muy interesante conocer ciertos detalles de la historia de dos pasiones como estas.
me quedo con Fontanarrosa y Soriano escritores bien nuestros que escribieron historias interesantísimas acerca del futbol,a Borges no le gustaba nada que fuera popular
Esto lo dice todo: "la literatura es la vida por escrito" y el fútbol es parte de ella. Un buen escritor puede ir mucho más profundo al inspirarse en once jugadores detrás de una pelota, en la pasión o en el gol.
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