El niño se despierta a la mañana
alumbrado por el sol del nuevo día,
y con él se desborda de alegría
y de un salto se olvida de la cama.
-Apurate mamá! La camiseta!
-Tranquilo, no seas apurado.
-Los botines van más ajustados!
Papá me los ata con más fuerza.
La casa es todo un alboroto:
masitas, los sandwiches y el mate,
de prisa! No podemos llegar tarde,
seguro que ya llegaron todos.
Espera hijo, no olvides una cosa:
recuerda que esto es tan sólo un juego,
que los otros son también tus compañeros
y entre todos comparten la pelota.
Recuerda que no existen enemigos,
simplemente son tus adversarios,
no olvides que les debes dar la mano,
no importa el resultado del partido.
Ya es hora de salir a la cancha
a sembrar la semilla del deporte,
llevando en su pecho los colores
del corazón, de su pueblo y de su hinchada.
Y a la noche, después de un día entero
de correr detrás de la pelota,
no importan los triunfos o derrotas,
se duerme abrazado a su trofeo.
Publicado en el libro SENTATE QUE TE CUENTO-
Editorial De los cuatro vientos- Buenos Aires - 2009.
Aunque sí importen los triunfos o derrotas, inculquemos por lo menos en los niños la sana competencia.
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