El castillo estaba enclavado en la cima de
una montaña. Los caminos estaban borrados, cerradas estaban las ventanas y las
compuertas, llegar a las caballerizas era imposible, todo estaba sellado
fuertemente. Sólo una caballada salvaje relinchaba en los alrededores. Eran
caballos pura sangre, indómitos. Herencia de los antiguos dueños amantes de la
equitación. Muchas historias se contaban acerca de que estaba habitado por
hadas y por los fantasmas de aquellos antiguos dueños. Otros contaban que se
veían periódicamente sombras furtivas. Lo que se sabía era que los herederos,
últimos ocupantes del castillo, habían desaparecido.
La hermosura de su arquitectura atraía a los
turistas, pero sólo era observado en helicópteros desde las alturas, sin que
haya posibilidad de descender.
Las experiencias vividas al querer recorrer las instalaciones
del hermoso castillo, en años anteriores fueron fatídicas. Luces extrañas se veían
en el cielo de la zona, y bolas de fuegos que se movían a gran velocidad,
contaban los ancianos de aquellos años. Los
guías, sin que los grupos de turistas se dieran cuenta, iban misteriosamente
desapareciendo. Los investigadores con perros no lograron subir, y mucho menos
entrar al castillo. Los perros huían aullando aterrorizados. Sus cuerpos no
fueron encontrados a pesar de las intensas búsquedas.
Así comenzaron las más insólitas conjeturas, de
fantasmas, y de posibles animales devoradores de hombres.
De esto ha pasado
ya mucho tiempo. La transmisión
oral de los ancianos de la villa, en el año de la gran guerra europea, a los
actuales pueblerinos hizo que estas historias llegaran hasta hoy.
Esta es la tenebrosa y triste historia de un
castillo que podría ser un monumento arquitectónico.
AUTORA: Leiden Roberta Fontanini (84 años)
Santa Fe Capital (Argentina)
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