Eran
los últimos días del otoño….el paisaje se expresaba como una paleta de pintor donde los tintes son
amarillos, naranjas, rojos cobrizos y algunas hojas de verdes óxido; los rayos
del sol continuaban tibios y resplandecientes, iluminaban un castillo muy
lujoso, con quinientas sesenta habitaciones y en su interior, con bellas obras
de arte. Le rodeaban jardines impecables
con rosales llegados de Europa, techos celestes como el cielo, sus paredes blancas,
su fachada de color bermellón realzaba
la nobleza en todo su reino, del siglo XV.
Sus
torres de gran altura, querían unir el cielo con la tierra, muchas ventanas de
sur a norte y de este a oeste; desde allí se podía apreciar la inmensidad del
territorio. Detrás se imponía una cadena
de montañas, pero solo una se destacaba con su ladera nevada que ejerce una
poderosa atracción, continuaba un lago turquesa y de aguas transparentes; todo estaba en total armonía
con la naturaleza majestuosa e imponente.
Para
las pequeñas Emperatrices Isabella y Juanita, era un paraíso….les encantaba
corretear por el lugar descalzas; tenían
muchos amigos entre los hijos de los campesinos de la vecindad y otros niños que iban acercándose para jugar
y explorar el lugar.
El Duque
Vicents, siempre insistía con clases tediosas de idiomas, geografía y biología;
también la Baronesa Susan, colaboraba
con la enseñanza de sus hijas, recolectando frutos, observando las flores y
animales del lugar: vacas, corderos, varios conejos y aves exóticas que se
encontraban en el imperio. Tenían una vida despreocupada y sencilla.
Se aproximaba
la coronación de su tío Elvis III, Rey de San Vicente de los Andes; así que
toda la familia de la realeza tenía que vestirse para la gran ocasión. Vicents luciría con un traje de brocado en oro y
cubierto de diamantes; Susan, un vestido impecable y acorde a la moda, bordado
con flores rococó, le daba prestigio a su rango, y las infantas lucirían
vestidos de gaza bordados con hilos de oro.
Los
reyes se instalaron en la sala principal del castillo, para decirles a las
niñas el comunicado de la invitación que se llevaría a cabo dentro de dos
semanas. Isabella reaccionó enseguida
con un “NO”, y Juanita expresaba que esas reuniones son aburridas,
extensas y con mucho protocolo…los padres también reaccionaron en forma
inmediata y determinada… entonces se quedarán en el castillo, en la torre más
alta y no se moverán de allí hasta que regresemos de dicho festejo- dijeron.
Ninguna
de las dos protestaron, tenían un plan…Al quedarse solas, llamarían a sus
amigos para que las rescaten, y así jugarían todo el día juntos en el lago, hasta
el anochecer. Llegó el evento tan comentado en la zona y sin protestar las
pequeñas subieron a la torre, esperaron que sus padres emprendieran viaje con
su carruaje y al perderse en el camino, comenzaron a llamar a sus amigos… -Fabi,
Loren, Ari, estamos en la torre más alta… vengan por nosotras!!!-. Durante diez
o quince minutos quisieron comunicarse con sus amigos, pero nadie se
acercó. Silencio en el castillo;
empezaron a mirarse, llorisqueaban y se
preguntaban qué iban a hacer allí tantas horas y sin sus amigos.
En
ese instante pasó un Águila Real, observó a las niñas que estaban tan tristes y
les propuso un viaje, llevarlas hasta la montaña más alta para que conocieran a
sus pichones; en el recorrido les comentaba sobre su especie, su población que
es muy reducida y se encuentran distribuidas en varios lugar montañosos del
Planeta Tierra. Las princesitas estaban
tan felices que solamente escuchaban y muy asombradas se miraban entre ellas y sonreían
por lo que estaban viviendo. Pasaron dos horas y el águila tenía que salir nuevamente para traer comida a su guarida.
En el camino de regreso se encontraron con una
Mariposa Diurna; le pareció divertido ver a dos niñas tan simpáticas y las
invitó para llevarlas hasta el jardín del castillo. Felices de seguir volando, las princesitas
continuaron con la excursión, se pusieron a conversar y la mariposa les comentó
que ellas provienen de una oruga y -nos alimentamos de vegetales, somos muy
dañinas para la agricultura porque somos plaga, además polinizamos las plantas
y los cultivos-
Entusiasmadas
por el relato, no vieron que pasó el tiempo, y estaban preocupadas por llegar a
la torre.
De
repente se asomó un pez del lago, las princesitas exclamaron con mucha alegría…
-el Pez Payaso!!!- Se saludaron como si
se conocieran de algún lugar y resultó que era el pececito que estuvo en el
acuario del castillo; ellas lo habían dejado libre porque necesitaba comer vegetales que se encuentran en los lagos y
también algo de carne, además le gustaba jugar con presas más pequeñas.
Contentas de haber visto a su amiguito,
observaron que el sol ya comenzaba a caer sobre el horizonte y tenían que estar
en la torre para cuando llegaran sus padres.
-Tuvimos
un día maravilloso y genial!!! - exclamaron con júbilo, se abrazaron y juraron
que esta mágica aventura iba a ser un secreto de por vida, entre ellas dos y
nadie más; estaban tan agotadas que se quedaron dormidas en la alfombra de la torre
más alta del Castillo.
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