Adaluz, es una
niña muy feliz, que vive en un enorme y antiguo castillo de
Francia, en medio de un bosque, rodeado
de montañas y de un río de aguas
cristalinas. Su padre, Felipe, hombre de negocios, lo compró para transformarlo en un hotel.
Durante
el año escolar, estudia en Paris, en
casa de su tío Enrique, hermano de su papá.
A fines de mayo, época de
vacaciones, sus padres pasan a buscarla.
Su
regreso al hogar es muy festejado por los empleados de su padre. A la
mañana muy temprano, Adaluz, la regalona
de la familia, desayuna con sus padres. Después, recorre los amplios salones
del castillo. No se cansa de visitar la
biblioteca de su padre, le gusta mirar los grandes cuadros que cuelgan sobre
las altas paredes, con retratos de los reyes que vivieron en el castillo, hace muchos, pero muchos años, obra de
famosos pintores. Le causa risa ver los
rostros serios de esos señores, con
grandes bigotes y pelucas con rulos. Su preferido, es el cuadro de una señora
muy hermosa, que se llamaba Sabrina,
como su madre, vistiendo un lujoso
vestido de seda blanca, bordado con piedras preciosas. Cuando se aburre, regresa a su dormitorio, a jugar con sus
muñecas, o ver dibujos animados en su
celular, regalo de sus padres por pasar de grado. Se entretiene chateando con
su prima Celina, hija de su tío Enrique, compañera de grado y de travesuras,
para recordarle que prometió venir el fin de semana para festejar su
cumpleaños, también lo hace a sus compañeras de grado.
Después
de almorzar decide ir a pasear al bosque que rodea el castillo, acompañada por Lila, la hija de la cocinera, ex
compañera de estudios de su madre, que
vive en una habitación del castillo, destinada a los empleados.
Se
internan caminando por un sendero, riendo y cantando, hasta encontrar un
hermoso lugar del bosque, que descubrieran durante un paseo el año anterior.
Ellas lo llaman el bosque encantado, donde imaginan hablar con los animales y
los árboles. Adaluz, se abraza al tronco
de un pino, entona una bella melodía,
las ramas se mecen al compás de su canción.
-Lila,
busca otro árbol y a danzar a su
alrededor, al compás de la dulce melodía.
Siguen caminando y descubren en lo alto de una
rama, entre el frondoso follaje, a unas curiosas ardillitas. La más audaz, saltando de rama en rama, se les acerca.
Ten
cuidado, le dice Lila - puede morderte
-No
temas, le responde Adaluz- mientras recoge el fruto de una araucaria, almendras
dulces, dispersas sobre la hierba.
-
Adaluz le muestra el fruto, la ardillita la toma entre sus manitas, y sale
saltando a esconderse dentro del hueco
de un tronco, a saborear tan delicioso manjar.
Las
niñas continúan su paseo entre risas y canciones, saltando de alegría,
alborotando a las aves del lugar. Una bandada de pájaros se posa sobre las
ramas de un roble centenario, y acompañan con sus trinos, el canto de las
niñas, mientras curiosos animalitos,
asoman sus cabecitas, desde sus guaridas, en los huecos de troncos viejos.
Descubren
un hermoso espacio libre de árboles y se sientan sobre la hierba verde, a jugar con las flores silvestres que crecen
entre los pastos. Hacen lindos collares y coronas con flores multicolores,
campanillas azules, amapolas rojas, verbenas blancas y tréboles de flores
amarillas.
Lila
le regala una corona de flores azules a Adaluz, y Adaluz, un collar de flores rojas y amarillas, a
Lila.
De regreso, cuando atraviesan el puente
levadizo, Adaluz grita sorprendida de encontrar
a Celina con sus tíos, Lila saluda y se retira.
La
mañana del sábado, amanece con un sol
brillante. Adaluz dormía, cuando Celina
entra corriendo y la despierta con un--¡Feliz cumpleaños,
dormilona!
Adaluz
se viste ayudada por su prima, y bajan a
desayunar. Su madre, Sabrina, aprovecha
para dejar sobre su cama, una enorme caja blanca con un moño rojo y una tarjeta
que dice: ¡Feliz cumpleaños, querida Adaluz. Dios te bendiga ! Mamá.
Paula y Lila, esperaban a las niñas con humeante
chocolate, panecillos salados y
medialunas recién salidas del horno. Terminado el desayuno, Celina le pide acompañarla a recorrer la caballeriza
del antiguo castillo. Al abrir la puerta,
Adaluz encuentra a su padre al lado de un Pony, de sedoso pelaje blanco
con manchas marrones y un gran moño en el cuello, que le dice- Tu regalo de
cumpleaños, querida hija. Adaluz, dando
saltos de alegría, corre a abrazar a su padre.
Hasta
el mediodía las niñas se turnan para montar el Pony, pasean dentro del
castillo, bajo la mirada atenta de un empleado. Después todo fue como mágico. Adaluz
entra a su dormitorio y encuentra el
regalo de su madre
- Se
apresura a desatar el moño, abre la
caja, adentro envuelto en papel de
seda, la esperaba un vestido de seda rosa, adornado con alforzas y cintas de raso del mismo color y un gran lazo de raso de un
rosa más fuerte. El vestido más hermoso del mundo, dice Adaluz.
y corre a contárselo a Celina.
El
salón de fiesta estaba maravillosamente adornado con globos, guirnaldas y un
banner tamaño natural con el retrato de Adaluz, luciendo su vestido nuevo, con
un letrero que tenía pintado un número ocho y abajo - ¡Bienvenidos a festejar mi cumple!!
Invito, al
lector a escribir el final e ilustrarlo.
AUTORA: María de los Ángeles Albornoz
Monteros (Tucumán-Argentina)
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