En
un carruaje llegué a un castillo encantado. Al bajar, la gran puerta se abrió
sola. Una voz sonó fuerte entre techos altos y una larga escalera se
iluminó, para marcarnos el camino.
Enseguida, el piso de madera donde estaba parado, se rompió y caí por una rampa
hasta un lugar oscuro.
-No veo nada., hay alguien aquí?
-Aquí , aquí, aquí, .- responde el eco, eco, eco ,ecocoococo.
Levanté la cabeza y dos fantasmas blancos bailan delante mío..
-Sh,sh,sh,sh. - silban y cantan duérmete, duérmete.
Me quedé dormido y al despertar, con los fantasmas había un gigante. Tan, tan
grande que tocaba el techo con la
cabeza. Que digo tocaba, salía para afuera la cabeza.
Yo acurrucado en el piso y con mis manos agarrado a lo que podía, lo miraba.
-Tú cómo te llamas? me dijeron.
-Eh, eh , ¿ yo , yo, y .-
-Eh , eh, no , n te tengo , no , no me llamo.-
-Cómo no te llamas?
El gigante se lanzó sobre mí, furioso, y los fantasmas se le pusieron adelante.
-Tu no le harás daño, escuchaste?- comentaron los fantasmas- O te olvidaste lo
que te puede pasar?
-Soy el gigante, nada me puede pasar , uh , uh , uh,- ,mientras hacía gestos
para asustar a los fantasmas.
Él único que no daba más del susto allí era yo. No sabía cómo salir ni por dónde.
Mientras ellos seguían con sus dichos, alcancé a ver un agujero, detrás de una
tabla de madera. Si me hacía un ovillo, tal vez saliera por ahí.
De golpe escucho:
-Tú, a levantarte, nos ayudarás a hacer un pozo.- dijeron los tres.
- Él ultimo lo hice en la aren , en la playa.- sólo dije.
- En silencio y empieza .-
-Quiero un vaso de agua .-
-Escucha, aquí hay un tesoro importante y si lo encontramos, una parte será
tuya.-
-¿ Y para qué quiero un tesoro, soy muy chico ?.-
- Debemos apurarnos, pronto sabrán que estamos aquí y tal vez descubran dónde
está enterrado. -dijeron ellos.
- Si no hay agua quiero leche, tengo sed o para mojar la tierra que está dura –
-Dura,
sal de allí.-
El gigante se acercó y empezó a cavar. Aproveché y pasé por al lado de él, y me
apuré hasta el agujero. Salí y corrí muy rápido. Seguí, seguí agitado como
estaba. Mientras, recordaba aquella leyenda del rey malo, tan malo que el
pueblo no lo dejó salir del castillo y tuvo que vivir con sus tesoros
enterrados, sin poder gastarlos. Que feo lugar para vivir. ¿Habrá sido este rey
y esta historia ? Por las dudas, me alejé cada vez más del lugar.
- Uh ,uh , me olvidé el vaso de agua, no me lo dieron, son malos de verdad.-
dije.
AUTOR: Diego Lanis
C.A.B.A (Buenos Aires- Argentina)
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