En el castillo, no solamente el rey estaba preocupado
por la situación que vivía, también los ministros y los servidores, estaban
sobresaltados. La cuestión era que
__ ¡No quiero oír más cuentos de princesas
tontas que se vuelven viejas y rezongonas esperando que llegue el príncipe! ¡Ni
cuentos de dragones, de brujas horribles ni de madrastras malvadas! ¡Quiero
escuchar historias reales, de personas verdaderas!
Los gritos de
__ Lo que pide
Cuando la situación era insostenible,
apareció en la puerta del castillo, un trovador. Como el pueblo no era muy
grande, ya se había enterado de la situación que afligía al rey. Entonces, pidió
ser presentado ante Su Majestad. El rey estaba tan desesperado que lo recibió,
aunque no tenía muchas esperanzas.
__ Yo
le contaré buenos cuentos a
El Rey dijo que sí, los secretarios, los
sirvientes, los soldados, dijeron que sí. Y el trovador marchó al pueblo a
escuchar las historias que tenían los aldeanos. Ellos, gustosos, le contaron
sus sueños, sus alegrías y sus
tristezas. A la semana, estaba nuevamente el trovador en el castillo. La
ansiedad era inmensa. En el salón principal estaban el Rey y
El primer cuento fue la historia del alfarero
del pueblo que, aseguraba que sus vasijas eran las más hermosas porque traía la
arcilla de un lugar escondido. Iba con su burro una vez a la semana y traía las
alforjas llenas de material. Una vez se encontró con un ladrón y, éste al ver
que no tenía nada de valor, quiso golpearlo. Pero él le habló y lo quitó de la
mala senda. Ahora, era su ayudante.
El
trovador, terminó la historia así:
__ Esta historia es real, este cuento es
verdadero. Y si no me lo creen, visiten al alfarero.
Un silencio profundo se hizo en la sala,
porque todos esperaban la reacción de
__ Quiero otro cuento como éste.
Entonces el trovador contó la historia de una
lavandera que se levantaba todos los días antes de que partieran las estrellas,
y de su gallito, que la despertaba todos los días. De cómo ella le perfumaba el
pico todos los medio días con agua de azahar, para que no se olvidara de cantar.
Y terminaba la historia así:
__ Esta historia es real, esta historia es
verdadera. Y si no me lo creen, visiten a la lavandera__ Y así siguieron los
relatos, del campanero y de cómo las campanas habían salvado una vez al pueblo
de una inundación. Luego seguía la historia de las tres hijas del sastre que
bordaban con hilos de oro y plata, según la tradición de los países de Oriente.
El trovador, contó y cantó durante varias horas. Todos los presentes estaban
deslumbrados, no sólo por las historias, sino por la forma en que las adornaba
y les daba esa realidad que las hacía tan interesantes.
Luego de un tiempo,
AUTORA: Susana Solanes
Rosario (Santa Fe- Argentina)
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