Bueno, la estás escuchando. Crees que alguien la interpreta; y si lo crees, es así.
Se trata de la Sonata para Piano N° 28 de Beethoven. Sus acordes son dulces y enigmáticos. Pero no es dulce tu estado de ánimo. Tampoco es enigmático; ya te diré el porqué.
No se trata de que Beethoven sea tu compositor predilecto; sencillamente, esa sonata viene bien a las circunstancias que estás viviendo.
Es invariable que recuerdes a Almafuerte. Para ti, Pedro Bonifacio Palacios, uno de los cinco sabios de la ciudad de La Plata, no puede perder vigencia. De él aprendiste cómo es la vida.
No te des por vencido, ni aun vencido… Es que te sientes vencido, pero te niegas a aceptarlo.
La vida humana está preñada de trampas, pero sabes que pueden ser eludidas. Bien, de lo que se trata es que escapes de la trampa en que crees haber caído.
Ella se marchó. Lo hizo cuando terminabas de casi vaciar la enésima copa de vino. Claro, no es que te reprochara esa copiosa ingesta. ¿Cómo hubiera podido reprocharla si la compartió contigo? Se marchó cuando ya no divisaba el futuro.
La copa quedó tumbada sobre el piano, se diría que vencida. Pero te resistes a darla por vencida. Y sigues recordando a Almafuerte:
No te des por
vencido, ni aun vencido/No te sientas esclavo, ni aun esclavo.
¿Quién está interpretando esa sonata? La verdad es que nadie, pero esos acordes de piano galopan en tus recuerdos. O quizá sí en tus ensoñaciones.
Pero, recuerdos o ensoñaciones, lo que importa es que crees escucharla. Como te lo decía, viene bien a lo que estás viviendo.
Tu estado anímico no es enigmático. ¿Cómo habría de serlo si sabes demasiado bien lo que te ocurre?
Lo que te ocurre es que no dejas de pensar que tu vida es imposible sin ella. Y es cierto: no te resignas a su ausencia.
Fueron muchas las noches en que compartieron la música y el vino antes de yacer juntos en tu lecho de varón solitario y soñador.
Elucubraban los escenarios del futuro. Cabe que anote que esos escenarios eran más bien antojadizos.
Aquello no les parecía importante, pero los porfiados hechos terminaron clamando por sus fueros.
En fin, como también te lo decia, la vida humana suela ser tramposa, pero se puede huir de las trampas.
Ella y tú eran (son) idealistas. No estoy seguro si la palabra ‘idealista’ sea la más pertinente; la verdad es que no importa. Porque lo interesante es pispar lo que vendrá.
¿Antojadizo? Quizá sí, pero las fantasías parecen necesarias a la vida.
En todo caso, no hay fantasía en esa rosa roja, orlada de verdes hojas, que ella dejó al despedirse…
¿Cómo no pensar que tu última copa de vino, caída sobre el piano, podrá teñir aquella rosa de rojo purpúreo?
Bien, me parece claro que puedes escapar de la trampa. No te des por vencido, ni aun vencido…
Debes estar seguro de que ti depende que ella regrese.
AUTOR: Aníbal Barrera Ortega
Temuco (Región de La Araucanía- Chile)
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