«En los inviernos de la comarca cuando le duele la noche al alba, aparece tras la bruma un Castillo Azul, justo en la cumbre del abismo donde las almas apesadumbradas se quedaron en el limbo del infinito y la nada.
Con las lluvias del otoño y la sequía del verano, sobre el filo de las colinas, se escuchan preparando los cantos para los sortilegios. Se ven sus sombras, se sienten sus pasos, sedientos y solitarios, en búsqueda de jóvenes apasionados de sangre caliente y ojos grises. Almas caídas por el azar del destino.
Es una suerte de plaga que viene desde los anales del hombre. Cuentan los ancianos de la región, que el Castillo está habitado por seres extraños similares a los reptiles que caminan al vaivén del eco del reloj contenido en cada rincón del enorme palacio. Tienen cuatro patas y sus dedos son como agujas; sus lenguas voraces; sus ojos parecen enloquecidos y sus pieles son verdes y ásperas. Siendo seres expertos en excavar la tierra sobre las lágrimas de generaciones enteras cautivas en sus fauces, que en épocas de sequía se convierten en ínfimas lagartijas.
La ruta de llegada al Castillo no existe en los mapas. Los expedicionarios lo han encontrado con las pistas dadas en los viejos libros de conjuros. Si alguien despierto encontrara su camino, pensaría en un espejismo que dibujaría con rostros indiferentes cargados de ira y placer.
Hay quienes han tejido historias del Castillo con sus salones extensos y solitarios, corredores oscuros y estrechos. En lo más profundo de sus sótanos yacen libros olvidados y jarrones tarjados; las telarañas forman antesala de puertas y ventanas cerradas y oxidadas que con el silencio traen consigo ruidos y movimientos de los rastreros bajo los objetos.
Los ancianos aseguran que esos “reptiles” desaparecen con las primaveras y, otros preparan conjuros para su destierro. Uno de los más poderosos ruegos, dicen, se encuentra entre las líneas de un viejo cuento inacabado, quien lo termine podrá desnudar los fantasmas más terribles de sus pesadillas. El libro fue hallado años atrás, en las memorias del Castillo Azul, localizadas en su biblioteca antigua, ubicada en el sótano y a la que no se puede entrar sin antorchas.
In illo témpore estuve ahí, muy niña, seducida por la ingenuidad, deslumbrada por el azul de sus paredes, sus cúpulas cristalinas y suaves cobertores. Gracias al favor del tiempo, traduje el conjuro entre las líneas del cuento, extrayendo la “Beta” que dejaba la leyenda sin su poder; borrando de mi cuerpo todas sus rutas de acceso.
A veces, en plena luz del día reconozco en los rostros trasegados que pasan junto a mí, viejos lugares del Castillo Azul inanimado y obscuro que me dejan reconocer en ellos mi sombra».
AUTORA: Linda Tatiana Toro Zapata
Medellín (Antioquia- Colombia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario