Había una vez, un lugar de ensueño, la naturaleza desplegó allí su paleta de colores, creando las más bellas postales en el paisaje. Todo lucía con mágico esplendor y los días transcurrían en armonía. Las cosas se sucedían con certeza y exactitud cada uno tenía una tarea, cada cual cumplía su misión. Una ardilla era correo, el saltamontes vigía, el bosque celador y el reloj marcaba horarios solo con orden del sol.
Un día gran alboroto a todos despertó. Un canto desafinado sus oídos aturdió y la paz en caos se convirtió. Pronto se levantaron y asombrados contemplaron un hecho muy singular. Docenas de golondrinas volaban para emigrar pero lo hacían cantando, algo no visto jamás. La bandada llegó al bosque extenuada de viajar. Se posaron en un árbol deseosas de descansar pero por más que intentaron no se pudieron callar.
El desconcierto causó un revuelo general y en la conducta de todos se empezó a manifestar. Un colibrí mareado quedó con un moretón pegó su pico en un tronco, iba a libar una flor. Las mariposas azules se chocaban entre sí. Una araña pegó un salto y se olvidó de la red. Algunos árboles perdieron hojas por el estrés. Un zorrillo pasó sin ningún pudor y no percibieron su olor. Las flores se desmayaron, el pasto se acamó en el suelo y el viento azorado se quedó sin aire. Una comadreja salió de su madriguera y de mal talante dijo
—¿Éstos pajarracos, quién se creen que son?—
—Somos parodistas, dijo una golondrina, veníamos volando y de repente empezamos a cantar—.
—¡Qué situación tan grotesca!–, dijo el pavo real.
— Bueno, bueno suspiró el lirón y se dio vuelta en el colchón. La tortuga desconsolada clamó, —¡Ya no tendremos paz!
_El búho que era muy sabio murmuró,
—si esto es un conjuro, ¿cómo lo destrabaremos? Sus ojos daban vueltas vertiginosas y su pata izquierda golpeaba con impaciencia la rama.
El viento,
testigo silencioso del drama dijo, esto lo resuelvo yo. Trepó el cielo en
remolinos y empezó a soplar las nubes, a empujones las traía, por la prisa que
tenía. Las nubes angustiadas se pusieron a llorar. Lo que primero fue llanto en
lluvia se convirtió el agua bañó el paisaje y a todo el bosque empapó. Muy
pronto los estornudos empezaron a sonar y una afonía piadosa trajo la calma al
lugar. ¡Qué alivio!, sintieron todos, recuperar los sonidos y silencios otra
vez. El sol salió despacito y puso la casa en orden, encendió la chimenea y
espejitos en los charcos. El viento reapareció disfrazado de rey mago con
suavidad de brisa como una tierna caricia. Todos cuidaron de ellas con mucha
dedicación sintiéndose culpables, de haberles quitado el don. Las golondrinas
en cambio respiraron aliviadas, eso de volar cantando ya las tenía cansadas.
Por la mañana con júbilo reiniciaron travesía, en formación por el aire en aleteo subían al verlas partir el búho, exclamó con ironía, —¡Llegaron parodistas y se fueron golondrinas!—
AUTORA: Sonia Rovegno
Montevideo (Uruguay)
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