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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

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lunes, 23 de noviembre de 2020

"Entre animales" (por Isabel Cismondi) TALLER VIRTUAL 9

Desde mi infancia viví rodeada de animales. Mi papá criaba aves, tenía varios jaulones, grandes, donde los pajaritos, aunque no eran totalmente libres, podían volar, aparearse y formar sus nidos.

Había loritas australianas de variados colores, corbatitas, diamante mandarín, jilgueros, zorzales, amarillitos, y por el patio siempre encontrabas un tero chillón, patos, garzas, etc.

En aquella época se acostumbraba salir a cazar, todo lo que se cazaba se comía, liebres, perdices, patos, y si alguno quedaba herido, lo traían, lo cuidaban y lo teníamos en el patio.

Así tuvimos una garza blanca desde pequeña que entraba a la cocina, estaba un rato con nosotras y luego seguía su paseo. Dormía arriba de los árboles y cuando pasaba un gorrión estiraba su cuello y se lo engullía.

También nos regalaron cinco gallinetas muy chiquitas, mi papá las crió con mucha paciencia y se acostumbraron a estar entre nosotros. Cuando comíamos bajo la pérgola, ellas venían a la mesa y se devoraban las migas, luego se posaban sobre nuestro hombro y ahí las acariciábamos. Mi hermano, después que pasaba el regador por la calle de tierra, veía que se posaban las mariposas, entonces iba con una red, las cazaba y se las daba a las gallinetas. Las llamaba Biri biri, ellas venían corriendo, porque sabían que llegaba el manjar preferido, las mariposas.

A pesar de todo lo que viví, yo nunca fui muy amante de los animales, prefería las plantas, como mi mamá.

A mi esposo les gustaban los perros y siempre tenía uno o dos atrás de él, y mis hijos heredaron del padre y del abuelo el amor por los animales.

Lo más triste de esta historia, y por lo que he pasado muchas veces, es que los animales tienen una vida limitada, más corta que la nuestra y tenemos que lamentar su pérdida. Cuando se los quiere como de la familia, la pérdida es muy dolorosa.

Actualmente mi hijo tenía dos perritos, Tom y Mateo. Tom, un perro de la calle que pasó por mil penurias y siempre salió adelante, caradura, insistente, vivísimo, podría decir casi inteligente. Mateo, un perrito faldero, cariñoso, como de juguete, todo el día atrás de mi hijo, con un amor incondicional.

Un trágico día, un auto atropelló a Mateo y no lo pudieron salvar.

No puedo llegar a explicar el dolor por el que pasamos todos. Mi hijo llorando, le cavó un lugarcito en el patio y ahí lo puso, como si estuviera durmiendo. Estuvimos velándolo hasta que llegaran mis nietos.

En un momento llegó Tom, que venía de la calle, husmeó hasta que llegó adonde estaba Mateo y vio a su amigo de toda la vida ahí acostado en la tierra, con los ojos abiertos y sin moverse…Entonces comenzó a gruñirle, a torearlo como hacían cuando jugaban juntos y como diciéndole - ¡Qué hacés ahí, vení, vamos a correr! Movía su cola con insistencia y le gruñía. Nosotros mirábamos enmudecidos ante la reacción animal hacia un amigo animal que se le había ido.

Cuando mi hijo comenzó a echar la tierra para taparlo Tom le sacaba la mano, se interponía, no se lo permitía, claro no entendía por qué tapaban a su amigo.

El llanto nos atravesó a todos, viendo la reacción del compañero animal.

Durante varios días posteriores lo veíamos a Tom descansando junto a la tumba de su amigo Mateo, como esperándolo.

 

AUTORA: Isabel Cismondi

Armstrong (Santa Fe- Argentina)

TALLER VIRTUAL 9

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