Allí estaban
reunidos todos, nadie había faltado a la cita.
Se veían algo
preocupados, ya que el futuro era incierto.
¿Qué harían
ahora, o después, dentro de un rato o unos días? No tenían respuestas.
Ninguno de
ellos.
Hasta ayer su
vida era displicente, sin urgencias, sin apuros. Todo lo tenían resuelto porque
él se encargaba de todo, pero ahora?...
Esa era la gran
pregunta: ¿ahora qué…?
Los ojos vivaces
que ayer, tan despreocupados. Vivian
un eterno jolgorio, hoy estaban opacos, mustios, grises.
Que será de mí,
de ustedes, de nosotros todos, se preguntaban.
La camioneta
estaba en la puerta y ninguno se atrevió a enfrentar lo inevitable.
Bajaron las
jaulas de a una. Sanidad lo había decretado, y ya no estaba él para
defenderlos.
Uno a uno fueron
encerrados, mansamente y sin destino, o con un desconocido. Ya no estarían
juntos, no se verían nunca más.
Y se
entregaron.
Así como quién
entiende que el patíbulo es inevitable.
Él había muerto
hacía tres días, y nadie los reclamó.
AUTORA: Marta Julia Ravizzi
Turdera (Buenos Aires– Argentina)
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