Dos
jóvenes, chica y chico, tumbados sobre la yerba de un parque, cogidos de la
mano, se habían descuidado de la hora de
llegar a su casa respectiva, cuando se quedaron admirados de una cometa que
surcaba el espacio con abalorios de colores, que se colgaba del cuerno bajo de
la media luna hermosa y brillante, siguiendo su curso movido por el viento y
atravesando su círculo sideral,
siguiendo hacia el infinito o más allá.
-Aún no me has dado un beso, le dijo el chico a la
chica; y como ésta sintió en él intenciones de abalanzarse sobre ella, le
contesto:
-¡Zape allá! Espera a que nos comprometamos de
verdad. Sigamos viendo el esplendor de la media luna; y soñemos.
El
chico puso la mano sobre un grillo no dejándole cantar; preguntándole a la
chica:
-Tú que te las das de adivinadora, y eres un poco
brujilla, adivina lo que está aquí debajo de mi mano.
Como
hacía oscuro y olía a queso, ella pensó que era el bocadillo de queso que
habían traído para los dos.
-¡El bocadillo de queso! contestó la chica.
-No, maja, no. Es el grillo que canta a la Luna, que
está debajo de la mano.
-Levanta la mano, majete, y déjale que cante. No hay
mayor milagro que escuchar el “gri, gri” del grillo.
Sintiendo
como un ruido por entre los árboles, dijo la chica:
-¿Quién anda ahí?
Con
cierto temor se levantaron los dos y, cogidos de la mano, marcharon a casa de
ella, confiados en haber burlado a las sombras; despidiéndose él de ella con
un:
-Mucho te quiero, Juana.
Ella
respondiéndole:
-Y yo a ti también, Pepe.
AUTOR:
Daniel de Culla
Burgos
(Burgos- España)
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